Read Celebración en el club de los viernes Online

Authors: Kate Jacobs

Tags: #Drama

Celebración en el club de los viernes (16 page)

BOOK: Celebración en el club de los viernes
10.1Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Voy a ver a la directora general del V —le comunicó entonces a su padre.

—¿Cómo dices? —preguntó James. Parecía sobresaltado.

—Es el procedimiento habitual —explicó Dakota mientras tostaba una rebanada de pan blanco—. El chef elige a los alumnos en prácticas, pero el director general entrevista a todo el que llega al hotel. Deberías saberlo, trabajaste allí el tiempo suficiente.

—Oh, sí —contestó James, y tomó el último sorbo de café—. Supongo que se me había olvidado. Bueno, ¿y cuándo es esa entrevista?

—A las diez —respondió Dakota sacudiéndose unas migas de tostada de la chaqueta del traje mientras masticaba—, ¿Algún consejo?

—Sé tú misma y siéntate derecha —le dijo James, que dejaba los platos en el fregadero—. Y no te olvides de que van a venir tus abuelos y tu tío. Volamos esta noche. Tu billete todavía vale.

—Papaaaaa
—Dakota suspiró—. A veces tengo que cortar el cordón, ¿sabes?

—No lo haces —replicó él—. Esto no es más que un rumor sobre ser adulto. Pero la mayoría de nosotros todavía confiamos en nuestros mentores y, para algunos de nosotros, nuestros mentores son nuestros padres. Pasa unos días en Escocia. Tal vez aprendas algo que no sabías.

—De acuerdo, lo utilizaré en mi entrevista —dijo Dakota mientras rebuscaba en la bolsa de labores que llevaba consigo a todos lados, en parte por costumbre y en parte como mantilla protectora. Lamentó que el diario rojo de su madre no contuviera instrucciones explícitas sobre qué hacer cuando te veías frente a dos opciones tan sorprendentes y fascinantes en igual medida.

—He dejado un montón de pequeños regalos sobre tu cama. ¿Puedes llevártelos en el equipaje, por favor? Un detalle para todos. ¿Crees que a la abuela Bess le gusta el popurrí? Y esto también. Acabo de terminar un par de zapatillas nuevas para la abuela.

—Por supuesto —accedió James—. Puede añadirlas a su colección de un par para cada día.

De manera espontánea, Dakota se inclinó hacia su padre y le dio un abrazo.

—Ojalá pudiera ir, pero no puedo —dijo—. Pero tú sigues siendo mi favorito en el mundo entero.

—Sí, dile a esa directora general lo impresionada que estás con el viejo de tu padre —repuso James, orgulloso de sí mismo por no entrometerse. Miró a su hija mientras salía por la puerta para dirigirse a una entrevista con la mujer con la que había estado saliendo en secreto durante meses.

—Vienes muy bien recomendada —dijo Sandra Stonehouse mientras echaba una ojeada al curriculum de Dakota, con una mano descansando en sus gafas de montura color verde lima. Era una mujer de piel oscura y aspecto atlético, vestida con traje pantalón azul marino y unos diminutos pendientes de oro, y en cuya persona no parecía haber nada fuera de lugar; ni tampoco en su mesa, con la grapadora, la cinta adhesiva y el portalápices alineados. La señora Stonehouse irradiaba profesionalidad. Y aun así, Dakota se preguntó si esas gafas significaban que había algo más. No cabía duda de que parecía una persona a la que sería interesante conocer.

—No es habitual en alguien de tu edad —continuó diciendo. Dakota, que nunca había estado en una reunión similar, pensó que resultaba difícil interpretar su expresión neutra. Salvo en la escuela, normalmente ella participaba en la toma de decisiones. Se dio cuenta de que este era otro motivo por el que no estaba nada mal heredar un negocio familiar. ¡Aun cuando diera dolores de cabeza!

—Hace un verano estuve con el chef de la cadena hotelera en Roma. Me ha dado muchos ánimos —dijo Dakota antes de optar por revelarlo todo—. Mi padre era el jefe de arquitectos de esta cadena. James Foster.

—Sí, eso ya lo sé —dijo la señora Stonehouse sin levantar la mirada—. Una vez trabajé con tu padre en París, aunque entonces no lo conocía bien.

—Es un buen hombre —comentó Dakota. La señora Stonehouse alzó brevemente la cabeza con un esbozo de sonrisa en los labios—. Y ahora ha empezado su propio negocio. Tiene un éxito extraordinario. Está rechazando clientes a diestro y siniestro.

—Impresionante —dijo la señora Stonehouse, quien sabía que James, al igual que muchos emprendedores, había tenido que bregar con algunos contratiempos en los inicios—. La industria hotelera también ha sufrido. De modo que hay mucho que decir de la mercadotecnia y de intentar sobreponerse a las cosas. Pero hablemos más de ti, Dakota. Ponme en antecedentes.

Dakota pasó a dar detalles de la tienda de punto: tal como era y cómo esperaba que fuera, con la cafetería y todo lo demás.

—Y es por eso por lo que necesito un poco de experiencia en la vida real —concluyó—. Soy buena... o más bien no soy mala. Quiero aprender.

La señora Stonehouse asintió con un gesto de cabeza.

—Eres una joven muy seria —comentó. Quería decir que tenía una curiosidad tremenda por Dakota, pues había oído a James alardear y quejarse de ella y había pasado mucho tiempo imaginando aquel primer encuentro. No se había esperado que fuera en el hotel, no se había percatado de que Dakota cruzaría esa puerta hasta que no miró la agenda del día. En realidad, se había asustado e incluso consideró la posibilidad de decirle a su ayudante que hiciera la entrevista por ella. Pero al final, había antepuesto las necesidades del hotel a las suyas propias. Además, en el V, la directora general siempre tenía una reunión personal con todos los nuevos empleados.

—No siempre soy seria —dijo Dakota—. Lo que ocurre es que estoy calculando las cosas. Tratando de entender la vida.

Tras un silencio que pareció durar una eternidad, la señora Stonehouse se puso de pie y rodeó la mesa para acercarse a Dakota.

—Supone un gran esfuerzo trabajar en las fiestas —dijo. Hacía meses que James le había mencionado a Sandra el viaje a Escocia para asegurarse de que para ella no suponía un problema que se marchara por Navidad. Más adelante, mencionó que Dakota iba a trabajar durante las navidades y que la idea no le complacía. Sin embargo, en ningún momento le dijo que Dakota iba a ir al V. Tuvo que admirar su contención. Si hubiese sido ella, habría pedido el favor para que el trabajo de Dakota quedara cancelado. Decidió que lo menos que podía hacer era darle al hombre más importante de su vida el regalo que más quería en Navidad: pasar tiempo con su pequeña. De todas formas, si el romance con James continuaba, no quería que Dakota la acusara de manipulación más adelante. En Cornell no me prepararon para esto, pensó. Entrevistar a la hija de tu amante.

—Voy a ser franca contigo —prosiguió—. La mayoría de nuestro personal está haciendo lo posible por conseguir días libres. Y tenemos una vacante para una persona en prácticas después de Año Nuevo. Podrías echar una mano los fines de semana y prepararte para el desayuno-almuerzo de los domingos. Es uno de los servicios más destacados del hotel.

Dakota asintió con la cabeza muy lentamente. Piensa, piensa, piensa, se dijo. Estaba bastante segura de que reconocía esa clase de pregunta con truco de libro sobre cómo ser un entrevistado encantador.

—Estoy dispuesta a aceptar el reto —dijo entonces—. Puede que eche de menos a mi familia, pero sé trabajar duro y creo que poseo cualidades valiosas que aportar al V.

—¿Como cuáles?

—Como... ¿la voluntad de trabajar en navidades? —contestó Dakota con voz débil.

Intentó mostrar una sonrisa radiante enseñando un montón de dientes.

—Está bien, Dakota Walker —declaró la señora Stonehouse—. Estás dentro. —En realidad, al personal de la cocina le vendría muy bien un poco de ayuda adicional.

Pero esperaba de verdad que, en lo que a James concernía, no fuera ella la que quedara fuera.

Catherine estaba sentada en la cafetería menos pretenciosa de toda la ciudad —la charcutería de Marty— esperando a Anita y Dakota con expresión radiante.

—Estás sensacional —le dijo Marty, que terminaba el turno que le correspondía detrás del mostrador. Tenía la intención de seguir trabajando hasta que la charcutería se transformara en el café para hacer punto, lo cual significaba que aún le quedaban unos cuantos años para retirarse. Le llevó a Catherine un plato con galletas, y ella de inmediato cogió dos con pepitas de chocolate.

—De repente tengo un hambre que me muero —comentó—. Desde la propuesta de matrimonio estoy hambrienta.

—Quizá sean los nervios —dijo Marty—. Anita ha estado fresca como una lechuga desde que esto se convirtió en una doble boda. Ahora que tú estás involucrada puede hacer frente a Nathan porque está luchando por ti. Ya no se trata de ella.

—¿Qué está haciendo ese ahora? —Catherine consideró si comerse otra galleta.

—Bueno, lo normal —contestó Marty, que sí que tomó una—. Farfulla discursos largos e intrincados sobre el significado de la familia. Afirma que no asistirá. Pataletas, por decirlo así.

—¿Y su mujer? —preguntó Catherine.

—Lo deja despotricar —dijo Marty—. Pero claro, hace poco atravesaron una mala racha. Por lo que tal vez esto sea una buena señal.

—Entonces, ¿técnicamente voy a estar emparentada con Nathan de algún modo? —caviló Catherine—, ¿Ahora tendré que verlo con frecuencia?

—Tu futura suegra es su tía —explicó Marty después de considerarlo—. Y tus hijastros, sus primos. Pero no te preocupes. Casarte en esta familia es estupendo. Nathan es el único loco.

—Lo cierto es que creo que no es más que un tipo atormentado —comentó Catherine—. Está necesitado y representa un papel. Se comporta como un estúpido pero tiene buenas cualidades.

—Parece la descripción de un adolescente —dijo Marty, que se puso de pie cuando Anita entró en la tienda, rodeando a Dakota con el brazo, mientras el halo de su aliento las envolvía al dejar atrás el frío aire invernal.

—¡Adivinad quién ha conseguido su primer trabajo de verdad! —anunció Anita con los ojos fruncidos.

—Son unas prácticas —aclaró Dakota.

—¿Así que de verdad no vas a ir a Escocia? —preguntó Catherine—. Quiero decir... ¿estás segura?

—Por supuesto que está segura —se apresuró a responder Anita—. De lo contrario hubiese rechazado el trabajo y se marcharía con la familia. No se trata de un simple restaurante, ¿sabes? Además, las fiestas vienen cada año. —Se acomodó en su asiento en tanto que Marty iba a buscar bebidas para todos.

—Lo que te pasa es que estás acelerada porque son tus primeras navidades con tu nueva familia —dijo Dakota mientras dejaba la ropa de abrigo sobre una silla cercana.

—Tienes razón —coincidió Anita—. Todas las demás fiestas que vengan se quedarán en nada en comparación con estas.

—Se podría reunir a toda la familia en Italia en alguna ocasión —terció Catherine, que por una vez estuvo de acuerdo con Anita—. Eso podría ser divertido, pero probablemente Roberto tendrá cosas mejores que hacer. Estoy segura de que Marco lo superaría.

—Como lo de las prácticas —dijo Anita—. La familia es importante, pero unas prácticas son cruciales.

—Puede que nunca vuelva a tener una oportunidad así —añadió Catherine—. Pero, ¿una bisabuela de noventa y siete años? Es mejor que espere hasta que puedas hacerle un hueco en tu agenda.

—Está bien, está bien, me habéis engañado —exclamó Dakota al tiempo que cogía el café moca que le ofrecía Marty—. Creía que estabais emocionadas por mí de verdad.

—Dakota, estoy muy orgullosa de ti —dijo Anita—. Pero, ¿qué te hará más feliz cuando mires atrás? ¿Qué pasaste una Navidad memorable en casa de tu abuela con todos los Walker y con tu padre o que por fin aprendiste la manera de que no se bajara el
soufflé
?

—Eso ya sé hacerlo —dijo Dakota.

—Lo que quiere decir Anita es que aunque las fiestas sean todos los años, cada año solo se vive una vez en la vida —agregó Catherine.

—No invites al arrepentimiento cuando no es necesario —continuó Anita—. Todos tomamos nuestras propias decisiones. Tus prácticas tal vez te conduzcan a oportunidades maravillosas, o puede que solo aprendas un par de cosas y sigas adelante. Pero nunca dejarás de lamentar no haber hecho este viaje.

—No esperaba encontrarme en esta situación —dijo Dakota al fin, con sinceridad—. Estoy hecha un lío.

Anita intuyó su fatiga y cambió de tema, eligiendo para ello las próximas bodas de Año Nuevo. Dakota se terminó el café, agradecida de poder relajarse durante varios minutos mientras escuchaba una miríada de descripciones de los sueños de Catherine para su traje de novia y lamentó no haber tenido tiempo libre para ayudarla a elegirlo. Pero Anita estaba más que dispuesta a devolverle el favor a Catherine y se convirtió en su seudorganizadora de bodas, ofreciendo sugerencias e ideas para la combinación de colores.

BOOK: Celebración en el club de los viernes
10.1Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Second Night by Gabriel J Klein
Wed to a Highland Warrior by Donna Fletcher
The Missing Year by Belinda Frisch
Dance with the Doctor by Cindi Myers
The Princess of Las Pulgas by C. Lee McKenzie
Sands of Time by Susan May Warren
Moondust by Andrew Smith
Keen by Viola Grace