Read Osada Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Osada (24 page)

BOOK: Osada
4.76Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Algunos capitanes saben quién soy. —Geary no podía dejar de preguntarse cuáles. Se enfadaba cuando salía el tema de Black Jack, como si el mito fuese un rival para el hombre real—. No creo estar intentando demostrar nada.

—Gracias por matizar esa afirmación. Lo único que te pido es que tengas en cuenta que sentir envidia de Black Jack podría nublar tu juicio. —Rione sacudió la cabeza—. Todavía creo que esta carrera hacia el espacio de la Alianza es un paso muy peligroso. Hasta ahora ha funcionado, pero nos ha llevado hasta Ixion y ahora los síndicos vuelven a tener las cartas sobre la mesa. Además, me pregunto si lo has hecho porque es lo que Black Jack habría hecho.

Puede que fuese cierto. Después de todo, los capitanes de la flota habían estado agitados, deseando ver progresos en el camino a casa, buscando acciones no necesariamente prudentes, pero sí valientes.

—Tampoco puedo ignorar las inclinaciones de los oficiales de la flota, y lo sabes.

—Sí, lo sé. Pero lo que necesitan es al sensato y al prudente capitán Geary, no al Black Jack arrojado. —Dio un paso atrás—. Piensa en lo que te he dicho. Ahora tengo que comprobar qué tal les va a las naves de la República Callas. Te veré esta noche si todo sigue en calma.

—Vale.

Se quedó mirándolo mientras se alejaba. Luego se dirigió a su camarote.
¿He estado intentando superar o igualar a Black Jack? No. Aunque es bastante molesto lidiar con la leyenda, también me ha animado a llegar tan lejos. No es que intente superarlo. Lo que he hecho es intentar anticiparme a los síndicos desde que me puse al mando de la flota, pero ahora me han calado lo suficiente como para pretender anticiparse a mí. ¿Cómo puedo anticiparme a mí mismo y a los síndicos a la vez?

Tengo que hablar con alguien más pero... ¿con quién? Duellos, Tulev, Crésida... Todos tienen buenos consejos, pero serían consejos de oficiales entrenados para hacerlo según unos patrones a los que los síndicos ya están acostumbrados. Rione es una política realmente aguda, pero en lo que se refiere a decisiones sobre la flota... tiene algunas limitaciones. Desjani... Rione tiene razón, Tanya Desjani no cree que pueda equivocarme.

¿Quién me queda? No puedo preguntárselo a los que están en mi contra, y tampoco es que me entusiasme la ayuda de gente como Midea, Casia, Numos o Faresa.

O Falco.

Falco.

Rione pondría el grito en el cielo.

Pero me pregunto qué me recomendaría. Ese tipo es un estúpido y un insensato, pero... si busco una opinión totalmente opuesta a lo que haríamos normalmente...

Capítulo 7

—¿Cómo va el capitán Falco? —preguntó Geary en tono enérgico y profesional, que al mismo tiempo denotaba una preocupación subyacente por el estado de un compañero oficial. No quería que nadie dijese que se burlaba de él.

El médico de la flota que se encontraba en la pantalla frunció ligeramente el ceño.

—Está contento.

Aquello solo podía significar que seguía con sus delirios. Si descubriese que en realidad estaba arrestado en lugar de al mando de la flota, se pondría hecho una furia.

—¿Lo mantienen bajo tratamiento?

—Lo mantenemos estable —respondió el médico—. Son las órdenes y el procedimiento que hay que seguir cuando no existe un pariente cercano con el que contactar para tomar una decisión sobre un tratamiento a largo plazo. Lo que hacemos es mantenerlo sin que empeore, y nos aseguramos de que no se vuelva violento ni se autolesione. Pasa la mayoría del tiempo elaborando planes de campaña y observando las necesidades de la flota virtual a la que tiene acceso.

—La última vez que comprobé su estado, los facultativos de la flota estaban realizándole pruebas y evaluándolo. ¿Podría decirme si tiene cura? —preguntó Geary, sin estar seguro de si realmente quería saberlo.

—Espere un momento mientras reviso su historial.

La imagen del médico desapareció, y en su lugar apareció una pantalla de espera con varios médicos de la flota trabajando. Geary intentó no sentirse molesto con la actitud del médico y reconocía las mismas clases de comportamiento hacia la gente que no era experta en la materia que los médicos habían usado en su época, desde hacía ya incluso un siglo, y que seguramente llevarían teniendo desde hacía milenios.

Al final volvió la imagen del doctor.

—Es posible. Diría que probable, al menos en parte —rectificó—. Podríamos reducir los delirios notablemente, pero, por lo que puedo deducir después de ver el historial y los datos del capitán Falco, ya sufría esa enfermedad desde hace tiempo, antes de estar bajo mi cuidado. Seguramente sea una situación que se ha vuelto habitual para él, por lo que corregir sus problemas físicos y evitar situaciones de estrés no va a cambiar un patrón de pensamiento tan consolidado.

—¿Desde hace tiempo? ¿Quiere decir que es algo que el capitán Falco desarrolló mientras era prisionero de los síndicos?

—No, no. —El médico respondió con un tono casi de enfado con el que los de su profesión tratan a los humanos ignorantes que intentan captar alguno de los secretos de su disciplina—. Desde hace más tiempo. Es evidente que el capitán Falco sufría, desde antes de ser capturado por los Mundos Síndicos, una afección por la que cree ser el único capaz de comandar la flota de la Alianza y ganar la guerra. Es algo más común de lo que piensa —dijo el facultativo, que parecía haberse olvidado de que estaba hablando con la persona al mando de la flota.

—¿En serio?

—Sí, claro. Es una afección tan común que fue bautizada hace ya bastantes décadas.

—¿Bautizada?

—¡Sí! Se le llama Complejo de Geary. —Hizo una pausa, frunció el ceño, y miró a Geary fijamente—. Ese es usted, ¿no?

—Así era al menos la última vez que lo comprobé —respondió, a la vez que se preguntaba cuántos oficiales de la flota habrían sufrido durante el último siglo aquel complejo.

El médico asintió con la cabeza, pensativo, mirando a Geary como si esperase que explotase en cualquier momento.

—Bueno, entonces sabrá exactamente a qué me refiero.

Geary se echó a reír, pero luego dudó. Se podía imaginar lo que Rione diría si estuviese allí, y tendría parte de razón. Se consideraba la mejor opción para comandar la flota, pero lo hacía porque su leyenda podía usarse para mantener la flota unida, y porque el entrenamiento que había traído consigo del pasado podía llevarlos a la victoria. No se basaba en exageraciones sobre sus habilidades, ni en la creencia de que solo él podía conducirlos al triunfo. Tampoco se trataba de intentar igualar la leyenda de Black Jack.

No me parezco a Falco en absoluto, y tampoco quiero hacerlo. Lo que nos diferencia es precisamente la razón por la que quiero hablar con él
.

Acabó encogiéndose de hombros.

—Quizá, doctor. Pero en realidad no quiero estar al mando de la flota. No he tenido opción. Soy el oficial de rango más alto y tengo un deber que cumplir.

El médico asintió con la cabeza como si le siguiese la corriente a un paciente.

—Naturalmente. Siempre es algo de ese tipo. El deber. Tienen la responsabilidad de salvar la Alianza, y todo eso.

Geary suspiró. No estaba disfrutando de aquella conversación tan próxima.

—Tengo la responsabilidad de salvar vidas, y si mira la información sobre los rangos de la flota en la base de datos, verá que poseo el más alto por un margen bastante amplio. —Lo habían ascendido a capitán hacía un siglo, póstumamente, puesto que creían que había muerto en Grendel, y era un hecho que las normas de la flota no tenían en cuenta. Por lo tanto, cuando descubrieron que seguía vivo, siguió gozando de dicho rango—. ¿Puedo decidir sobre el tratamiento del capitán Falco? ¿Sobre devolverlo al mundo real?

—Sí, si es la persona al mando de la flota. Pese a todo, su decisión será revisada por las autoridades de la Alianza.

Debería ser fácil tomar una decisión. ¿Por qué abandonar a alguien en sus delirios? No obstante, Falco estaba arrestado, y se enfrentaba a varios delitos que, según las normas de la flota y las leyes de la Alianza, acarreaban la pena de muerte. Si lo curaban, tendría que enfrentarse a una realidad bastante menos agradable que los delirios de los que gozaba. Sin embargo, ¿quién tenía realmente derecho a decidir sobre si obrar el bien o no cuando tenía la posibilidad de hacerlo?

—No es una decisión fácil —dijo finalmente con tono severo.

—Yo le diría que no lo haga —dijo el doctor—. Teniendo en cuenta las circunstancias del capitán Falco, podría adquirir una actitud abatida y con tendencias suicidas si lo forzamos a enfrentarse a la realidad. Estaría mucho mejor si estuviese en una instalación médica dedicada y con personal atendiéndolo cuando se enfrente a ello.

Eso era lo que Geary estaba esperando. No tenía que tomar la decisión en solitario.

—No veo razón alguna para ir en contra de sus consejos, doctor. Por favor, asegúrese de informarme si cambia de opinión, o si el estado del capitán Falco varía o se deteriora de forma significativa.

—Supongo que podría hacerlo. Sí, usted es el comandante de la flota, por lo que está autorizado para tener esa información.

—Gracias. Me gustaría visitarlo, en modo virtual.

—¿Visitarlo? —El hombre pareció sorprenderse.

—¿Nunca recibe ninguna visita?

—El capitán Falco está arrestado, lo sabe ¿no?

—Sí —dijo Geary pacientemente—. Soy yo quien ordenó que lo arrestasen.

—Ah, claro. ¿Y quiere verlo?

—Verlo y hablar con él.

El facultativo frunció el ceño de nuevo, pensativo. Luego asintió con la cabeza.

—No es algo contraindicado para alguien en su estado, y puesto que no estará físicamente presente, ninguno de los dos correrá ningún riesgo. Le recomiendo que no lo fuerce a enfrentarse con su situación real.

—No tengo intención alguna de hacer eso. Supongo que el software de la sala de conferencias de la flota puede organizar una visita virtual con el camarote de Falco. Deme los datos de conexión y los códigos de acceso.

Aquello generó más ceños fruncidos y avisos sobre procedimientos médicos y de privacidad, pero finalmente el médico accedió a darle a Geary la información que necesitaba. Cuando cerró la conexión se sintió aliviado. Luego se dirigió a la sala de conferencias, mientras intentaba aplacar un sentimiento de tristeza.

No le gustaba ver lo que le había pasado a Falco. Una parte de él quería odiarlo por propiciar aquellas pérdidas de naves y de tripulaciones. Otra parte sentía lástima por él. Y otra tenía miedo del daño que le podría causar traerlo de vuelta a la realidad, sobre todo desde aquella realidad en la que había permanecido durante tanto tiempo.

Geary se aseguró de cerrar correctamente la escotilla de la sala de conferencias con sus propios códigos de acceso. Luego activó el software con el nivel de seguridad más alto, e introdujo los datos de acceso de Falco.

Después de un momento apareció ante él la imagen del capitán, impecablemente ataviado en su uniforme, con expresión de estar ocupado con algo importante. Falco miró a su alrededor, y luego se fijó en Geary.

—¿Sí?

Después de un instante, su expresión cambió del enfado a una práctica y automatizada sonrisa de camaradería. Era tal y como Geary lo recordaba.

—Capitán Falco, me preguntaba si tendría tiempo para hablar sobre un par de temas —dijo Geary con cautela.

—¿Tiempo? Un comandante como yo tiene responsabilidades que atender, ya sabe —le sermoneó Falco. Luego volvió a sonreír—. Pero siempre tengo tiempo para atender a un oficial colega. Les he ordenado a los infantes de marina que hay fuera custodiando mi camarote que dejen pasar a los oficiales que quieran verme.

Tal y como dijo el médico, Falco creía que seguía al mando de la flota, e incluso racionalizaba la presencia de marines en el exterior convirtiéndolos en guardias a su servicio. ¿Reconocía al menos a Geary?

—Es sobre las operaciones, sobre los movimientos de la flota.

—Sí, claro. He estado revisando la situación. Todavía no he decidido adónde ir desde aquí.

Aquellas palabras se parecían tanto a las que le había dicho a Rione que casi se estremeció.

—¿Me permite? —preguntó, y luego activó el visor estelar, de modo que podían ver los alrededores de la región. Falco lo miró con tranquilidad, como si fuese algo familiar para él—. La flota se encuentra en Ixion.

—Claro. La última ofensiva progresa adecuadamente —afirmó Falco.

—Eh... sí. Pero ahora nos dirigimos de vuelta al espacio de la Alianza.

—Mm... —Falco observó detalladamente el visor, y durante un instante pareció un poco confuso—. Hipernet. La hipernet de los síndicos.

—Podríamos usarla —dijo Geary—, pero el enemigo intentará destruir las puertas antes de que podamos hacerlo.

—Sí, naturalmente —dijo Falco—. La ruta más directa hacia territorio de la Alianza es T’negu, pero no es ahí adonde vamos.

Geary esperaba que Falco dijese que T’negu era la única opción razonable.

—¿No?

—Pues claro que no. —La amigable sonrisa de Falco casi pareció brillar—. ¡Es una trampa! ¿No ve que es evidente? —Geary asintió con la cabeza, sin verlo en absoluto—. Minas. El sistema estará lleno de ellas. —La expresión de Falco volvió a cambiar.

—Minas. —Geary se preguntó si estaría recordando el daño que causaron en Vidha.

No había pensado en la posibilidad de que los síndicos situasen un número astronómico de minas en T’negu, pero tenía bastante sentido. El camino hacia casa se estrechaba. Si querían seguir esa dirección, era la única opción. Un sistema sin mundos habitables, y la única presencia síndica estaba compuesta por unas pocas ciudades situadas bajo tierra en un planeta sin demasiada atmósfera y al que tampoco llegaba demasiado calor estelar.

En cada uno de los puntos de salto podía haber ya no un campo de minas, o incluso un laberinto de explosivos cuyo único límite era el inventario del que disponían los síndicos.

Falco seguía mirando el visor estelar sin decir nada.

—¿Entonces, dónde deberíamos ir? —preguntó Geary.

—¿Dónde? —Falco parpadeó, miró a Geary y luego volvió a observar el visor—. A Lakota.

—¿A Lakota? Allí hay una puerta hipernética. Les resultaría demasiado fácil reforzar ese sistema.

—¡Exacto! ¡Saben que lo sabemos! ¡Eso significa que no necesitan reforzarlo, puesto que creen que no nos atreveremos a ir! —En la cara de Falco se dibujó una sonrisa triunfante—. Los sorprenderemos.

BOOK: Osada
4.76Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Messenger of Truth by Jacqueline Winspear
Tangled by Emma Chase
End of Manners by Francesca Marciano
Orphans of the Sky by Robert A. Heinlein
Beauty and Sadness by Yasunari Kawabata
Shades of Grey by Natalie Dae and Sam Crescent