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Authors: Julian Barnes

Tags: #Humor, Referencia, Relato

El loro de Flaubert (24 page)

BOOK: El loro de Flaubert
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FLAUBERT, GUSTAVE

El ermitaño de Croisset. El primer novelista moderno. El padre del realismo. El verdugo del Romanticismo. El puente que une a Balzac con Joyce. Precursor de Proust. El oso en su guarida. El burgués burguesófobo. En Egipto, «el padre del Bigote», San Policarpo; Cruchard; Quarafon;
le Vicaire-G.énéral
; el Alcalde; el viejo Seigneur; el Idiota de los Salones. Todos estos títulos fueron adquiridos por un hombre que se mostraba indiferente a los tratamientos honoríficos. «Los honores deshonran; el título degrada; el cargo embrutece.»

GONCOURT, LOS HERMANOS

Recordar lo que los hermanos Goncourt dijeron de Flaubert: «Aunque sea muy franco por naturaleza, jamás es completamente sincero en lo que dice sentir, sufrir o amar.» Recordar luego lo que todo el mundo opina de los Goncourt: aquellos hermanos tan envidiosos, tan poco dignos de confianza. Recordar también lo poco dignos de confianza que fueron Du Camp, Louise Colet, la sobrina de Flaubert, el propio Flaubert. Preguntar luego, en tono violento, ¿es que no hay modo de conocer a nadie?

HERBERT, JULIET

«Miss Juliet.» La ética de las institutrices inglesas que trabajaban en el extranjero a mitad del siglo XIX no ha recibido todavía la atención académica que merece.

IRONIA

El modo moderno: marca del diablo, o tubo respiratorio de la cordura. La narrativa de Flaubert plantea esta cuestión: ¿Impide la ironía que brote la simpatía? En su diccionario no aparece el término
ironie
. Quizá esta omisión tenga pretensiones irónicas.

JEAN-P.AUL SARTRE

Se pasó diez años escribiendo
L'Idiot de la famille
en lugar de escribir panfletos maoístas. Es como una Louise Colet de altos vuelos, que malgastó el tiempo importunando a Gustave, que lo único que quería era que le dejasen en paz. Concluir de todo ello: «Más vale malograr la ancianidad que no saber qué hacer con ella.»

KUCHUCK HANEM

Una prueba de ph. Gustave tuvo que elegir entre la cortesana egipcia y la poetisa parisiense: chinches, aceite de sándalo, monte de venus afeitado, clitoridectomía y sífilis, por un lado, o limpieza, poesía lírica, fidelidad sexual relativa y derechos de la mujer por el otro. Para él, la balanza estaba muy equilibrada.

LOUISE COLET

a) Tediosa, molesta, promiscua, carente de talento propio y de capacidad de comprensión para la genialidad de los demás. Intentó cazar a Gustave y casarse con él. ¡Imagínese a los niños berreando por todas partes! ¡Imagínese la desdicha de Gustave! ¡Imagínese la felicidad de Gustave!

b) Valiente, apasionada, profundamente incomprendida, crucificada por el amor que le inspiró Flaubert, un hombre cruel, intratable, provinciano. Tenía la razón de su parte cuando se quejó de que «Gustave sólo escribe de Arte, o de sí mismo». Protofeminista que cometió el pecado de tratar de hacer feliz a un hombre.

MME. FLAUBERT

Carcelera de Gustave, pero también su confidente, enfermera, paciente, banquera y crítica. «Tu pasión por las frases te ha secado el corazón», le dijo una vez. A él le pareció que esta observación era «sublime». Cf. George Sand.

NORMANDIA

Siempre húmeda. Habitada por un pueblo taimado, orgulloso, taciturno. Incline la cabeza a un lado y diga: «Naturalmente no debemos olvidar nunca que Flaubert era de Normandía.»

ORIENTE

EI crucero desde el que fue disparada
Madame Bovary
. Flaubert partió de Europa siendo un romántico y regresó de Oriente convertido en un Realista. Cf. Kuchuk Hanem.

PROSTITUTAS

Necesarias en el siglo XIX para contraer la sífilis, enfermedad sin la cual nadie podía afirmar que era un genio. Entre otros portadores de la Roja Enseña del Valor destacan Flaubert, Daudet, Maupassant, Jules de Goncourt, Baudelaire, etc. ¿Hubo algún escritor que no la padeciese? Si lo hubo, seguramente era homosexual.

QUIJOTE, DON

¿Fue Gustave un Viejo Romántico? Sentía verdadera pasión por aquel caballero soñador al que una sociedad vulgar y materialista forzó a andar sin rumbo por el mundo. «
Madame Bovary, c'est moi
» es una alusión a la respuesta que dio Cervantes cuando en su lecho de muerte le preguntaron por el origen de su famoso personaje. Cf. Travestismo.

REALISMO

¿Fue Gustave un Nuevo Realista? Públicamente, siempre rechazó esa etiqueta: «Emprendí esta novela porque odiaba el realismo.» Galileo negó en público que la Tierra girase alrededor del sol.

SAND, GEORGE

Optimista, socialista, humanitaria. Menospreciada hasta que la conoció en persona; luego, adorada. La segunda madre de Gustave. Después de una estancia en Croisset le envió a Gustave sus obras completas (en la edición de 77 volúmenes).

TRAVESTISMO

Gustave en su primera madurez: «Hay días en los que…, quisiera ser mujer.» Gustave en su madurez: «
Madame Bovary, c'est moi
.» Cuando uno de sus médicos le dijo que era «una vieja histérica», comentó que esta observación le parecía «profunda».

USA

Son escasísimas las referencias de Flaubert al País de la Libertad. Acerca del futuro escribió: ¿Será utilitario, militarista, Americano y católico. Muy católico.» Probablemente le gustaba más el Capitolio que el Vaticano.

VOLTAIRE

¿Qué pensaba el gran escéptico del siglo XIX del gran escéptico del siglo XVIII? ¿Fue Flaubert para su época como Voltaite para la suya? ¿Fue Voltaire para su época lo mismo que Flaubert para la suya? «
Histoire de l'esprit humain, histoire de la sottise humaine
.» ¿Cuál de los dos lo dijo?

XILOFON

No tenemos pruebas de que Flaubert oyera sonar alguna vez un xilofón. Saint-S.aëns utilizó este instrumento en su
Danse Macabre
(1874) para insinuar el sonido del entrechocar de huesos; esto hubiese divertido seguramente a Gustave. Quizá escuchó el glockenspiel en Suiza.

YVETOT

«Ver Yvetot y morir.» Si alguien pregunta por el origen de este epigrama tan poco conocido, sonría misteriosamente y permanezca en silencio.

ZOLA, EMILE

¿Debemos responsabilizar a los grandes escritores de lo que hagan sus discípulos? ¿Quién elige a quién? Cuando alguien dice de ti que eres el Maestro, puedes despreciar su obra? Por otro lado, ¿son sinceras esas alabanzas? ¿Quién necesita más de quién, el discípulo al maestro o el maestro al discípulo? Debatir la cuestión sin llegar a sacar conclusiones.

13

RELATO PURO

Piense usted lo que quiera, pero esto es un relato puro.

Cuando ella muere, al principio no te sorprendes. Parte del amor consiste en prepararse para la muerte. Cuando ella muere sientes que tu amor queda confirmado. Lo habías previsto correctamente. Esto formaba parte del asunto. Después viene el enloquecimiento. Y luego la soledad: pero no es esa soledad espectacular que te habías imaginado, ni tampoco el interesante martirio de la viudedad, sino simple soledad. Te esperabas una cosa casi geológica —el vértigo en una garganta cortada a pico— pero no se le parece en nada; se trata simplemente de una amargura tan cotidiana como el trabajo. ¿Qué decimos los médicos? Lo siento muchísimo, Mrs. Blank; primero habrá, desde luego, un período en el que llorará a su esposo, pero le aseguro que al final podrá superarlo; mire, tómese un par de pastillas de estas al acostarse; quizá le iría bien interesarse por alguna actividad nueva; ¿reparación de automóviles, baile?; no se preocupe, dentro de seis meses ya estará usted repuesta; vuelva a consultarme siempre que quiera; ah, enfermera, cuando telefonee, dígale que siga tomando esas pastillas; no, no hace falta que la vea yo, al fin y al cabo, la que ha muerto no es ella, contéstele con voz animada. ¿Cómo ha dicho que se llamaba?

Y entonces te ocurre a ti. No es nada glorioso. Es simplemente tiempo, nada más que tiempo. En su «Copie» Bouvard y Pécuchet anotan un consejo acerca de Cómo olvidar a los amigos fallecidos: dice Trotulas (de la escuela de Salerno) que hay que comer corazón de puerca. Todavía es posible que también yo tenga que probar esa medicina. He probado la bebida, pero ¿de qué sirve? La bebida te deja bebido, jamás ha servido para otra cosa. El trabajo dicen, lo cura todo. No es cierto; a menudo, ni siquiera produce cansancio: lo máximo que se puede conseguir es un aletargamiento neurótico. Y siempre queda el tiempo. Más tiempo. Tómate tu tiempo. Tiempo sobrante. El tiempo en tus manos.

Hay personas que creen que lo que quieres es hablar.

–¿Te gustaría hablar de Ellen? – dicen, insinuando con ello que si rompes a llorar no se sentirán turbados. A veces hablas; otras, callas; no hay apenas diferencia. Nunca encuentras las palabras adecuadas; o, mejor dicho, las palabras adecuadas no existen. «La palabra humana es como caldera rota en la que tocamos música para que bailen los osos, cuando querríamos conmover a las estrellas.» Te pones a hablar, y te encuentras con que el lenguaje de la aflicción por la muerte de un ser querido resulta estúpidamente insuficiente. Parece como si estuvieras hablando del dolor de otras personas. La amé; fuimos felices; la echo de menos. No hay muchas oraciones de donde elegir: cotorreamos las frases.

–Quizá creas que esto es horrible, Geoffrey, pero ya verás como al final conseguirás superarlo. No es que ignore lo profundo que es tu dolor; sólo que he vivido lo suficiente como para saber que al final conseguirás superarlo.

Las mismas palabras que tú mismo has pronunciado mientras garabateabas una receta. (No se preocupe Mrs. Blank, aunque se las tomase todas de golpe, no se moriría.) Y al final logras superarlo, es verdad. Al cabo de un año, de cinco. Pero no lo superas de la misma manera que un tren sale de un túnel, con un brusco surgir al paisaje soleado del otro lado de los Downs, para comenzar el descenso rápido y traqueteante hacia el Canal de la Mancha; lo superas más bien a la manera como una gaviota se libra por fin de la pegajosa mancha de petróleo. Alquitranado y emplumado de por vida.

Y sigues pensando todos los días en ella. A veces, harto de seguir amando a una muerta, imaginas que ha regresado a la vida para charlar contigo, para aprobar lo que haces. Después de la muerte de su madre, Flaubert le pedía a veces a su ama de llaves que se pusiera el viejo vestido a cuadros de la difunta, para sorprenderle con una realidad apócrifa. A veces funcionaba, y otras no: siete años después del funeral todavía rompía a llorar cada vez que veía aquel viejo vestido rondando por la casa. ¿Es esto un éxito o un fracaso? ¿Evocación o inmoderación? ¿Nos enteraremos de lo que estamos haciendo cuando comencemos a abrazarnos a nuestro dolor y a disfrutarlo vanamente? «La tristeza es un vicio.» (1878).

O bien tratas de sortear la imagen de ella. Hoy en día, cuando me acuerdo de Ellen, intento pensar en la granizada que asoló Rouen en 1853. «Una granizada de primera categoría», le comentó Gustave a Louise. Las espalderas de Croisset quedaron destruidas, las flores despedazadas, el huerto patas arriba. En otros puntos de la zona se malograron las cosechas y muchos cristales quedaron rotos. Los únicos que estaban contentos eran los cristaleros; los cristaleros, y Gustave. El desastre le encantó: en cinco minutos la Naturaleza había impuesto de nuevo a las cosas el verdadero orden, tan diferente del breve y ficticio orden que el hombre, con su característico engreimiento, imagina haber creado. ¿Hay algo más estúpido que esas campanas de cristal para los melones? pregunta Gustave. Aplaude el granizo que ha roto los cristales. «La gente está demasiado dispuesta a creer que la función del sol consiste en ayudar a crecer las coles.»

Esta carta siempre me tranquiliza. La función del sol no consiste en ayudar a crecer las coles, y yo estoy contando un relato puro.

Ellen nació en 1920, se casó en 1940, dio a luz en 1942 y 1946, y murió en 1975.

Volveré a empezar. Se supone que la gente bajita es pulcra, ¿verdad?; Ellen no lo era. Medía poco más de metro y medio, pero su porte no era grácil; se precipitaba por las cosas, y tropezaba siempre. Le salían cardenales con la mayor facilidad, pero ella ni se enteraba. Una vez la cogí del brazo cuando estaba a punto de cruzar distraídamente la calle en Picadilly, y a pesar de que llevaba chaqueta y blusa, al día siguiente tenía en el brazo la huella morada de la mano de un robot. No dijo nada de la marca, y cuando yo se la señalé, ella no recordaba que yo la hubiese agarrado.

Volveré a empezar. Fue una hija única muy querida por sus padres. Fue una esposa única muy querida por su marido. Fue querida, si puede o debe decirse así, por lo que imagino que tengo que conformarme con llamar sus amantes, aunque estoy seguro de que esa palabra les da algunos de ellos más dignidad de la debida. La amé; fuimos felices; la echo de menos. Ella no me amaba; no fuimos felices; la echo de menos. Quizá estaba harta de que la amasen. A los veinticuatro años Flaubert dijo que estaba «maduro. Maduro antes de hora, es cierto, porque he vivido en un invernadero». ¿Fue Ellen amada en exceso? La mayor parte de las personas nunca tienen la sensación de que se las ame más de la cuenta, pero quizá Ellen sí la tuviera. Aunque a lo mejor su concepto del amor era sencillamente diferente: ¿por qué damos siempre por supuesto que ha de ser igual para todo el mundo? Quizá para Ellen el amor no fuera más que un muelle de Mulberry, un desembarcadero en un mar embravecido. Ahí no hay quien viva: súbete a la orilla, avanza. ¿Un viejo amor? El amor viejo es un tanque herrumbroso montando guardia junto a un monumento: aquí, cierto día, fue liberado lo que fuera. El amor viejo es una hilera de cabañas playeras en noviembre.

Una vez, en el pub de una aldea, lejos de casa, pude escuchar la conversación de dos hombres que hablaban de Betty Corrinder. Quizá no se escriba exactamente así; si su nombre era ése. Betty Corrinder, Betty Corrinder; nunca la llamaban simplemente Betty, o la Corrinder o lo que fuese, sino siempre Betty Corrinder. Era, al parecer, un tanto lanzada; claro que los que están sentados en un banco siempre exageran la velocidad. Esta Betty Corrinder era una lanzada, y los tipos del bar sonreían con envidia. «Ya sabes lo que la gente decía de Betty Corrinder.» No era una pregunta, sino una afirmación, pero después venía la pregunta.

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