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Authors: German Castro Caycedo

Objetivo 4 (7 page)

BOOK: Objetivo 4
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Ya en la parte operacional éramos veinticinco hombres y se establecieron comisiones permanentes en Arauca, Casanare y Meta —en los Llanos Orientales—, y Cundinamarca y Boyacá —en el centro del país.

Es que, de acuerdo con la dinámica de lo que venía ocurriendo, vislumbramos que a partir de los problemas de salud debería moverse más o menos en torno a la capital del país y en esas zonas ubicamos a una comisión volante de agentes de Inteligencia.

Dentro de aquellas actividades empezamos a conocer a mucha gente en los sitios donde nos hablaban de guerrilleros que habían tenido contacto con Martin Sombra.

Mire, este trabajo es de tiempo largo. De gran paciencia. De cuidar detalles aparentemente inverosímiles. Un ejemplo es la manera como finalmente localizaron a Abimael Guzmán en el Perú: establecida el área donde parecía encontrarse, barrieron calle por calle incluso revisando de forma minuciosa las canecas de la basura.

Una película muestra cómo los investigadores van y revuelcan los desechos y encuentran dentro de una caneca, por ejemplo, los restos de un cigarrillo que solamente fuma Abimael.

Hallaron empaques de unos medicamentos que solamente él utiliza.

Obviamente eso no le sirve a la Policía Judicial porque un fiscal no le va a decir a un reo "lo condeno por fumar tal marca, o por usar tales camisas". Pero para nosotros esa información es sumamente valiosa porque nos orienta. Al encontrar aquellos elementos, los hombres de Inteligencia del Perú dijeron: "Aquí tiene que estar Guzmán", como en efecto sucedió.

Volviendo a la historia, dentro de nuestro trabajo supimos de la existencia de un hombre en Bogotá que recibía gente, digamos, de cierto nivel dentro de la guerrilla, cabecillas de cuadrilla, cabecillas de los frentes, cabecillas de su Estado Mayor, si lo podemos llamar así, de manera que si algún mando importante tenía que salir, este se encargaba de recibirlo y llevarlo a algún lugar específico, por ejemplo, para que lo atendieran los médicos.

Este hombre finalmente vino a jugar un papel determinante: era un verdadero bandido que, entre otras cosas, trabajaba para las FARC en la capital.

El problema era controlar su casa, pues vivía en un barrio muy intrincado, con áreas de pequeños comercios en las cuales todos se conocían con todos, con áreas menos concurridas por las que se movían unos pocos, ya controladas por el bandido y su gente. Allí, al final de una calle cerrada por un espacio un poco más amplio, digamos, una pequeña plazoleta o algo así, estaba la casa del bandido. En aquella área no podíamos operar de forma normal.

De allí surgió la idea de crear un personaje que se insertara silencioso y lograra integrarse a la zona sin despertar sospechas. Finalmente ese personaje fue un indigente vicioso, tal vez alcoholizado, que aquí llaman con crueldad "un desechable".

Desde luego, se trataba de preparar a un muchacho que fuera tomando la fisonomía de alguien descuidado, desaliñado, el pelo largo, sin peinarse, sin bañarse, sin afeitarse, sudo, las uñas negras, oliendo muy mal, muy mal.

Los hombres que trabajan en la sección de Caracterización en nuestro servicio, por ejemplo le pidieron que usara Bóxer —un pegante—en las manos para que se le percudieran mucho más de lo normal, que dejara que la cara se le fuera cubriendo por verdaderas costras de mugre, la ropa debía ser de verdadero vagabundo...

El proceso buscaba su transformación total, de manera que si alguien se detenía a mirarlo, cosa improbable, no encontrara por ninguna parte un milímetro de aseo o de detalles de un corte de cabello... La ropa, además de raída, tenía que estar absolutamente sucia y desde luego, lo más maloliente posible. Luego hicimos unas pruebas con él.

Una vez transformado, Caracterización lo insertó en un sector ocupado por indigentes y viciosos donde comenzó a moverse con cautela y digamos, a hacer un entrenamiento previo a la operación. No podíamos infiltrarlo de lleno en aquel barrio porque era sumamente peligroso teniendo en cuenta que el bandido, por ser bandido tenía que ser muy habilidoso y de un gran recorrido criminal, por lo cual podría detectar al muchacho, un estupendo policía.

Durante el tiempo que tomo aquella caracterización realizamos pruebas como la de traerlo cerca del edificio de Inteligencia y hacerlo pedir dinero en las vías aledañas. Cuando sabíamos que por algún punto de aquellos iban a cruzar oficiales que lo conocían, él se acercaba a sus automóviles, pedía una moneda y ni los mismos oficiales lograban identificarlo. Una mañana en un semáforo se detuvo su propio comandante, el muchacho se cruzó por el frente del carro, hizo lo necesario para que se fijara en él, y el comandante no lo reconoció.

La idea era que si el delincuente común era tan importante en los bajos mundos y que si Martin Sombra también era muy importante en los otros bajos mundos de la subversión, tenía que llegar a donde el bandido, quien lo recibiría en su propia casa o lo albergaría en algún lugar que pudiéramos controlar. Ubicar al muchacho cerca del bandido era vital.

El paso siguiente fue empezar a que el muchacho se fuera insertando, poco a poco hasta lograr localizarse en aquel rincón tan limitado donde vivía el bandido, pidiendo limosna, desde luego, durmiendo en el suelo, hablando con el mismo durante las mañanas y por las tardes y al comienzo de las noches. Ese trabajo lo fue haciendo de la periferia hacia adentro.

Resultado inicial: al cabo de las primeras semanas, cuando la gente lo veía por allí, ya no le parecía algo extraordinario. En la zona llego a verse normal observar a aquel desechable que al comienzo dormía debajo de un puente, o que se dejaba caer por las noches en el piso de algún espacio más amplio en las aceras, o finalmente debajo de una lámpara del alumbrado público.

Él tenía un pequeño equipo de comunicación tan camuflado y, si se quiere tan protegido por su mal olor, que si se aventuraban a registrarlo, no lo fueran a encontrar. Luego, cuando llego el momento determinado le montamos una cámara táctica para que filmara aquellos lugares.

Obviamente el bandido tenía gente de su seguridad que en un comienzo se acercó, alguno de ellos, le dio patadas, otro le golpeó la cabeza:

—¿Usted que hace aquí?, ñero hijueputa.

A pesar de su olor apestoso trataron de registrarlo para ver que llevaba encima, pero el pequeño quipo de comunicación no era perceptible y lo único que le encontraron fue basura que llevaba en parte de la ropa, el pegante Bóxer—que, además es característico de los vagabundos porque con él se traban cuando lo inhalan— y, claro, también le encontraron aquellas capas de mugre que lo cubrían de pies a cabeza.

—Este desechable hijueputa huele a porquería, váyase de aquí ñero malparido —le decía la gente del bandido, luego lo empujaban, algunas veces lo golpearon, pero muy pronto él se hizo parte del entorno y dejaron de maltratarlo.

Poco tiempo después se había integrado tanto que terminó haciéndose conocer por los mismos bandidos a quienes llegó a ofrecerles sus servicios:

—Ñero—le dijo una tarde al más matón—, si se mueve algo raro en esta calle, yo les aviso. Vamos pa’esa ñero.

En esa forma llego a facilitársele mucho más el trabajo cotidiano, que por lo menos nos permitió establecer que, efectivamente, el bandido movía muchas cosas, movía droga, desde luego, algunas veces comerciaba con partes de carros robados, mucha gente lo buscaba porque era un contacto clave. Incluso, pudimos determinar que había personas de lo que llaman el Bloque Oriental de las FARC que iban a hacer coordinaciones personalmente con él.

Lo complicado es que uno puede saber que una persona que viene de la guerrilla a la ciudad, efectivamente es guerrillero porque lo tenemos identificado en nuestros archivos, pero si no hay orden judicial no podemos hacer absolutamente nada.

Nuestras actividades tenían lugar en el área rural y en la urbana luego de confirmar plenamente que el bandido era una de las personas claves para recibir a cabecillas y mandos medios de las FARC.

En este país, la guerrilla se apoya en la delincuencia común para moverse, pues les resulta mucho más rentable, mucho más práctico, por ejemplo, no secuestrar ellos directamente sino, comprar secuestrados. En ese sentido, el bandido se movía en algo similar a una red internacional del delito, lo que determinó que siguiéramos haciendo controles sobre él.

Se trataba de un tipo hábil, desligado de lo que llaman el menudeo, es decir, hacer las cosas directamente, porque como capo tiene una legión de hombres, mujeres y niños que trabajan para él. En un comienzo no pudimos llevarlo ante la justicia porque teníamos otras prioridades —Martín Sombra— pero luego lo logramos con base en las confesiones de varios de sus cómplices.

VAGABUNDO (Inteligencia)

Se trataba de convertirme en un indigente o desechable, como les dicen a las personas que andan por los basureros, por ciertas zonas de vicio y de hampa como una calle que fue historia en el centro de la ciudad, la calle del Cartucho.

Ese era el mundo de los vagabundos que duermen a la intemperie, se traban aspirando Bóxer, el pegante que yo me untaba en las manos algunos días, o fumando marihuana, robando, violando. Lo más difícil al entrar en ese mundo es acostumbrarse a la suciedad, pero mucho más al desprecio de la gente. Por eso les dicen desechables: parece que no existieran para nadie, nadie los mira, la gente siente asco cuando se le acercan...

Y el mal olor a toda hora: la ropa parece de cartón por la costra de mugre... ¿Usted conoce el engrudo con que pegan cosas? Así es el pelo; engrudo, pero con... No sigamos, ñero.

El trabajo comenzó cuando el analista tuvo conocimiento de que la actividad rural y el resto de las actividades de Inteligencia que se estaban desplegando indicaban que Martín Sombra no se hallaba ya en la provincia y que posiblemente iba a ubicarse en un barrio, como dicen, en las goteras de Bogotá.

Parecía extraño, era difícil de creer que un cabecilla de ese nivel estuviera en la zona urbana. Es que todas las informaciones que veníamos manejando y todo el compendio de datos sobre él indicaban que estaba liderando un grupo especial de las FARC que tenía como función principal cuidar secuestrados de alto nivel: se hablaba en ese caso de Ingrid Betancourt, de militares y policías y de tres "contratistas" estadounidenses en manos de la guerrilla.

El cuento es que me asignaron la tarea de estudiar primero el rincón de un barrio, un punto ideal para esconderse porque en pocos metros se podía controlar lo que sucediera a metro, y yo tenía que comenzar como por experimentar lo que pasaba de día y lo que pasaba de noche en el último rincón de una calle ciega.

Para ese trabajo no pudimos utilizar un equipo elemental pues el lugar no lo permitía: era un barrio muy encerrado, muy lleno de gentes, de mucho comerciante pequeño con la costumbre de conocerse todos con todos y eso nos obligaba a imaginarnos algo que no despertara sospecha pero que nos permitiera hacer un trabajo eficiente, digamos, a corto plazo.

En otras palabras, en ese rincón no se podían realizar actividades de inteligencia abiertas, por tanto tenían que entrar, por mucho, dos personas. Luego se determinó que allí debía ir una sola. Se trataba de mantener controlada las veinticuatro horas del día una casa determinada.

El estudio previo del lugar nos mostró varias posibilidades para entrar al lugar como, por ejemplo, comerciante, pero los que había por allí no lo permitían y eso planteaba entrar a la fuerza y se trataba de todo menos de eso, otra, como un habitante común y corriente, pero las casas estaban más que ocupadas, muchas veces hasta con dos parejas por habitación, y ni modo de alquilar un rincón por allí, de manera que la mejor fórmula resulto hacerlo como vagabundo, porque observamos muchos indigentes en las calles y eso nos llevaba a desempeñar el papel de algo más o menos común en el sector.

Otra salida era utilizar como fachada un grupo de taxis, pero salía muy costoso y a ciencia cierta no se sabía si en verdad nos iba a arrojar algún tipo de información valiosa.

¿Cómo fue el trabajo previo? Dentro de mi rol como nombre de Inteligencia me costaba mucho trabajo cambiarme a la personalidad de vagabundo, y lo primero que hicieron los jefes fue entrar en contacto con un psicólogo y a la vez con un sociólogo que nos orientaran un poco. Ahí comenzó el esfuerzo para perfilar al personaje.

El sociólogo me decía, por ejemplo, que una de las situaciones más trascendentales para las cuales me debía preparar era al rechazo de la gente. Rechazo total. Lógicamente yo no estaba acostumbrado a eso por mi mismo trabajo, pero hizo mucho énfasis en la preparación psicológica.

El psicólogo barajó inicialmente una serie de situaciones como que no me afanara, que pensara que sólo iba a durar un tiempo muy corto, un abrir y cerrar de ojos de mi vida haciendo ese papel... Bueno, pues a la hora de la verdad fue un papel que se convirtió en una eternidad, porque el cuento duró unos cuatro meses y medio, desde el día que dejé de bañarme el cuerpo y afeitarme.

También me dijo que tenía que prepararme para los problemas que se me iban a presentar con mi familia, "por lo cual tenía que interiorizar el comportamiento, el funcionar, la actitud y el lenguaje de los indigentes", eso en cristiano quería decir, integrarme totalmente al mundo de los vagabundos comenzando por la suciedad, el mal olor, hablar con sus términos, agarrar el mismo acento, las reacciones, los gestos...

No había tanto tiempo para dejarme crecer el pelo y fue necesario utilizar una fachada, fabricando una peluca con cabello de verdad.

Inicialmente me había colocado una peluca, pero no... Se notaba lo artificial, se veía claramente sobrepuesta y por eso comenzamos a ir a las peluquerías a buscar especialmente cabello de mujer y a unirlo con un pegamento especial que tienen en la sala de caracterización de la Dirección de Inteligencia.

El encargado del trabajo que sabe de estas cosas, porque además de haber estudiado tiene una gran experiencia, comenzó a unir el cabello recolectado y armó finalmente lo que se buscaba.

Lógicamente sometieron la peluca a una especie de baño con cualquier cantidad de porquerías y además de tierra y aceite, para que adquiriera la forma del pelo de los rastas.

La cabellera fue tal vez lo principal dentro de aquella caracterización, porque para determinar el tiempo que esas personas llevan en la calle en una condición física ya degradante, el largo es como un reloj. Como un calendario. Un indigente no se concibe con un pelo corto porque desentona, deja ver lo falso del personaje y se trataba, precisamente de no generar la mínima sospecha.

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