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Authors: German Castro Caycedo

Objetivo 4 (2 page)

BOOK: Objetivo 4
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El número del celular nos llegó a través de un buzón muerto y con él la gente de Operaciones hizo un estudio de "la sábana telefónica, es decir, la lista de todos los abonados con que se comunicaba ese número, y a partir de allí vino un análisis.

A través de un software especial obtuvimos una matriz que nos dijo, por ejemplo, que ese número marcó veinte veces a este otro número.

X número le marcó setenta veces a tal...

Con esta información empezamos a indagar en torno a los que tenían mayores frecuencias para establecer a nombre de quiénes figuraban, quién era una persona, quién era la otra... Y con sistemas de ubicación miramos dónde estaban "pegando" los celulares: es decir, dónde estaban ubicados.

Se sacó un rango de una semana y en ese tiempo Ortega hacía treinta llamadas a un tres-diez.

De ese tres-diez hacían veinte llamadas a otro tres-diez, pero este sólo recibía y enviaba.

Total, sólo había comunicación entre ellos tres.

Eso nos causó curiosidad. Entonces, verificamos dónde "pegaba" el primer tres-diez de la firma Comcel y nos dio su ubicación en el mismo Planadas, pero en la zona rural.

Luego verificamos el segundo punto. Ese estaba localizado más hacia el sur de Planadas y en este caso también ubicamos su posición exacta y, desde luego, nos dimos a la tarea de monitorear las comunicaciones. Duramos un mes escuchando, pero siempre:

—¿Qué hubo? ¿Qué más?

—Sí, sí. Aquí descansando. Aquí esperando —le decía el hombre de Planadas al primer tres-diez

—¿Qué hay para hacer?

—Tranquilo que nosotros le avisamos.

Pero un día salió una comunicación del último punto que le decía al otro:

—Al final de la que estamos voy para allá. (Es decir, voy al final de la semana).

A los diez minutos, llamaron al señor de Planadas:

—Aliste todo que lo va a visitar el familiar.

Ese día no logramos contacto con los policías de Planadas, y enviamos a dos personas a Ibagué, la capital del departamento —es decir, empleamos cuatro horas para lograr contacto con ellos— con el fin de que "engancharan" al objetivo.

Los enviados llegaron a Ibagué y a través de la seccional de Inteligencia entraron también como agentes normales a pedir comunicación con la estación de Policía de Planadas y avisar que había un problema familiar en el hogar de uno de los dos muchachos. Que lo necesitaban urgente. Que se comunicara con la mamá.

Él se comunicó con nosotros, y le dijimos:

—Parece que su mamá lo va a visitar el fin de semana. Esté atento que ella se encuentra muy enferma y va para allá.

Llegó el sábado. A las ocho de la noche apareció la camioneta que confirmaba la visita: de ella salió un hombre vestido de paisano, con sombrero, un metro con sesenta y ocho, moreno, gordo y entró a la casa. La camioneta se fue. Dos horas más tarde empezó a escucharse música y luego entraron allí mujeres jóvenes.

El policía de Planadas tenía en la estación línea abierta por la enfermedad de su mamá, y nos informó:

—Bueno, mamá, aquí todo está bien. Estoy cumpliendo las indicaciones para no enfermarme yo también; me lo estoy tomando todo, pero me falta conseguir el nombre del medicamento más importante. Si lo encuentro, le aviso.

La rumba duró desde el sábado por la noche hasta el domingo sobre las once y media de la noche cuando llegó la camioneta por el señor. El tipo salió con su sombrero, y el policía nos contactó:

—Mamá, ¿ya se puso bien? Bueno, porque me tenía preocupado. Yo aquí no estoy tan preocupado. Ya conseguí su medicamento, se lo envío en una encomienda.

Eso nos obligó a tener más contactos de las líneas celulares. A los cinco días del contacto con Don Martín, salió otra comunicación:

—Sí, sí. Todo muy bien. Todo muy bien. Gracias por la reunioncita que hicimos allá.

El de "más al sur" le daba las gracias al segundo tres-diez y ese le comunicaba lo mismo a Ortega, el hombre de Planadas.

—Que muchas gracias, que sí, que más adelante le diremos cuándo va a volver a visitarlo su familiar.

Las fotografías sí se las tomaron, pero para tener acceso a ellas debíamos esperar otro mes, hasta cuando los policías pudieran salir a descansar y fueran a visitar a sus familiares en la capital del departamento.

¿Por qué un mes? Por precaución, pues la guerrilla se les iba a meter a Planadas. En ese tiempo recibieron cinco hostigamientos y un día, estando de patrulla en la zona, los atacaron.

Mientras tanto, nosotros esperábamos, primero, que no les sucediera nada y, segundo, que pudieran salir cuando volviera la calma. (En lo que se llaman las estaciones de Orden Público o zonas de guerra, cuando la guerrilla está más activa no pueden ausentarse, es decir, no se baja la guardia).

Transcurrió el mes. Yo permanecía en nuestra Unidad de Análisis en Bogotá buscando información, pero cada vez que salía algún registro de aquéllos celulares yo entraba en contacto con quienes estaban en el monitoreo y tenían la comunicación en tiempo real. En ese lapso no se presentó nada especial.

Finalmente nos llegaron los rollos fotográficos y empezamos a buscar en los registros a un guerrillero con las características anotadas. Reunimos más de diez mil archivos de imágenes y de videos y empezamos a buscar cronológicamente. Empleamos varios días en aquella labor pero no encontramos nada.

Una semana después de repasar tanto en video como en fotografías, llegamos a un archivo de lo que se llamó la Zona de Distensión —donde habían tenido lugar conversaciones fallidas de la guerrilla con representantes del gobierno en búsqueda de la paz—, archivos de imágenes conocidas e imágenes inéditas y por fin en una que captaba la alineación de varios cabecillas al lado de Tirofijo, encontramos a uno parecido a nuestro objetivo. Ese tenía las características de Don Martín.

Reprodujimos aquella foto, tomamos la que nos enviaron los muchachos de Planadas, se imprimieron y se enviaron al laboratorio técnico de imágenes de la Dirección de Investigación Criminal y allá hicieron el estudio de los rasgos, para saber si correspondían o no. Toda la información que teníamos sería valorada.

A la vez, con estas gráficas hicimos lo mismo que con la fachada de la casa, y entrevistamos nuevamente al desmovilizada A él le llevamos dos hojas con fotografías y de forma inmediata identificó la que le habían tomado los muchachos al objetivo.

Ya sabíamos que él era, sabíamos que se trataba de un guerrillero importante, que estuvo con Tirofijo, pero ¿cómo era su nombre completo?

Nos comunicamos con los archivos de inteligencia de la Zona de Distensión en el sur de Colombia y pedimos que nos enviaran todo lo histórico de aquel lugar. Todo.

—¿Qué están buscando?

—Envíennos todo.

—No, pero es que son más de cincuenta CD y más de trescientas hojas.

—Pues envíenlas.

Efectivamente, la información llegó en CD y en sobres. Duramos un mes revisando los discos y no encontramos nada. Luego empezamos a leer. En un escrito de aquellos hablaban de una ceremonia de condecoración. Decía que el camarada Manuel (Tirofijo) con su plana mayor había asistido a una reunión de condecoración. Lo acompañaban, tal y tal. Nombraba a los de la foto de la fila que ya habíamos visto y el sexto fue identificado.

Inmediatamente llamamos a Salomón:

—Ya tenemos el nombre.

—¿Cómo lo lograron?

Le contamos lo del desmovilizado, lo de la revisión de discos y textos, lo que habíamos confrontado, lo que dijeron los de Planadas, la revisión de mil quinientos archivos en Word, tantos en Power Point, tantos en los CD, y finalmente llegamos al objetivo:

—Se llama ¡Martín Sombra!

En primer término el equipo especial hizo un análisis de todo lo que significaba aquel hombre. Esa fue realmente la primera fase de la operación: su historia, quién era, cómo era, de sus familiares quién vivía, ir hasta el pueblo y ver si la cédula era verdadera o no, ir a la Fiscalía General de la Nación para saber si tenía órdenes de captura o no, entrar en contacto con Asistencia Internacional para saber si tenía alguna circular roja de Interpol o no.

SALOMÓN(Oficial de Inteligencia)

Identificado aquel seudónimo llegamos pronto al nombre verdadero: Helí Mejía Mendoza, digamos, un hombre de la cúpula de las FARC, un antiguo guerrillero que ingresó cuando niño a las filas de lo que llamaron en los años cincuenta "los bandoleros liberales", cuyo nombre real era Autodefensas Liberales de la región de Rioblanco: "Época de la violencia", una guerra civil con sus oponentes políticos.

Su padre fue superior de Tirofijo.

Más tarde, luego de ser infiltrados por el Partido Comunista, estos campesinos crearon la guerrilla de las FARC y Martín Sombra reingresó al grupo.

Desde entonces tuvo, digamos, línea directa con los cabecillas de esa organización. Fue creador de varios frentes, hizo cursos de conducción de tropas y Estado Mayor de Frente, dirigió más tarde la toma a la base militar de Girasoles en la serranía de La Macarena, al suroriente de Bogotá, y a raíz deesa operación fue distinguido con la máxima condecoración creada por las FARC para el caso: la misma de la fotografía.

Más adelante fue jefe de varios frentes guerrilleros.

En el marco de la Zona de Distensión fue encargado de recibir y guardar el dinero que ingresaba por concepto de narcotráfico y a comienzos del milenio recibió la custodia de militares, policías, políticos y "contratistas" estadounidenses secuestrados.

Posteriormente fue enviado a diferentes ciudades del país en busca de una intervención quirúrgica que lo curara de una lesión severa en una de sus rodillas.

Justamente como un paso dentro de los seguimientos que realizamos en su búsqueda y localización durante cerca de tres años, nosotros tuvimos a una pareja de agentes en las extensas llanuras al oriente de los Andes. La muchacha tenía el nombre de Sara. En esa operación su compañero de misión se llamó Samuel.

Ellos salieron para los Llanos Orientales, y se instalaron primero en un poblado infestado de guerrilleros llamado La Cooperativa.

La chica llegó allí con la historia de que había tenido que huir con su esposo por problemas personales, y Saúl, el del camión —un auxiliador de la guerrilla para tres frentes de las FARC—, los insertó en la zona.

Sara es una patrullera inteligente y llena de imaginación, que empezó a hablar de lo que creía era la filosofía de la guerrilla y así fue logrando acceso a ese mundo, de manera quele permitieron internarse y luego instalarse en una finca muy cercana al campamento de la guerrilla, ya en la costa de la selva amazónica.

Eso nos trajo muchas historias. Por ejemplo, Sara y Samuel entraron una tarde a uno de los salones de billares del poblado en busca de lo que llamamos un buzón muerto, y se encontraron allí con un grupo de guerrilleros.

Samuel contó luego que entre ellos había uno apodado Pija, un sicario, un matón de las milicias de aquella zona que, de acuerdo con lo que habíamos podido establecer, era enviado a diferentes lugares a matar gente.

Bueno pues el tal Pija comenzó a beber cerveza y a jugar, y como era el bravero del pueblo, los miró mal, sobre todo a Samuel, y de pronto, soltó al aire:

—Pues aquí entra mucha gente, pero muy poquitos salen.

Le clavó la mirada a Samuel y colocó su pistola encima de una mesa.

Decían que a Pija no le importaba nada matar a una persona. Disparaba por disparar. Desafortunadamente la pareja tenía que permanecer allí para entregar un mensaje y el trámite era inaplazable.

Bueno, pues finalmente lograron sortear la situación y hacer lo del buzón.

No puedo continuar sin contar primero la historia de Saúl, el del camión, aquel auxiliador de la guerrilla que terminó siendo la pieza clave para que Sara y Samuel se ubicaran en la zona de La Cooperativa, ese poblado perdido en los Llanos Orientales.

Esa historia comenzó en Arauca con Diana, una señora de unos sesenta años, cabelló negro, una llanera maciza, fuerte, muy activa, muy despierta que por esas cosas de la vida terminó enrolada como colaboradora de las FARC a lo largo de la llanura: desde Arauca, al norte —frontera con Venezuela—, hasta el sur, en la región del Meta, a cientos de kilómetros por caminos y sendas de tierra.

Ella tuvo un hermano secuestrado por la guerrilla, solucionó el problema entregándoles sus pocos bienes, pero se enamoró de un cabecilla guerrillero, vivieron un romance y eso le abrió las puertas al mundo de los secuestradores.

Por ejemplo, allí conoció a un tal Granobles, hermano del Mono Jojoy —uno de los jefes importantes de aquella organización—, y con el tiempo eso le permitió convertirse en un buen contacto en aquellos inmensos territorios.

Obviamente que como era una mujer que trabajaba para ellos, mi acceso no podía ser directo y decirle de entrada: "Yo soy de Inteligencia de la Policía de Colombia Necesito que me ayude".

En aquel momento teníamos una comisión en Arauca —tierra de la vieja Diana— y otra en el Meta —tierra de Saúl, el del camión— y empezamos por hacer un trabajo para conocer quién era la señora y cómo se movía, pues informes de Inteligencia señalaban que ella intervenía en algunas cosas de la guerrilla, algo que llamamos la parte logística: comida, ropa de camuflaje, combustibles, medicamentos, esas cosas...

Inicialmente supimos dónde vivía, la individualizamos perfectamente, verificamos qué antecedentes judiciales tema, si tenía órdenes de captura pendientes, pero no, En ese sentido estaba limpia.

Una cosa particular es que ellos cuidan mucho a esa clase de personas. Las FARC se preocupan por que tengan una hoja de vida judicial en blanco para que no despierten suspicacias y puedan moverse libremente.

De hecho, Diana, la de Arauca, se movía sin ningún problema, pasaba por los puestos de control de la Policía y del Ejército en el área rural, porque, como ya lo habíamos establecido, ella entraba a los campamentos de algo llamado el Décimo Frente de las FARC para entrevistarse, por ejemplo, con un tal Misael, el segundo al mando, o con Arcesio, el principal de esa estructura, hombres importantes para el desarrollo del narcotráfico y, desde luego, de las finanzas de un sector de la guerrilla.

Pero también, ella hacía tareas para el Frente Veintisiete y por eso se movía hasta el Meta —la tierra de Saúl, el del camión— en funciones específicas: "Necesitamos a una persona que nos consiga celdas solares...".

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