Read Osada Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Osada (31 page)

BOOK: Osada
10.4Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Unos momentos después, casi todos se habían desvanecido, aunque Badaya había tardado lo suficiente como para hacerle un guiño sutil a Geary, que deseó que Desjani no se percatase del detalle. Luego se giró hacia ella en cuanto Badaya se marchó.

—Lo siento, capitana Desjani.

—No es culpa suya, señor —dijo con firmeza—. Si me permite, tengo que volver al puente.

Se apresuró a salir, manteniendo una posición firme mientras pasaba al lado de Rione.

Ya solo quedaban Victoria Rione y la presencia virtual del capitán Duellos, además de Geary. Duelos se inclinó hacia Rione en un gesto de respeto, y luego se volvió hacia Geary.

—Lo siento. Mis gracias han hecho que la situación le resulte más complicada.

—Sí, me he dado cuenta. Pero recuerde que si yo muero, y usted me sucede al mando de la flota, mi espíritu lo vigilará y se reirá cuando intente lidiar con esta gente.

Duellos sonrió ligeramente.

—Lo tendré en cuenta. Me tranquilizará saber que su espíritu me vigila, aunque solo sea para divertirse. —Su mirada adoptó un tono de preocupación—. ¿No le parece que todo está demasiado tranquilo?

—Ahora que lo menciona, sí —asintió Geary—. Me pregunto si será porque nos esperábamos demasiados problemas y al final no se han materializado.

—No lo han hecho todavía —le advirtió Duellos—. Tengo el presentimiento de que nuestros problemas en este sistema estelar no se van a limitar a las reuniones.

—Deberíamos ser capaces de enfrentarnos a cualquier eventualidad —dijo Geary—. Aunque, también estoy un poco preocupado. Y hablando de problemas, ¿tiene alguna idea sobre cómo cerrarle la boca a la capitana Midea?

—Es algo en lo que he estado pensando —admitió Duellos—. Midea era la oficial ejecutiva de Numos antes de que la ascendiesen a capitana y la pusiesen al mando de la
Paladín
. Como ya comentamos en Ixion, sabía cómo controlarla. Podría preguntárselo.

—No, gracias. No creo que creyese nada de lo que me diga. Joder, incluso podría estar pasándole mensajes.

—Es posible. —Duellos se paró a reflexionar durante un momento—. De hecho, Numos podría estar incitándola a actuar de ese modo. Por suerte no la está empujando a llegar más allá de las palabras.

—Sí. La verdad es que es algo preocupante, pero lo cierto es que no sé qué hacer. —Geary miró a Duellos mostrando su malestar—. Y hablando de incitar a otros oficiales, en la siguiente reunión, por favor, absténgase de provocar a nuestros oponentes, ¿vale?

Duellos sonrió, se despidió con un saludo y se desvaneció.

Rione seguía sentada en su sitio. Miró a Geary, aparentemente calmada.

—Deberías dejar que me encargue de gente como esa Midea. No soy una oficial de la flota, y no puedo discutir sobre los movimientos de las naves en estas reuniones, pero ella está entrando en política, y en ese campo la supero con creces.

Se paró a reflexionar sobre lo que le acababa de decir, y luego asintió con la cabeza.

—Vale.

—Y deberías tener cuidado con enviar la nave de esa mujer tan lejos de tu control —añadió Rione—. Tal y como dijo el capitán Duellos, o está olvidando el hábito de obedecer a Numos, o la están provocando para que haga estupideces. Se está mostrando cada vez más agresiva y beligerante en cada reunión desde que este permanece arrestado.

—¿Crees que actuará del mismo modo con su nave?

—Estoy segura. No deberías dejar que cambie de formación. Hará algo en contra de las órdenes. Estoy convencida. Y cuando lo haga, podría arrastrar a otras naves con ella.

Aquella afirmación había llevado el asunto del campo de lo problemático al de la mayor de las preocupaciones.

—Joder. Puede que tengas razón. Ojalá... —Consiguió no pronunciar las siguientes palabras.

No obstante, Rione sabía cuáles serían.

—¿Habrías deseado que no me callase durante la reunión? ¿Esa misma en la que me hiciste un gesto claro de que me sentase y cerrase la boca?

—¡Eh, no te pedí que te sentases y cerrases la boca!

—Dejaste claro que debía callarme —afirmó Rione con tono frío—. No te culpo. Te habría puesto entre un agujero negro y una supernova.

—¿Por qué? —preguntó Geary, suponiendo que Rione sería la supernova.

—Porque si hubiese discutido la idea de cambiar la nave de Midea de formación, de estar tú de acuerdo, habría parecido la confirmación de que yo, la inefable política, ejerzo demasiada influencia sobre ti. —Rione hizo un gesto de rabia—. Sin embargo, por otra parte, si no digo nada, te quedarás sin una perspectiva que podría resultarte valiosa. No puedes actuar según opiniones que no te doy.

Geary se sentó, pensativo.

—¿Es eso lo que quieren mis oponentes de la flota, no? Separarme de la gente que me apoya y me da los consejos que necesito. Tú eres un claro ejemplo. El ejemplo más claro, de hecho. —Rione hizo un gesto de burla desde su sitio—. Además están esos rumores, que interfieren en el trabajo que Desjani y yo realizamos juntos. ¿Qué debo hacer?

—¿Con respecto a la capitana Desjani o a mí? —preguntó Rione de nuevo con tono frío.

—¡Con respecto a ambas! Ella es la capitana de mi buque insignia y tú eres mi consejera y mi... eh...

—Tu amante. Ese es el término adecuado. Si alguna vez te refieres a mí como tu querida, te prometo que lo lamentarás.

—Tomo nota. ¿Qué sugieres, entonces?

—Asegúrate de que tu comportamiento en lo que respecta a la capitana Desjani es tan impecable que nadie en su sano juicio se creería un rumor derivado de eso. Supongo que quedan algunos oficiales racionales entre tus subordinados, ¿no? Con respecto a mí, sigue mostrando independencia en público. Te aseguro que no fui la única en darme cuenta de tu gesto de autoridad para que me callase.

—Pero yo no...

—Y te garantizo que la mayoría de los que se percataron, lo leyó del modo que te acabo de decir. —Rione hizo una mueca—. Dejar claro que tú eres la parte dominante te ayudará a calmar a aquellos preocupados por el control que ejerzo sobre ti.

—¿Dominante? —Geary no pudo evitar reírse—. Es algo que, francamente, no se me habría ocurrido.

Rione arqueó una ceja.

—No eres de las que se dejan dominar —dijo Geary.

—Por lo menos has aprendido algo —dijo ella sin más.

—He tenido un buen maestro. —Geary volvió a ponerse de pie—. Creo que voy a ir al puente de mando a revisar de nuevo los informes sobre el estado de la flota, y a lo mejor a estudiar unas simulaciones.

—¿Y por qué vas al puente? Todo eso puedes hacerlo en tu camarote.

—Es verdad. —Frunció ligeramente el ceño, preguntándose por qué lo habría mencionado—. ¿Vas a ir?

Rione sacudió la cabeza.

—Luego. Primero tengo que ocuparme de unos asuntos.

—Si la capitana Midea aparece con un cuchillo clavado en el pecho, seguramente tendré que comparar los restos encontrados en él con tus huellas dactilares y tu ADN —comentó Geary, intentando calmar una renovada sensación de tensión que no terminaba de comprender.

Ella respondió con una sonrisa, y dijo con un tono medio en serio, medio en broma:

—No habría restos de huellas ni de ADN, John Geary. No al menos si fuese cosa mía.

Capítulo 9

Habían pasado más de tres días, y los síndicos no se habían movido. Según la flota avanzaba a través del sistema estelar Lakota, la distancia que la separaba de la puerta hipernética situada a un lado disminuía gradualmente. Dentro de un par de horas, la flota de la Alianza llegaría al punto más cercano por el que pasarían, aunque «cercano» sea un término bastante relativo cuando se habla de una distancia de tres horas y media luz. Después, volvería a aumentar el espacio que los separaba, según se aproximasen al punto de salto.

Geary había estado pendiente tanto de los síndicos como de la formación Eco Cinco Cinco. Pese a todo, desde que había llegado a ella, la
Paladín
se había comportado de forma adecuada, y mantenía su posición cerca de la
Orión
y la
Majestuosa
.

Lo único excitante que había hecho fue ver el bombardeo cinético que realizaron varios acorazados de la Alianza situados en diversos lugares distantes del sistema estelar Lakota; observar los proyectiles que se dirigían al blanco y acertaban sobre las órbitas de algunas lunas, planetas e instalaciones. Cada vez que una oleada llegaba a su objetivo, los sensores del
Intrépido
ofrecían una visión clara y nítida del impacto, que hacía saltar por los aires las instalaciones de defensa síndicas y los sistemas de armamento fijos, y los convertía en una fuente de plasma y escombros.

—Por lo menos hemos hecho algo en este sistema —dijo Desjani refunfuñando después de ver como un impacto dejaba un cráter rodeado de basura donde antes había una instalación síndica. Luego miró a Geary, avergonzada—. No pretendía...

—Lo entiendo, yo también me siento frustrado.

A uno de los lados, los cargueros síndicos seguían su lento camino para unirse a la formación de la Alianza, con dos escuadrones de destructores escoltándolos como perros pastores. Con el fin de que los interceptasen, las pesadas naves mercantes síndicas estaban gastando casi todas las células de combustible que les quedaban para poder mantener la aceleración, aunque, puesto que no iban a ir ninguna parte después de que la Alianza las utilizase, tampoco es que importase demasiado.

—Quedan siete horas para que la Eco Cinco Cinco entre en contacto con los cargueros —comentó Desjani.

—Sí. ¿Por qué no hacen nada los síndicos? Nunca se han mostrado tan pasivos cuando entramos en uno de sus sistemas.

Por desgracia, la sección de Inteligencia tampoco había podido darle respuesta alguna, aunque el teniente Íger le había sugerido que si se acercaba lo suficiente a un mundo habitado, podría aumentar el tráfico de mensajes, y sería posible sacar algo en limpio. No obstante, Geary no quería gastar más células desviando la flota de su ruta para aproximarse a uno de esos planetas, y puesto que tampoco quería poner en peligro las naves por arrimarlas demasiado a los sistemas de defensa síndicos, finalmente decidió ignorar la sugerencia.

Había pasado una hora desde que la flota de la Alianza pasó por el punto más cercano a la puerta hipernética, y Geary estaba planteándose seriamente tomar medidas para hacer de las naves auxiliares un objetivo más apetitoso para la flotillas síndica al cargo de la vigilancia de la puerta. Entonces sucedió algo. Lamentablemente no era algo bueno.

—Capitán Geary, una flotilla síndica está saliendo por el punto de salto de T’negu.

Cuando Geary llegó al puente de mando del
Intrépido
, los sensores de la flota ya habían terminado de analizar el tamaño de la nueva fuerza enemiga. La capitana Desjani señaló la pantalla.

—La hemos analizado, y parece ser la fuerza de bloqueo situada en T’negu adonde esperaban que nos dirigiésemos. Una de las naves de caza asesinas que nos vigilaba en Ixion seguramente saltó a T’negu en cuanto nosotros lo hicimos a Lakota. Si la información de la que disponemos sobre el tiempo de tránsito necesario para ir de Ixion a T’negu y de T’negu a aquí es cierta, la asesina habrá tenido justo el tiempo necesario para alcanzar el destino al que esperaban que llegásemos, informar a los síndicos sobre nuestro rumbo final, y saltar aquí de nuevo.

—Teníamos que haberlo supuesto —dijo Geary, enfadado consigo mismo. A lo largo de su travesía de escape a través del espacio síndico, la flota de la Alianza nunca se había encontrado con una situación en la que se diese aquel tipo de geometría espacial. Pese a todo, no era excusa para no haberlo tenido en cuenta.

—Los síndicos no suelen reaccionar tan rápido —comentó Desjani—. Deberían haber tardado más en conseguir el permiso para abandonar T’negu y venir aquí.

Geary no lo puso en duda. Miró abatido el tamaño de la nueva flotilla enemiga.

—Dieciocho acorazados, catorce cruceros de batalla, veintitrés cruceros pesados... —además de un montón de cruceros ligeros y naves de caza asesinas. Aquella flota, combinada con la que vigilaba la puerta hipernética, igualaba prácticamente al tamaño de la de la Alianza—. Al final se han equilibrado los bandos en este sistema.

—Por separado seguimos teniendo ventaja —respondió Desjani.

—Sí, eso si conseguimos forzar a alguna de las dos a actuar en solitario. No obstante, esa nueva flotilla es suficientemente poderosa como para constituir por sí misma un problema. —Pensó en lo que habría pasado si la flota de la nave hubiese llegado a T’negu y se hubiese encontrado de lleno con un campo de minas y con aquel enemigo. Estaba claro que podría ser peor. Volvió a mirar el visor—. Seguramente nos han visto en cuanto entraron en el sistema. ¿Por qué no intentan interceptarnos?

Desjani se encogió de hombros.

—No lo sé, señor. Otras fuerzas enemigas de menor tamaño se han mostrado más agresivas cuando nos hemos topado con ellas. —Se volvió para mirarlo directamente—. A lo mejor le tienen miedo.

Casi se echa a reír, pero Desjani parecía decirlo totalmente en serio.

—Sería fantástico que fuese verdad —dijo finalmente—, pero...

—¡Enemigo realizando maniobra de viraje! —anunció un consultor—. Flotilla síndica Bravo reajustando rumbo y velocidad.

Los ojos de Geary volvieron a posarse sobre el visor. La fuerza síndica estaba a algo más de tres horas luz de distancia. Habían detectado la flota de la Alianza unas tres horas antes de que su flota se enterase de que habían llegado. Eso era tiempo más que suficiente para planear algo o recibir órdenes de las autoridades síndicas de ese sistema estelar. No obstante, aparentemente, habían esperado hasta ese momento para reaccionar ante la presencia de la flota de la Alianza.

—Ya han superado el límite para poder interceptarnos —dijo Desjani, sorprendida—. ¿Adónde van? —Desafortunadamente, la respuesta a esa pregunta se aclaró al momento—: Se dirigen al punto de salto de Branwyn —anunció con mala cara.

—Lógicamente, no con la intención de realizar un salto en esa dirección —añadió Geary. Las fuerzas síndicas que se habían encontrado anteriormente habían tendido a mostrarse agresivas incluso cuando no tenía sentido. Sin embargo, esa flotilla no actuaba del mismo modo—. ¿Se van a situar simplemente en el punto de salto, como la que vigila la puerta hipernética? ¿Es esa la nueva táctica síndica, esperar a que hagamos alguna estupidez?

BOOK: Osada
10.4Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Trial Junkies (A Thriller) by Robert Gregory Browne
Wild Magic by Cat Weatherill
Some Day Somebody by Leger, Lori
Fulgrim by Graham McNeill
A War of Gifts by Orson Scott Card
The Demonists by Thomas E. Sniegoski
Drop Dead Demons by Kirk, A, E