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Authors: German Castro Caycedo

Objetivo 4 (4 page)

BOOK: Objetivo 4
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Poco a poco él fue tomando confianza porque se dio cuenta de que nosotros éramos serios y muy exactos. Una de las peculiaridades que tenemos en Inteligencia es la puntualidad con las fuentes y no les prometemos miles de millones de pesos cuando una situación amerita diez, veinte. No pintamos pajaritos en el aire ni les mentimos. Les decimos:

—Nosotros estamos en condiciones de hacer esto y aquello: ¿Le sirve? ¿No le sirve?

—No

—Entonces cuando tenga una información que nos pueda brindar y que usted se sienta bien con nosotros, la trabajamos.

No es bueno obligar a las personas a que colaboren porque eso afecta mucho la seguridad y la información.

Cuando empecé a explicarle, preguntó:

—¿Y qué gano yo con la entrega de Martín Sombra?

—Martín está en un segundo nivel. Es la clasificación que tiene el Ministerio de Defensa. Por él se pueden pagar hasta mil setecientos millones de pesos.

Cuando le dije "mil setecientos millones de pesos", a pesar de que él movía dinero, se le abrieron los ojos.

—Pero... ¿Eso sí lo pagan? —preguntó.

—Yo me he encargado durante bastante tiempo de formar parte de un comité en el Ministerio de Defensa que se encarga de pagar las recompensas y a fe que el Estado paga como dice. Obviamente que el comité evalúa la información, los resultados y con base en eso se paga. Pero se paga en estas condiciones: yo dinero por adelantado no le voy a dar a menos que necesite para el sostenimiento, el transporte, alguna cosa urgente... Le daré ese tipo de apoyos, pero no le voy a dar un millón de pesos por adelantado o diez millones. Eso no lo hacemos.

Le expliqué muy bien todo, le dije cuáles eran los procedimientos, cómo se pagaba... Él, por su parte, sabía que éramos puntuales y que lo teníamos muy bien controlado.

A esa altura contábamos con la fortuna de comprobar qué cosas sucedían del pueblo La Cooperativa hacia adentro del Llano. Diana, la mujer de Arauca, u otra persona nos las contaba y sabíamos cuando Saúl entraba y se iba a tal finca a encontrarse con Efreén, el cabecilla guerrillero.

Por ejemplo, supimos que en alguna oportunidad entró y se emborrachó, y yo luego le dije sin que mediara palabra:

—¿Se acuerda de la noche que usted se emborrachó y les llevaron unas muchachas de Puerto Lleras?

Él volvía a quedar loco. Loco. ¿Este hombre por qué sabe eso?, se debía preguntar, y me decía:

—Bueno, si usted tiene tanta gente, ¿por qué me toca a mí? Hermano, ¿por qué me buscó a mí? ¿Por qué no buscó a tanta gente que hay por ahí? ¿Por qué yo? Dios mío...

—Porque usted es la persona más madura, más sería, de manera que cuando yo le dé su dinero no se va a enloquecer gastándoselo y va a seguir trabajando allá... No espero que se termine este trabajo y usted se pierda. No. Necesito que usted siga con nosotros.

Realmente sabíamos que él no iba a perder la cabeza gastando el dinero, como sucedió una vez que pagamos doscientos millones de pesos a una gente y a la semana ya no tenían plata. La derrocharon en seis días. Luego los mataron.

Bueno, pues Saúl, el del camión, sigue trabajando allá y ahora tenemos determinado otro objetivo para actuar en otro frente y está haciendo también un buen trabajo: es metódico, no tiene prisa.

Porque esa es otra cosa: el trabajo de inteligencia es pausado, tiene sus tiempos, así como la guerrilla dice que ellos son a temporal es, pues nosotros también.

Bueno, cuando estuvimos seguros de que este hombre era fiel con nosotros, cuando corroboramos que lo que nos estaba diciendo era cierto, le propusimos que nos ayudara a entrar a la zona del campamento guerrillero a una pareja de muchachos jóvenes, pero con miras a que se internaran más en la llanura, donde estaba uno de los puntos de descanso de la guerrilla.

El lugar que Saúl debía escoger tenía que ser punto de tránsito de Efreén, de Martín Sombra y de Pitufo, el segundo al mando. Se trata de un lugar que tiene la guerrilla para tomar trago, para escuchar música, para llevar mujeres.

Afortunadamente las cosas nos coincidieron porque una de las fincas aledañas a esa zona quedó desocupada, y él me dijo:

—Los voy a meter primero al poblado, pero un mes después o algo así, mientras Pitufo, el que maneja el dinero y las cosas de la cotidianidad de esa estructura, me da la entrada de los muchachos a la finca desocupada, los ubicaremos allá. Esa casa está muy cerca del anillo exterior de la guerrilla.

—Listo, hagamos eso —respondí.

Unos días después le presenté a Saúl, el del camión, a Sara y a Samuel, su marido, puesto que aquel iba a poner la cara por ellos ante la guerrilla. Efectivamente Saúl los introdujo en ese medio.

Saúl es un hombre muy suspicaz y por tanto lo prueba mucho a uno. En esa oportunidad me dijo:

—Estimo que usted no me va a quedar mal. Vamos al campamento y yo lo llevo para que vea qué es lo que hago por allá.

—Estoy listo, entremos.

Nos fuimos preparando porque eso no es tan fácil: se montó una barrera electrónica para seguridad mía. La operación debía durar un día y medio, es decir, entrada por salida.

Nos fuimos. Yo llevaba el cuento de que iba a ayudarle a introducir baterías y cosas de esas. En el sitio hasta donde entramos había una construcción, si se puede decir construcción: una habitación, una especie de cocina, todo a medio hacer con tablas burdas, un cuarto grande donde se reunían los guerrilleros, un cuarto pequeño para un mando medio y un baño para el cabecilla.

Pero así como cuando uno de policía ve a un delincuente encuentra que no mira a los ojos y uno dice "Esta persona tiene algo. Algo le pasa a ese tipo... Ese tipo es un bandido", ellos también desarrollan ese instinto.

Me acuerdo tanto, pues yo había entrado con Saúl y a él todo el mundo lo conocía y todo el mundo lo quería y nadie lo molestaba porque es amiguísimo de John Cuarenta, no nos requisaron a pesar de que yo llevaba un morral. Nadie miró el morral, nadie me tocó para saber si iba armado. Nada. Absolutamente nada.

Saúl entró a hablar con algunos de ellos y yo llegué hasta ese punto en aquella oportunidad. Eso al fin y al cabo me sirvió porque más tarde buscaríamos ingresar algunos elementos especiales.

En este primer viaje un guerrillero indígena empezó a mirarme y si yo me movía él se movía, y empezó a meterle el dedo al disparador del fusil. Eso es inquietante. Cuando vi que la cosa estaba tensa, me le fui y le dije:

—Hermano, usted tiene esa fornitura —el arnés que llamamos nosotros— muy vieja. ¿No necesita que se la cambie? Yo le consigo una nueva y usted me da una platica, no mucha pero yo le consigo algo bueno y nuevo, hermano. Porque eso está muy molido, muy viejo.

De una vez el muchacho bajó la guardia, y yo seguí hablando: —No, pues yo vengo aquí con Saúl. Díganme qué necesitan y yo se lo traiga Yo vengo dentro de un mes y medio, dos meses... Y empezaron los guerrilleros:

—A mí tráigame tal cosa...

—A mí tal otra...

—A mí tal otra.

Saqué pluma y papel y comencé a hacer una lista y de paso me quité al tipo de encima, pero fue un momento tensionante, tensionante, porque, ¿qué? Le pegan un tiro a uno y muerto se queda.

Aquella vez fuimos en un campero pequeño porque, ante todo, Saúl quería probarme en el sentido de si yo era capaz de ir con él. Obviamente yo ya estaba seguro de que el tipo no me iba a entregar. Por eso fui.

Allí Saúl me dijo:

—Martín Sombra va a venir por plata porque Efreén no le está mandando y lo citó para que viniera personalmente, sobre todo porque el Mono Jojoy —mono le dicen en Colombia a quien tiene el cabello claro— está exigiendo que le entreguen los dineros al viejo.

De hecho, el Mono Jojoy giraba dinero para Martín y Efreén se quedaba con él. Como quien debía responder era Pitufo, el de las finanzas, Efreén le exigía silencio o de lo contrario lo mataba.

Bueno, resumiendo, supe que Martin Sombra iba a salir a un sitio accesible para Sara y Samuel.

Como decía, la primera entrada fue en un campero, llevamos las cosas pequeñas que se podían entrar: unas baterías para linterna, unas linternas, unas medias, bueno... Llevábamos también avituallamiento, pero no mucho. En esa oportunidad le encargaron a Saúl que llevara comida en mayor cantidad.

Poco a poco la información de la gente nos fue trazando un perfil de Martín Sombra. Casi todos los que hablaban de él decían que aquel hombre rezaba a las muchachas para que se acostaran con él, y Saúl, el del camión, les dijo a Sara y a Samuel:

—Tengan mucho cuidado porque Martin tiene pacto con el diablo.

La gente estaba convencida, pero absolutamente convencida de que Martín era un demonio y que la Fuerza Pública, a pesar de que le había hecho tanta operación, no lo había cogido porque él se convertía en muchas cosas... Y si le gustaba una muchacha terminaba acostándose con ella. Y si ella no le hacía caso, él la rezaba y le trastornaba la razón por un tiempo.

Contaban, por ejemplo, que una muchacha del poblado bajó al campamento donde estaba Martín y a él le gustó la niña. Le gustan mucho las jovencitas.

Entonces la niña con su ímpetu de juventud no le puso cuidado al viejo, gordo, barrigón, barbado, y a él no le gustó el asunta Decían que la niña se quedó en el patio de la finca y Martín se fue hacia el monte, y desde allá empezó a mirarla, la rezó y luego se fue.

Después contaron que la niña de un momento a otro empezó a gritar y a correr como loca y partió dando voces por todo el patio y se fue desnudando y luego caminó hacía el monte, al lado contrario para donde salió Martín Sombra. Supuestamente ella perdió la razón y después la encontraron túmbila, como aturdida, pero ya le había pasado la locura.

Ese fue el preámbulo.

Una vez llegó Sara, le dijo:

—Cuando se vea con Martín, no lo vaya a hacer poner de mal genio. Llévele la corriente, pero, ojo que ese señor sabe embrujar a las mujeres y termina por acostarla.

SARA (Inteligencia)

Yo había realizado actividades de Inteligencia en las selvas del sur del país, en la Amazonia, también en el Pacífico, en el Caribe, como enfermera, como vendedora ambulante: relojes, teléfonos, antenas, y Juego me enviaron a los Llanos Orientales.

En el Área de Operaciones de Inteligencia en Bogotá nos explicaron el trabajo que debíamos hacer. Sobre un mapa nos mostraron el sitio hasta el cuál debíamos penetrar: una zona de difícil acceso, porque según informaciones se trataba de un sector controlado por la guerrilla, y allí nadie podía entrar porque sí.

La idea inicial era mirar qué mecanismos podíamos implementar para poder llegar y ganar la confianza de la gente y una vez allá poder informar qué se estaba moviendo, cómo se estaba moviendo, qué clase de personas se veían y, desde luego, ubicar al objetivo principal que era un tal Martín Sombra.

La idea fue entrar con Samuel, otro agente de Inteligencia que hacía las veces de mi esposo. Nos dieron documentos, me quité los brackets, me teñí el cabello y fui bajando el perfil, porque una mujer con el pelo claro es posible que llame mis la atención en aquellos lugares.

Nosotros creamos una historia sobre la vida de cada uno, porque en cualquier momento me iban a preguntar cómo se llamaban mis padres, donde estudié, dónde había trabajado y en qué, es decir, todos los antecedentes de mi vida, porque si Samuel era mi esposo tenía que conocerlos y lo mismo yo de sus cosas: cuántos años llevábamos viviendo, dónde nos habíamos casado, fotos del matrimonio...

De todas maneras, la idea era tratar de dejar las cosas sin detalles, de manera que él no tenía papá, nuestro matrimonio había sido difícil porque la familia mía no lo aceptaba y nos tocó casamos a las escondidas. Por eso no teníamos fotografías.

Nosotros cuidamos mucho los detalles porque allí es donde uno cae. El libreto de cada uno tenía, qué se yo, veinte, veinticinco páginas, que aprendimos con puntos y comas, y repetíamos una y otra vez.

Terminadas las primeras dos semanas de preparación viajamos a Villavicencio donde nos presentaron a Saúl, que tenía un camión y nos iba a introducir a la zona.

Se trataba de alguien que hacía el papel de familiar mío, que conocía las condiciones difíciles de nuestro matrimonio por aquello del rechazo de mi familia, que estábamos mal económicamente y que él nos había llevado para vinculamos a la zona y así permitirnos que consiguiéramos algún trabajo.

De todas maneras Saúl, el del camión, sabía que yo tenía la ideología de la guerrilla y siempre me había gustado ese cuento, porque yo le comenté que me gustaría irme para esa zona.

Entramos a Puerto Lleras y de allí seguimos a La Cooperativa, un poblado más pequeño y, como dicen, en el confín de la llanura, en el que la gente se acostumbra a vivir en malas condiciones.

Ellos, por ejemplo, tienen sus cultivos, sus cositas, algunas veces consiguen un dinerito y ese se queda en los salones de billar... El poblado son casuchas de madera y salones de billar. Los fines de semana la gente va a gastarse lo que tiene, y lo que no tiene también, en juego y en licor, de manera que cada vez están más hundidos en la pobreza. En sus casas no tienen nada, los pisos son de tierra y las cocinas de leña. Desde luego, fuera de huecos en el suelo, no conocen un sanitario.

A nosotros nos tocaba adoptar esa vida. Desde el primer instante comenzamos a mirar cómo podríamos, aparte de estar en el pueblo, entrar un poco más a la zona rural. Saúl, el del camión, habló de una finca a la que podíamos ir y arreglar y asear y tratar de vivir allí porque se trataba de un lugar abandonado.

En la casita hasta hacía unos meses había vivido una familia formada por la pareja, dos niños y una niña, pero resulta que los guerrilleros llegaron un día a llevarse a los niños para la guerrilla y el papá no accedió. Y como no accedió le mataron a los niños y lo dejaron solo con la niña.

Saúl nos contó que el guerrillero que había matado a los niños había ido una noche borracho a la casucha, había tratado de violar a la niña y el papá le dio una golpiza tremenda y ese día, del mismo miedo, este hombre agarró a su esposa y a su niña, huyeron desterrados y dejaron abandonada la finca.

Total, cuando nosotros llegamos encontramos una casita de tablas saqueada, no tenía puertas ni ventanas, la letrina estaba destruida, la cocina también, el piso de la habitación era tierra pisada como el de las casuchas del pueblo.

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