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Authors: German Castro Caycedo

Objetivo 4 (42 page)

BOOK: Objetivo 4
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De todas maneras, estuvimos toda la noche a la expectativa y a las cinco de la mañana del octavo día llamó nuestro jefe;

—¿Qué ha sucedido?

—Nada. Todo ha estado muerto

—Bueno, si hoy no logramos algo, nos vamos a devolver porque la gente está cansada, está saturada, llevamos ocho días, hay gente que se está enfermando, se están agotando la comida, el agua. Vamos a devolvernos.

RAÚL (Jefe de comandos)

Los Hombres Jungla comenzaron a hacer su recorrido y unos minutos después uno de mis comandos me llamó y me dijo que "el peluquero" quería colaborar. Fui hasta allá:

—¿Qué sucede?

—No, hermano, déjeme ir y yo le ayudo.

—No, usted no está en condiciones de exigir nada. Simplemente ayúdeme y yo le ayudo también. Usted a mí no me interesa. Yo sé que usted es un peón en este ajedrez. Al que necesito es al rey

—... Noooo, nooo.

—Bueno Dejemos las cosas así.

—Nooo. Un momento, un momento. El rey está en la palma. Está en la palma.

—¿Cómo?

Cerca de la casa había un lavadero de ropa y al lado del lavadero se levantaba una palmera, y recostadas contra el tronco una serie de tablas largas que desde luego bajaban al piso abriéndose y formando una especie de choza.

Miré a mis hombres y señalé la palmera con un movimiento de cabeza y justamente el hombre más bajo de mi grupo que se encontraba cerca de las tablas se agachó, miró y gritó:

—¡Aquí hay algo, detrás de las tablas hay algo, hay algo!

Corrí y cuando me acercaba el muchacho estaba retirando una de las tablas: lo primero que apareció fueron dos pies con unas medias blancas sucias.

Lo rodeamos, corrimos el resto de las tablas y allí estaba el bandido apoyado sobre los codos y las rodillas, la cabeza agachada, olía a su propio estiércol, a sudor, barbado, tembloroso y frente a su cara una pequeña bolsa de plástico con arroz frío, dos o tres trozos de plátano y un tarro con agua. Comía con las manos... Un hombre con los ríos de dinero que manejaba, con el poder que creía tener sobre la vida de la gente, con esa arrogancia, y allí, temblando como un niño.

Ahora lloraba, levantó un poco la cara y me miró:

—No me vaya a matar. Por favor, no me mate.

—Nosotros no lo vamos a matar. Vinimos solamente a capturarlo. Salga de ahí.

El hombre llevaba consigo una pistola, pero en ningún momento trató de utilizaría. Por el contrarío, no tuvo ningún tipo de reacción. Simplemente temblaba de miedo. Le pregunté cómo había hecho para moverse hasta esa casita, pues nosotros teníamos controlada toda la zona.

—Estaba con veinte hombres en un campamento cuando me cayeron dos helicópteros...

Se refería a la primera fase de la operación, dio algunas explicaciones vagas, pero inmediatamente nos dimos cuenta de que no era un mal estratega. Se trataba de un perro viejo.

Cuando nosotros hacemos un asalto, medimos el curso de las acciones en caso de que la operación no sea efectiva y calculamos hacia dónde puede coger un objetivo. En este caso la ruta de escape tenía que ser por la parte boscosa de la serranía.

Efectivamente, él me dijo luego:

—Yo sabía que ustedes me iban a buscar en el bosque y por eso me fui solo por campo abierto, corriendo a través de un pastizal. Cada vez que los helicópteros se acercaban me lanzaba al piso y la misma hierba me cubría. Así logré salir de esa zona.

Lo que quería decir que, efectivamente, ingresó al área que nosotros queríamos. Se reunió con su gente dentro del cuadrante en la segunda fase de la operación. Por eso lo primero que dijo fue que lo dejaran solo con cuatro hombres. Andaban de noche, sin armamento, vestidos de campesinos, tres iban adelante por la ruta que él indicaba, y desde luego, le informaban por celular o por radio de dos metros hacia dónde debía dirigirse.

El séptimo día llegó hasta un punto donde vio que no podía seguir moviéndose en esa forma y lo que hizo fue continuar solo luego de atarse con su muchacho de confianza en la casita donde lo capturamos.

Luego de un par de palabras lo llevamos hasta la casa, le dimos agua y llamé a mi jefe y él me preguntó de forma inmediata:

—¿Usted por qué no ha llegado? Aquí estamos esperándolo esta operación se acabó...

—Jefe, es que le tengo un detalle...

—¿Cómo así? ¿Cuál detalle?

—Aquí tengo a Mario. Tenemos al objetivo.

—Pero ¿Mario, Mario? ¿Daniel?

—Sí, señor. Aquí tengo a Daniel Rendón Herrera, alias 'Don Mario'.

—¿Seguro?

—Se lo juro. Aquí lo tengo.

Yo escuchaba los gritos, las risas y él me decía:

—Cálmese. Cálmese.

—No. Cálmese usted, jefe. Cálmese que aquí lo tengo.

No me creían.

LIBARDO (Inteligencia)

El tipo salió temblando de miedo. Lo acostamos en el piso para requisado, luego lo llevamos a la casa:

—No me vayan a matar. No me vayan a matar.

—No lo vamos a matar.

Temblaba como una gelatina. Pero como una gelatina.

—Yo sabía que un día me iban a capturar el Ejército o la Fiscalía, pero no la Policía. Gracias por respetarme la vida —dijo

En esa operación, como apoyo iban Hombres Jungla, porque nosotros éramos un grupo pequeño. Los Jungla llevaban en esa casa tres días. Una vez lo capturamos, Mario dijo que como todo lo habíamos copado, sin dejar una senda, ni un camino libre, llegó un momento en el que se sintió muy encerrado y lo único que tuvo a la mano fueron la palma y las tablas. Allí llevaba tres días escondido.

El grupo de Hombres Jungla que estuvo en la casa fue clave porque neutralizó al bandido. Sin embargo, un poco más adelante se había apostado otro sobre el único camino de salida y él ya lo sabía.

Antonio, nuestro jefe, había movido a su gente como un ajedrecista.

RAÚL (Jefe de comandos)

Veinte minutos más tarde llegaron los jefes, todavía sin creer que después de tanto esfuerzo se nos hubiera dado un buen resultado.

Tan pronto le comuniqué a mi jefe, él había llamado a mi general Óscar Naranjo, director de la Policía, quien tomó su avión en Bogotá; en Turbo, a orillas del mar, lo esperaba un helicóptero y ahora estaba allí con nosotros. Cuando nos vio se le asomaron un par de lágrimas de la emoción.

Luego se le acercó al bandido y le dijo:

—Usted es un asesino. ¿Cómo le va a responder al país por esos tres mil muertos que debe?

El bandido temblaba de miedo... Pero miedísimo. Luego mi general le dijo:

—¿Usted sabe todo el mal que le ha hecho a este país? ¿Se acuerda de las palabras de aquel video que mostraron en la televisión amenazándome de muerte?

—Yo soy un humilde campesino—respondió el bandido— Yo no soy lo que la gente dice... Señor, gracias por haberme respetado la vida.

ISMAEL (Coronel)

Capturamos a Mario y los medios de prensa lo informaron hasta la saciedad.

En ese momento yo tenía a un segundo grupo en Medellín trabajando contra otra banda criminal conocida como la Oficina de Envigado, pero no habíamos logrado arrestados.

A Mario lo capturamos a las siete de la mañana. Al jefe se le avisó a las siete y diez, y a las nueve los medios de comunicación lanzaron la noticia.

Los bandidos de Envigado se enteraron de la caída de Mario y como estaban en guerra con él, su jefe les dijo a los hombres:

—Sí, lo capturaron. Lo capturaron. Hay que celebrar. Nos vemos en el mismo sitio de la última vez.

En ese momento apareció un informante:

—Van a celebrar.

—¿Dónde?

—En tal sitio.

A las tres de la tarde empezaron a llegar a un conjunto de apartamentos. A las tres y media nos dieron la orden de penetrar y, sorpresa: encontramos allí a un tipo apodado Douglas, cabeza mayor de la Oficina de Envigado.

El mismo día habíamos capturado a los dos bandidos, que además, eran enemigos.

A Mario lo llevaron a una cárcel de ‘alta seguridad’ llamada Combita, antesala de la extradición a Estados Unidos, y allí se encontró con el Mellizo Pablo Arauca:

—A usted lo delató Manuel Gaviria —el informante estrella—, y a mí también me delató él. Ordenemos que lo maten.

—Y a la enfermera también.

—También.

Los bandidos ofrecieron dos millones de dólares para quien le diera muerte al informante, pero Comba, el jefe de un grupo de asesinos a sueldo, dijo que este andaba protegido por la Policía.

—No hay prisa —respondieron los de la cárcel

El informante estrella seguía trabajando con nosotros luego de la captura de Mario, y una tarde dijo:

—El Mellizo Pablo Arauca tiene en tal punto un escondite con fusiles.

Allí encontramos a una señora de unos ochenta años cuidando a un niño.

—¿De quién es esta casa?

—De una señora.

—¿Dónde está ella?

—No sé.

Manuel Gaviria había dicho, busquen aquí, aquí y allá.

Encontramos doscientos fusiles AK47. Todo un arsenal.

Luego me dijo:

—En Tumaco —puerto sobre el océano Pacífico— Pablo Arauca tiene otra casa a nombre de un tercero y allí guarda droga.

Fuimos al lugar y encontramos nueve toneladas de cocaína.

A este hombre no lo sacaron pronto del país —como estaba pactado—, por aquello de los trámites burocráticos y le escribió una carta al director de la Policía en la que dice que por su colaboración con el Estado se le ha venido el mundo encima, y que anda con su familia escondiéndose en un lado y en otro. Que están ofreciendo un precio muy alto por sus cabezas.

Habla de cuatro bandas criminales tras el dinero, pero además denuncia a algunos miembros de algo llamado Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía como cómplices de los criminales para llevarlo a una cárcel y allí ser liquidado.

A la enfermera le hicieron un atentado, pero la bala fue absorbida por la silicona que lleva dentro del pecho. En el ataque murió su novio de tumo.

Al sábado siguiente localizaron al informante estrella. Muerto.

Su familia fue escoltada por la Policía hasta el aeropuerto de Bogotá y logró salir del país.

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