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Authors: Osvaldo Bayer

Tags: #Ensayo

Loa Anarquistas Expropiadores (34 page)

BOOK: Loa Anarquistas Expropiadores
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Y por eso Lowry, que es un apasionado de la verdad, y que por eso puede haber caído en un error, quiere pruebas, y dice: “Fue debido a esa seguridad en la exposición de los hechos ocurridos de parte del condestable Iglesias que me apresuré a efectuar el pedido de exhorto del gobierno del Uruguay con el propósito de recobrar aunque no fuera más que el esqueleto de ese desgraciado oficial y su compañero, el maquinista Silvany. Pero las diligencias practicadas por las autoridades en el cabo Polonio han dado resultados negativos habiendo llegado el comisario de policía de aquel distrito, que parece haber hecho muchas recorridas en todas direcciones de aquellos parajes en busca de los náufragos que se decía faltaban, a negar con firmeza de convicción en sus asertos de que Giralt haya desembarcado o llegado su cuerpo a parte alguna de esa costa, pues de haber así sucedido, los hubiera hallado infaliblemente, como aconteció con el guardiamarina Heggie, quien fue encontrado muerto, internado en los médanos de arena, sin estar su cuerpo cubierto de ella a pesar de haber transcurrido tres días desde el siniestro del bote. No ha dejado de preocuparme seriamente la casualidad que los oficiales Giralt y Silvany únicamente, llenos de vida y salud, habían hecho el largo trayecto a tierra en el bote y muy particularmente el alférez Giralt, que por todas las referencias jugó un rol importante en los diversos incidentes que tuvieron lugar al abandonar la “Rosales”, hayan sido los que exclusivamente desaparecieron por completo al ser inundado y tumbado el bote entre el oleaje rompiente de una extensa y poco profunda ensenada a pocas varas de la costa firme, donde pudieron salvarse hasta los que no sabían nadar, los débiles y enfermos”.

Pero Lowry no consigue saber nada más. La verdad sobre Giralt la sabe solamente Funes o no la sabe nadie. El encuentro Funes-Giralt ha ocurrido en el médano o no ha ocurrido nunca.

Las últimas palabras con que Lowry acompaña su alegato en el sumario siembran otras dudas: ¿las heridas de Mohorade fueron ocasionadas por el temporal o por otra causa?: “El teniente de fragata Pedro Mohorade recibió también heridas en la cara y en la cabeza sobre cuyas causas hay divergencias en los pareceres de los declarantes, cuya ambigüedad tampoco ha sido disipada por el reconocimiento facultativo efectuado aquí por médicos del cuerpo de sanidad de la armada, quienes se han limitado a diagnosticarlas de contusas, sin expresar si fueron debido a arma alguna, no pudiendo tampoco por ello arribar a deducción concluyente a los efectos de esta causa”. En esto Lowry quiere dejar la impresión de que tales heridas se debieron a una reyerta en los últimos momentos del navío, pero nada más puede saber.

En su presentación final ante el plenario. Lowry quema sus últimos cartuchos y dice: “En cuanto a la desaparición del alférez Miguel Giralt —como también la del maquinista Miguel Silvany— solo me resta declarar que el más completo misterio envuelve la desaparición de esos infortunados oficiales no habiéndome sido posible rasgar el velo que cubre tan tenebroso asunto pues las diligencias del plenario no han producido más luces al respecto, y ante los resultados negativos de las investigaciones practicadas a los efectos de la causa y en presencia de los preceptos establecidos tanto en el capítulo VII del Tratado VIII de las ordenanzas militares como igualmente en otras de la Armada de que el jefe es el directo responsable de la tropa confiada a su cuidado así como un comandante de bajel lo es de sus enseres y muy especialmente de su oficialidad y tripulación y no habiendo el capitán de fragata Funes justificado suficientemente la desaparición de ellos en el naufragio y percance, es de mi parecer que debe ser responsabilizado de la vida de esos oficiales. En virtud de las pruebas que resultan de las actuaciones concluyo por hallar culpable al capitán Funes de la pérdida, por mala navegación e impericia, del buque a su mando, con más la causa agravante de haberla abandonado estando aun a flote en condiciones de que pudieran conducir a su posterior salvataje; por haber hecho abandono de su tripulación, puesto que al separarse del buque de su mando aun quedaba la mayor parte de los marineros en el empeño de embarcarse en los restantes botes que no eran suficientes para efectuar el salvataje de todos ellos, que eran —tales botes— inferiores en capacidad y resistencia al que tomó Funes para poner a salvo su persona y oficiales, cuando era su deber haber sido la última persona que tenía que abandonar el buque a su comando, delito que el Código Militar de la Armada de Francia castiga con la pena de muerte. Habiendo efectuado ese desamparo con
premeditación, astucia, abuso de autoridad y confianza
en ocasión de calamidad de naufragio y el haber efectuado el abandono de noche, circunstancias todas agravantes ante los mismos términos de las leyes militares que nos rigen como así también de encubrir las verdaderas causas de la desaparición del alférez Giralt y del maquinista Luis Silvany. Por todo lo cual concluyo porque el dicho capitán de fragata Leopoldo Funes ex comandante de la ex cazatorpedera “Rosales” sea condenado a sufrir la pena de muerte señalada en la última parte del capítulo VIII de las ordenanzas militares de 1774 contra el oficial que fuera convicto de haber desamparado con notoria malicia a la tropa confiada a su cuidado”.

Lowry pide también diez años de prisión para el segundo comandante Victorica por haber dado como construida a la balsa, haber declarado que la “Rosales” chocó con un objeto y se le abrió un rumbo, y haber sostenido reiteradamente que la tripulación se embarcó íntegramente en botes de salvamento. Para el oficial Pedro Mohorade también diez años de prisión por haberse “fingido enfermo” en el momento de peligro en que le tocaba comandar uno de los botes con tripulantes.

Para todos los demás oficiales y tripulantes sobrevivientes solicita seis años de prisión si bien reconoce que los alféreces de navío Goulú, de fragata Gaudín, los maquinistas Picasso, Barbará y Alvarez, comisario Solernó, farmacéutico Salguero y foguista Bataglia contribuyeron en parte a saber la verdad. Con esto Lowry deja expedito el camino para que ese sobresea a estos últimos.

Lowry deja su escrito ante el plenario y se retira. Su espesa barba, sus penetrantes ojos no dejan de impresionar al plenario. Lowry juega todo su prestigio; él hubiera podido ser más condescendiente, como el otro fiscal Beccar quien —a falta de pruebas— se ha lavado las manos. Pero Lowry cree haber vista la verdad, está convencido de todo lo que sospecha y cree ver en ese capitán Funes a un gran cobarde y asesino por añadidura, que ha manchado el honor de la marina argentina. Quiere verlo condenado y por eso mismo pide penas un tanto severas para miembros de la tripulación como Bataglia, el mozo del capitán Revelo, el condestable Iglesias y el cabo Pérez, para el momento de la discusión secreta cambiar la absolución de éstos por el fusilamiento del capitán Funes.

Pero si como fiscal actúa Lowry —la personificación del deber y la disciplina— frente a él se levanta el capitán de fragata Manuel José García Mansilla, que si bien será el defensor de los oficiales subalternos no tendrá empacho en defender a todos los sobrevivientes, especialmente al capitán Funes. Generoso y de constante buen humor, García Mansilla partirá de la base que todos cumplieron con su deber. A los argumentos científicos, a las contradicciones de los protagonistas señalados por el fiscal Lowry, García Mansilla contestará con generalidades, con argumentos cálidos y desbordantes de patriotismo y de solidaridad para con los compañeros acusados. Y, por sobre todo, se referirá a la tragedia que ha soportado ese núcleo de hombres que llegaron como guiñapos humanos a las rocas del Cabo Polonio. “
Sólo ellos
—dirá—
saben lo que han sufrido
”.

A la frialdad y legalismo de Lowry se opondrán las ansias de García Mansilla de salvar el honor de la Marina. Pera ello, García Mansilla usa dos armas con habilidad. Primero, la tragedia del naufragio que sorprende en alta mar a ese núcleo de marinos. La otra arma será atacar sin contemplaciones, con toda clase de epítetos al fiscal, para rebajarlo moralmente anta la opinión pública. Se nota en toda su intervención el afán de apagar con palabras rimbombantes y andanadas retóricas las sospechas que los cargos de Lowry habían dejado en el ambiente.

La descripción que hará el defensor García Mansilla de la tempestad que azotó a la Rosales queda como una página brillante. Comenzará diciendo: “
Me felicito de haber sido nombrado defensor de esta causa. He podido así penetrar en este confuso, voluminoso e irregular proceso, examinarlo con imparcialidad y despojado de mi espíritu de toda preocupación puedo venir a decir en alta voz: los procesados de la Rosales son inocentes, no han cometido ninguno de los delitos, ninguna de las causas de las que se los acusa y este consejo tiene el deber de dictar la sentencia que, a la vez, que absuelva a estos oficiales, restaure el honor de la marina argentina comprometido por los rumores malévolos que apoyándose en falsos datos se han propalado durante más de un año
”.

Refiriéndose a Lowry, dirá García Mansilla: “sólo una imaginación enfermiza ha podido encontrar delitos o faltas en las constancias del proceso”. Y entrando de lleno en el naufragio dice: “Para poder juzgar con rectitud el proceder de mis defendidos es menester reconstruir la escena que ha debido producirse en el momento supremo del abandono de la “Rosales”. Es necesario evocar los recuerdos de todos ustedes, señores miembros de este honorable consejo, de ustedes que pertenecen todos a la ruda y honrosa carrera de la marina, pidiéndoles que recuerden con conciencia lo que es una noche de temporal en el mar. Es menester figurarse la terrible agonía del pequeño barco atravesado a una mar espantosa en una noche de tinieblas y de horror; es preciso imaginar esa cubierta barrida de continuo por los golpes de mar que amenazan arrastrar a cada instante a todos sus tripulantes mientras que los lentos rolidos del barco y la pereza de sus movimientos revelan que ya no puede defenderse por mucho tiempo contra los embates de la tempestad y que está próxima la hora en la cual va a desaparecer para siempre de la superficie de los mares. El ruido ensordecedor del huracán que ahoga las voces de mando, el choque continúo de las olas que revientan contra la “Rosales”, transformada en inerte escollo bañando los entumecidos miembros de sus extenuados tripulantes, todos éstos son factores que deben tomarse en cuenta para juzgar debidamente la situación. El temporal del 9 de julio de 1892 que causó la pérdida de la “Rosales” ha sido uno de los más fuertes que ha tenido ocasión de soportar nuestra marina. El señor fiscal Lowry se esfuerza en investigar por qué se perdió la “Rosales”, si fue por rumbo, o si entró el agua por los tambuchos y tapas de carbonera. Que sea por una causa o por otra, o por las dos, la causa verdadera es que el temporal era tremendo y el barco pequeño. ¡Cuántos hermosos buques, más grandes y más fuertes que la “Rosales” han salido a la mar para no volver jamás, desapareciendo para siempre y con la agravante circunstancial de no volver ninguno de sus tripulantes! La “Rosales” se perdió por la violencia extraordinaria e inaudita del huracán. El barco se perdió en buena ley”.

García Mansilla llama a las contradicciones de los declarantes “pequeñas discrepancias”. Y rechaza la aserción de Lowry de que el total de los embarcados era de 80, con un argumento que deja a las claras el poco valor que se daba a estas cosas. Dice García Mansilla: “Sobre la “Rosales” había 75 hombres porque a pesar de figurar 80 en la lista que obra en el sumario me consta que ella no es exacta. Esa lista es la del mes de julio y nadie ignora que en nuestra Marina las deserciones son frecuentes de un mes a otro. Además la prueba de que no es exacta es que al individuo Arturo Díaz que figura como embarcado y ahogado puedo presentarlo al Consejo: está en tierra pues quedó en la casa particular del comandante Funes; el cabo Santiago Gómez quedó en el hospital y los marineros Lorenzo de Landi y otro y el foguista Augusto Delmás desertaron, dos con el Tigre y el otro en Palermo. Después de esto, ¿cómo puede atribuirse mérito legal a esa lista de junio para determinar el número de los tripulantes de la “Rosales” en el momento del siniestro?”

Cuando llega a la acusación sobre la suerte del alférez Giralt, García Mansilla no puede dejar de expresar su repugnancia por la acusación de Lowry y dice: “Debiera ahora ocuparme del cargo más grave de todos, cargo que no sólo es una injuria a mis defendidos sino que es un baldón para el cuerpo de nuestra marina, cargo cuya sola enunciación me avergüenza al pensar que ha habido quien acuse a oficiales argentinos de una acción tan cobarde como insensata. Hablo de la imputación de asesinato en la persona del alférez Giralt. No quiero ni puedo ocuparme de este punto. Semejante acusación es totalmente inmotivada y nada hay en el proceso no digo que la justifique sino que le sirva de pretexto. Estoy segura que rechazarán hasta con indignación un cargo semejante. Sin prueba de ningún género, sin indicios por fugases que fuesen, sin pretexto siquiera, si faltando a los más elementales preceptos de la justicia y el derecho se ha formulado una acusación con la que se mancharía el brillo de galones que son los nuestros y se mancillarían reputaciones de nuestros compañeros de ayer y de nuestros hermanos de armas. ¿Son éstos los deberes del fiscal Lowry? ¿Llega hasta aquí su derecho? El consejo resolverá,
yo como defensor rechazo con indignación, sin discutirla, acusación tan absurda
”.

Pero el juicio ya está decidido: el otro fiscal del plenario, el capitán de fragata Beccar, pide la absolución de los acusados. Más, califica a las acusaciones de Lowry de “infames y bochornosas”.

El remate final contra Lowry lo da García Mansilla al decir con énfasis: “lo quisiera ver al señor fiscal Lowry en una situación parecida como le tocó al comandante Funes”. Y señala que “cuando no hay plena prueba, corresponde absolución”.

Y hay absolución. Y todo se resuelve como lo siente García Mansilla al decir: “Los ecos de este proceso que ha trascendido hasta el público por las indiscreciones malévolas e infundadas han creado para los oficiales de la “Rosales”, para el cuerpo de la marina y para la República entera una gran nación, noble y generosa. Tenemos defectos, como toda nación joven, pero somos ante todo una raza viril y valiente con un glorioso legado de actos heroicos que están escritos con letras de sangre y oro en las páginas de nuestra historia. No son capaces los descendientes de los héroes de Chacabuco y Maipú, del Juncal y de los Pozos de olvidar las tradiciones de sus mayores y legar al olvido de sus deberes hasta ser infames y cobardes”.

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