Read El loro de Flaubert Online

Authors: Julian Barnes

Tags: #Humor, Referencia, Relato

El loro de Flaubert (20 page)

BOOK: El loro de Flaubert
5.9Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

5.
Que estuvo en contra de la Comuna
.

Bueno, parte de la respuesta está contenida en lo que acabo de decir. Pero quiero añadir otra consideración, la de esta increíble debilidad de carácter de mi cliente: no era partidario de que las personas se matasen las unas a las otras. Podrá decir usted que era un remilgado, pero la cuestión es que no lo aprobaba. Tengo que admitir que él, personalmente, no mató nunca a nadie; de hecho, ni siquiera lo intentó. Pero promete que en el futuro tratará de enmendarse.

6.
Que no era un patriota
.

Permítame que suelte una breve carcajada. Ah. Así está mejor. Yo creía que actualmente el patriotismo estaba mal visto. Yo creía que todos nosotros estábamos dispuestos a traicionar a nuestro país antes que traicionar a nuestros amigos. ¿No es así? ¿No se le ha dado todavía vuelta a la tortilla? ¿Qué espera que diga en defensa de mi cliente? El 22 de septiembre de 1870, Flaubert se compró un revólver; en Croisset, instruyó militarmente a su andrajosa colección de soldados en espera del avance prusiano; los sacó a patrullar por las noches; les dijo que le pegasen un tiro si veían que intentaba huir. Para cuando llegaron los prusianos apenas si pudo hacer nada sensato, como no fuera cuidar de su anciana madre. Es posible que hubiera podido presentarse voluntario para incorporarse como miembro de un grupo de enfermeros o algo así, pero, ¿hubiesen respondido los militares con entusiasmo ante la solicitud de un epiléptico y sifilítico de 48 años, cuya única experiencia militar era la que adquirió cuando estuvo de caza en el desierto…?

7.
Que estuvo de caza en el desierto
.

Pero, por Dios. Nos declaramos
noli contendere
. Y, además, todavía no he terminado con el asunto del patriotismo. ¿Me permite usted que le dé unos cuantos datos acerca del carácter de los novelistas? ¿Qué es lo más fácil, lo más cómodo para el escritor? Felicitar a la sociedad en la que vive: admirar sus bíceps, aplaudir su progreso, tomarle bonachonamente el pelo por sus chifladuras. «Soy tan chino como francés», declaró Flaubert. Es decir, no dijo que fuera más chino que francés: si hubiese nacido en Pekín también habría indudablemente decepcionado a los patriotas de aquel país. El mayor acto de patriotismo consiste en decirle a tu patria que está comportándose de forma deshonrosa, estúpida, malévola. El escritor debe tener simpatías universales, y ser un proscrito por naturaleza: sólo entonces puede ver las cosas con claridad. Flaubert está siempre de parte de las minorías, de parte de «los beduinos, los herejes, los filósofos, los ermitaños, los poetas». En 1867 cuarenta y tres gitanos establecieron su campamento en Cours la Reine y despertaron una gran oleada de odio entre los vecinos de Rouen. A Flaubert le encantó su presencia y les dio dinero. Seguro que querrá usted darle un golpecito en el hombro por este detalle. Si él hubiese sabido que actuando así se granjeaba la aprobación del futuro, lo más probable es que se hubiese guardado el dinero.

8.
Que procuró no vivir muy a fondo
.

«Para pintar el vino, el amor, las mujeres o la gloria, es necesario no ser borracho ni amante ni marido ni soldado raso. Entremezclado con la vida, es difícil verla correctamente, la sufres a la gozas demasiado.» Esto no es una contestación de alguien que se declara culpable, sino la protesta de quien se queja de que la acusación está mal formulada. ¿Qué quiere decir usted con eso de «vivir»? Si habla de política, es una cuestión que ya hemos tratado. ¿Se refiere quizás a la vida sentimental? Por medio de su familia, sus amigos y sus amantes, Gustave llegó a conocer todas las estaciones de ese viacrucis. ¿Quería decir usted quizá matrimonio? Una protesta bastante curiosa, pero antigua. ¿Quiénes escriben las mejores novelas, los casados o los solteros? ¿Son mejores escritores los filoprogenitivos que los que no han tenido hijos? A ver, enséñeme sus estadísticas.

Para un escritor, no hay mejor clase de vida que la que le ayuda a escribir los mejores libros. ¿Estamos seguros de saber más de este asunto que él mismo? Flaubert «vivió», por decirlo con la palabra que usted ha usado, mucho más que otros escritores: en comparación con él, Henry James fue una monja. Es posible que Flaubert haya intentado vivir en una torre de marfil…

8. a)
Que intentó vivir en una torre de marfil
.

Pero no lo consiguió. «Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda golpea sus muros y amenaza constantemente con derribarla.»

Aquí hay que dejar bien sentadas tres cuestiones. La primera es que el escritor elige —hasta donde puede— el grado de intensidad con que «vive»: a pesar de su reputación, Flaubert ocupó al respecto una posición intermedia. «¿Hay algún borracho que haya escrito la canción que cantan los bebidos?» De eso no le cabía la menar duda. Por otro lado, tampoco es un abstemio. Es posible que la vez que mejor supo expresarlo fuese aquella en la que dijo que el escritor tiene que vadear la vida como se vadea el mar, pero sólo hasta el ombligo.

En segundo lugar, cuando los lectores se quejan de la vida de los escritores: que por qué no hizo esto; que por qué no mandó cartas de protesta a la prensa acerca de aquello; que por qué no vivió más a fondo; ¿no están haciendo en realidad una pregunta mucho más simple y mucho más vana? A saber, ¿por qué no se nos parece más? Sin embargo, si el escritor se pareciese más al lector no sería escritor, sino lector: así de sencillo.

En tercer lugar, ¿hasta qué punto no está esta queja dirigida contra los mismos libros? Posiblemente, cuando alguien se lamenta de que Flaubert no viviera más a fondo, no lo hace porque sienta hacia él unos deseos filantrópicos: si Gustave hubiese tenido esposa e hijos, seguramente su actitud no hubiera sido tan pesimista. Si se hubiese metido en política, si hubiese hecho buenas obras, si hubiese llegado a director de la escuela de la que fue alumno, seguramente no se habría encerrado tanto en sí mismo. Es de presumir que cuando hace usted esa acusación piensa que hay en sus libros ciertos defectos que hubieran podido remediarse si el escritor hubiese llevado otra clase de vida. Si es así, debe ser usted quien los declare. Por mi parte, no me parece que, por ejemplo, el retrato de la vida provinciana que hay en Madame Bovary muestre carencias que hubiesen podido ser remediadas si su autor hubiese entrechocado cada noche su jarra de cerveza con la de alguna gotosa
bergère
normanda.

9.
Que era un pesimista
.

Ah, ya empiezo a entender a dónde apunta. Le hubiese gustado que sus libros fueran un poco más alegres, un poco más… ¿cómo lo diría usted? ¿Más enaltecedores de la vida? Tiene usted una idea de la literatura que me parece curiosísima. ¿Su doctorado se lo concedió la universidad de Bucarest? No sabía que hubiese que defender a los escritores de la acusación de pesimismo. Esta sí que es nueva. Me niego a hacerlo. Flaubert dijo: «No se hace Arte con buenas intenciones.» Y también dijo: «El público quiere obras que adulen sus ilusiones.»

10.
Que no enseña virtudes positivas
.

Ahora ya se le ve el percal. Así que éste es el método que debemos utilizar para juzgar a los escritores: ver si defienden o no las «virtudes positivas». Pues bien, imagino que jugaré un ratito a lo que me propone: ante un tribunal no queda otro remedio. Tomemos por ejemplo todos los juicios por obscenidad, desde
Madame Bovary
hasta
Lady Chatterley's Lover
: siempre hay, por parte de la defensa, cierto jugar a determinados juegos, cierto doblegarse a unas normas. Hay quienes dirían que no es más que una hipocresía táctica. (¿Pregunta si este libro es verde? No, Su Señoría, nosotros opinamos que este libro tiene un efecto más emético que mimético en el lector. ¿Estimula este libro el adulterio? No, Su Señoría, ya ve que esa miserable pecadora que se entrega una y otra vez a los placeres más descabellados acaba recibiendo al final su castigo. ¿Ataca este libro el matrimonio? No, Su Señoría, retrata un matrimonio tan envilecido como desesperado a fin de que la gente aprenda que sólo siguiendo la doctrina cristiana se puede lograr un matrimonio feliz. ¿Es blasfemo este libro? No, Su Señoría, la idea del novelista no puede ser más casta.) Como argumento forense, desde luego, esta actitud no ha podido ser más eficaz; pero a veces siento cierto rencor residual contra esos abogados defensores que, hablando en favor de una auténtica obra literaria, no decidieron establecer su defensa en un tono de simple desafío. (¿Es verde este libro? Su Señoría, me jodería que no lo fuese. ¿Fomenta el adulterio, ataca al matrimonio? Alto ahí, Su Señoría, eso es
precisamente
lo que mi cliente pretendía hacer. ¿Es blasfemo este libro? Por los clavos de Cristo, Su Señoría, está tan claro como el taparrabos del día de la Crucifixión. Digámoslo así, Su Señoría: mi cliente opina que la mayor parte de los valores de la sociedad en la que vive son repugnantes, y espera fomentar con este libro la fornicación, la masturbación, el adulterio, el apedreamiento de los curas y, aprovechando que por un momento he logrado captar su atención, Su Señoría, espera también lograr que cuelguen de las orejas a todos los jueces corruptos. La defensa ha dicho todo lo que tenía que decir.)

Así que, brevemente: Flaubert enseña a mirar cara a cara a la verdad, y a no parpadear ante sus consecuencias; enseña, al igual que Montaigne, a dormir sobre la almohada de la duda; enseña a diseccionar las partes constitutivas de la realidad, y a observar que la Naturaleza es siempre una mezcla de géneros; enseña a hacer un uso lo más exacto posible del lenguaje; enseña a no abrir los libros en busca de una píldora social o moral: la literatura no es una farmacopea; enseña la preeminencia de la Verdad, la Belleza, el Sentimiento y el Estilo. Y si estudia la vida privada del escritor, verá que enseña valentía, estoicismo, amistad; la importancia de la inteligencia, el escepticismo y el ingenio; la necedad del patrioterismo; la virtud de ser capaz de permanecer solo en la propia habitación; el odio contra la hipocresía; la desconfianza de los doctrinarios; la necesidad de decir las cosas con todas las letras. ¿Le gusta que digan todo esto de los escritores (a mí, personalmente, nada de esto me importa apenas)? ¿Le parece suficiente? De momento no pienso decir nada más. Esto está resultando muy embarazoso para mi cliente.

11.
Que era un sádico
.

Y una mierda. Mi cliente era un tipo blando. Cíteme un solo acto sádico, o falto de amabilidad, de toda su vida. Le diré lo menos amable que sé de él: una vez le sorprendieron tratando cruelmente a una mujer, y sin motivos aparentes. Cuando le preguntaron si había ocurrido algo, él respondió: «Porque a lo peor pretendía colarse en mi estudio.» Eso es lo peor que conozco de mi cliente. A no ser que cuente lo de la vez que, estando en Turquía, quiso acostarse con una prostituta cuando estaba enfermo de la sífilis. Reconozco que ahí no fue del todo sincero. Pero fracasó: la chica, siguiendo las precauciones normales en su oficio, le pidió que le dejara examinarlo, y, cuando él se negó, le echó a cajas destempladas.

Leyó a Sade, naturalmente. ¿Qué escritor culto francés no lo ha hecho? Tengo entendido que ahora goza de una gran popularidad entre los intelectuales de París. Mi cliente les dijo a los hermanos Goncourt que Sade escribía «la tontería más divertida que haya leído en mi vida». Es cierto que conservaba a su alrededor algunos recuerdos espeluznantes; y que disfrutaba contando cosas horrorosas; y que en sus obras tempranas hay algunos pasajes horripilantes. Pero de ahí a decir que tenía una «imaginación sadiana» media mucha distancia. Me deja usted pasmado. Y especifica usted que
Salammbô
contiene escenas de violencia escandalosa. Mi respuesta es ésta: ¿cree que no ocurrieron cosas así? ¿Cree que el Mundo Antiguo no era más que pétalos de rosa, música de lira, y gordas tinajas de miel selladas con grasa de oso?

11. a)
Que en sus libros matan a muchos animales
.

Desde luego, no es Walt Disney. Le interesaba la crueldad, lo admito. Le interesaba todo. Además de Sade, le interesaba Nerón. Pero oiga lo que dice de ellos: «Para mí, estos monstruos explican la historia.» Debo añadir que en ese momento sólo cuenta diecisiete años. Y permítame hacer otra cita: «Me gustan los vencidos, pero también me gustan los vencedores.» Se esfuerza, como ya he dicho, por ser tanto chino como francés. Se produce un terremoto en Leghorn: Flaubert no llora por las víctimas. Siente la misma simpatía por esas víctimas que por los esclavos que murieron muchos siglos antes mientras hacían girar la noria de algún tirano. ¿Le escandaliza? A esto se le llama poseer imaginación histórica. A esto se le llama ser no solamente ciudadano del mundo sino de todos los tiempos. Eso es lo que Flaubert expresaba cuando decía que él era «hermano en Dios de todo lo que vive, tanto de la jirafa y del cocodrilo como del hombre». A esto se le llama ser escritor.

12.
Que era cruel con las mujeres
.

Las mujeres le adoraban. El disfrutaba de su compañía; ellas disfrutaban de la de él; era un hombre galante, dispuesto a coquetear; se acostaba con ellas. Simplemente, no quería casarse con ninguna. ¿Es pecado? Es posible que algunas de sus actitudes sexuales fueran mordazmente típicas de los hombres de su época y de su clase; ¿pero hay alguien del siglo XIX que se libre de esta misma crítica? Como mínimo, era partidario de la honestidad en todos los asuntos relacionados con la sexualidad: de ahí que antes que a la
grisette
prefiriese a la prostituta. Esa honestidad le causó muchos problemas de los que se hubiese librado con una actitud más hipócrita; por ejemplo, con Louise Colet. Cuando le dijo la verdad, parecía que quisiera ser cruel. Pero, ¿acaso ella no era una pelma? (Petmítame que conteste la pregunta que yo mismo he formulado. Creo que era una pelma; su tono es de pelma; pero reconozco que sólo oímos la versión de Gustave. Quizá alguien debería escribir la versión de ella: sí, ¿por qué no se podría reconstruir la Versión de Louise Colet? Quizá lo haga yo mismo. Sí, lo haré.)

Si no le importa, la mayoría de sus acusaciones podrían resumirse en una:
Que no le hubiésemos gustado si nos hubiera llegado a conocer.
Ante lo cual él habría decidido seguramente declararse culpable; aunque sólo fuera para ver nuestra expresión al oírlo.

13
. Que creía en la Belleza.

BOOK: El loro de Flaubert
5.9Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Swansea Summer by Catrin Collier
Grendel by John Gardner
Bound by O'Rourke, Erica
My Liege of Dark Haven by Cherise Sinclair
The Nest by Kenneth Oppel