La rama hacia el este. El álamo y el viento. (7 page)

BOOK: La rama hacia el este. El álamo y el viento.
6.55Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

[nuestros perezosos en las fuertes sombras

[verdes.

La tarde iba madurando en un olvido que casi nos

[hacía mal,

pero el tiempo, violeta ya, se iba hacia la altura

[próxima en franjas separadas

que se unían al fin sin conseguir ahogar un celeste

[caballo en ellas sumergido.

Yo tenía todo Lou You en el alma hasta que las

[primeras estrellas aparecían como sus

[estrofas…

* * *

Salíamos muy temprano para "el trabajo" en la

[ciudad distante.

El campo era una penumbra apenas argentada en el

[rocío.

Se despertaba el cielo allá arriba como un vago

[jardín próximo a deshojarse

y pálidas casas emergían como apariciones a los

[costados de la calle húmeda.

El primer oro, luego, recortaba mi sombra en la

[primera vuelta.

Debajo de unos talas vi una vez a toda una familia

[sacudir la noche mala…

Y los cardos con la primera luz, que dije, sobre la luz

[—la luz?— de las lagunas,

tan inocentes y delicados ay!, me parecieron casi una

[afrenta

y velóse el fluido resplandor de junquillos sobre los

[bañados y los prados

y la paz de aquella canoa que despegaba sobre el

[moaré amanecido del Gualeguay

me pareció lejana y extraña aunque el pescador quizás

[buscara para su drama y el de los suyos

un imposible olvido sobre el agua y entre los pajales

[ay! con enredaderas…

Alguna vez una esperanza desvalida daba no sé qué

[vergüenza a la tierna mañana del terraplén:

caravanas de hombres con la bolsa al hombro se

[apresuraban hacia los trenes de carga.

Los encontraba de vuelta igualmente rotosos o

[apenas si con algunas alpargatas

nuevas o un ponchito liviano sobre la blusa vieja…

* * *

Oh casa de los pájaros, quise despedirme de ti en

[una tarde de fines de Febrero.

Ya había sobre los pastos y en la luz una soledad que

[el viento quería ajar.

Me apretó el corazón tu silencio cerrado entre el

[rumor profundo.

Fui hacia el "bajo" para mis últimas miradas.

La estación era allí una pálida ruina de cardos

y una vaga tristeza de animales entre las hierbas

[abatidas…

El viento ya era oscuro. Acogías los tordos como si

[fueran tus pensamientos más íntimos

para entrar en la noche. Y una nostalgia aguda,

[perdón, oh! casa de los pájaros,

fue una viva ilusión de corredor en luz con la figura

[de una mujer

que entraba al resplandor pequeño de una pieza…

Las 4 de una tarde de invierno

Un ángel de un ya más pálido diamante

hace casi terrible la luz.

Por qué?

Qué tiene la afilada

alegría de la luz

sobre los pastos

y sobre el agua?

Una secreta sombra de tiempo

hace tan frágil,

y sin embargo,

tan aguda la luz, con frío, ay, con frío?

Me aflige, amigos, el frío de la niña de diamante

que quisiera danzar sobre el verde y la onda,

y un no sé qué de filos la cortan en el aire

y un no sé qué de aceros le azulan todo el río.

Pero ya conozco al ángel de esta hora y lo miro de

[frente

para saber si en su horror de vidrio que palidece

ah, con qué rapidez a un insensible soplo,

hay ahora una sombra helada sobre ramas escasas o

[apagadas,

y está ese frío de muerte —no es de fuego, por Dios,

[ahora la muerte?—

que parece cortar el aliento del planeta.

En torno al fuego de la alegría, amigos, hagamos

[una rueda,

a pesar de los ángeles de vidrio y del dolor y de la

[muerte,

y a pesar, ay, a pesar de las agujas del desvelo sobre

[tanta criatura sin abrigo:

subirá mañana Septiembre de las quintas y mañana

[el amanecer será un vuelo para todos.

22 de junio
(Para los poetas de la rosa y de la mariposa)

Ellos también, poetas, defienden nuestros sueños.

No es acaso la poesía visión en que esta fiebre de

[formas que es la vida

ilumina de pronto las todavía trémulas y tiernas

[figuras por nacer?

Pensáis que una lívida muerte de hierro sobre el

[sueño

os podrá permitir decir la rosa, decir el vuelo de la

[mariposa?

Por éstas también se dice el amor a los otros,

y la muerte lívida estará atenta, no olvidéis que

[estará atenta,

que siempre ha estado atenta a las más frágiles

[palabras del amor

para romperlas algunas veces sobre los mismos

[delicados labios que apenas las murmuran.

Ya sabéis que hubo hogueras, ya sabéis que hubo

[hierros,

para los que sólo fueron una débil brisa entre las

[cañas

o un tenue hilo de flauta casi perdido en sí mismo.

Es que la brisa y la flauta suspiraban por un mundo

[que se creía perdido

o llamaban en la noche a un alba que se pensaba

[descendería de las estrellas.

La poesía fue nostalgia, mis amigos,

de la comunión que ahora sabemos cómo florecerá.

A pesar de ella misma fue nostalgia.

Por eso el hierro lívido quiso encerrar la brisa

y el estúpido fuego hacer cenizas de la más delgada

[agua de la melodía…

La poesía fue un sueño desgarrado también.

Fue una "entraña desgarrada", verdad Tchou-Chou-

[Tchenn?,

porque no había quien hablara por los que se

[curvaban entre los arrozales y los trigos

mientras ella sufría la herida de la primavera.

Pero el sueño se iluminó y se extravió en finísimos

[laberintos.

Hölderlin y Jean Paul y Novalis y Tieck,

hasta la voz del "cielo y del infierno" y hasta la voz

[del éter

y hasta la voz de "Las iluminaciones".

Blake, Shelley y Rimbaud supieron que no estaban

[solos, y vieron, mis amigos, ellos vieron.

Y unos cantaron lo que vieron y otros gritaron lo

[que vieron

cegados casi por el resplandor de una estrella que

[ahora nacía de la tierra…

Los poetas no estaban solos.

Mis amigos, ellos vieron. Brazos sobre los que

[perlaba la transpiración de la sangre

empezaban a arrojar en medio del dolor y del

[suplicio las semillas del sueño.

Y el sueño fue como un viento que madurara en las

[ciudades, en las aldeas y en los campos.

Y sobre la primavera del sueño se abatió la

[tempestad del hierro lívido el 22 de Junio.

Y los brazos que sostenían el sueño le hicieron un

[blindaje de muerte contra la tempestad.

Y la estrella de cinco puntas fue un ubicuo terror

[para el terror gamado…

He ahí nuestro sueño hecho una rosa de muerte para

[defenderse de la muerte.

He ahí la estrella hecha un relámpago fatal para

[defender la dulzura de la tierra

en la gracia de la harina, en la gracia del aceite, en la

[gracia de la sal y en la gracia del vino

para la gracia recién libre de vuestro canto, oh

[poetas de la rosa y de la mariposa.

Ellos también, poetas, defienden nuestros sueños

[entre las ráfagas lívidas de la muerte.

La rosa y la mariposa son de acero

para que mañana, en la primavera,

podamos decir, como el hermano Pasternak, la

[extrañeza del álamo en la calle…

La rosa y la mariposa son de muerte para los poderes

[de la muerte abatidos sobre el sueño!

El zorzal llama a los montes

El zorzal llama a los montes.

Nos duele tu llamada,

oh pájaro.

Nosotros también llamamos

al paisaje de nuestro corazón:

río entre enredaderas,

diálogo sólo del cielo

con los verdes.

Nos duele tu llamada

porque es la nuestra,

la secreta llamada.

Todo el día llamas,

zorzal,

con qué penetrante nostalgia.

Todo el día llamas,

en la luz con flores,

a qué monte, a qué isla, a qué ribera?

Todos llamamos

al paisaje de nuestro corazón.

Todos llamamos al mundo perdido, oh infancia.

Todos llamamos al mundo perdido, oh armonía

[primera.

Todos llamamos al paisaje de nuestro corazón,

al paisaje del sueño más perdido en la sombra más

[perdida.

Pero también llamamos, oh zorzal,

al mundo que duerme más allá de la noche

[ensangrentada

y que más bello que el perdido despertará en toda la

[rosa de los rumbos.

Este jardín, oh pájaro, ya florecía el Este,

pero bajo la muerte todo es hoy de fusiles.

Encontraremos, sí, la armonía primera pero más

[iluminada.

Seguiremos llamando, sí, pero desde las ramas libres

[y seguras, aunque siempre sobre el vértigo,

al día cada vez más puro, con el rostro cada vez más

[próximo del ángel.

La noche en el arroyo

Infinito, Noviembre, tiembla, tiembla en el agua.

Escucháis la voz de la noche?

De qué es la voz de la noche?

Es de agua o es de flor?

Es de flor y de agua a la vez.

Hagamos un silencio como el de las orillas oscuras

para escuchar esta voz innumerable y tenue.

Seamos vagas orillas de silencio inclinado

o los oídos de la misma noche

abiertos a qué hálito de flor y de agua juntos?

Oro y azul…

Oro y azul el campo parecía la dicha.

Pero la dicha sólo del cielo y del paisaje

con sus casales blancos entre las arboledas

y la luz que de las trilladoras fluía

hacia los carros sobre colinas y hondonadas.

Oro y azul el campo parecía la dicha.

—La sombra de Fournier, pálida, me hacía signos—.

Pero yo vi otra dicha sobre el azul y el oro

cantando una alegría que era por fin la voz

humana de esa dicha, numerosa y unida,

sobre el día cereal disperso y recogido

contra el azul profundo del cielo casi oscuro.

¡Qué extraño!…

Qué extraño que en esta mañana de otoño haya una

[rajadura!

Leve, la luz, recibe las nuevas palabras de las flores

sobre las colinas y junto a los caminos.

Qué extraño que en esta mañana de otoño, todavía

[mojada, haya una rajadura!

Qué se escapa por ella?

Las hadas del rocío todavía tiemblan.

Qué extraño que en esta mañana de otoño haya una

[rajadura!

No se escapa nada por ella.

Un vacío muy vago en el fondo de ella.

No, no es un vacío, es una vaga noche.

Una oscuridad vaga, de pronto, en esta luz mojada

[de Marzo,

o esta luz vacilando entre una vaga noche.

Las flores parecen más extrañas y el rocío aún más

[frágil,

y la colina verde de un cristal aún más efímero,

y el río un ardiente fluido próximo a perderse.

Otoño, en tus mañanas, el dolor de la tierra hace

[una rajadura,

y a la luz de pies húmedos se le desvanecen las

[palabras de las flores,

fúnebre casi entre la vaga noche.

Crepúsculo en el campo de Gualeguay

Nada más que un sueño amarillo que se va entre los

[talas

detrás de un vuelo bajo y encendido de verdes.

La luz es una nostalgia que alarga sus suspiros hasta

[las lejanías.

Los cardales secos, aéreos, de qué color?

Este paisaje es mi alma y será siempre mi alma.

Un espejo infinito para el cielo.

Sabéis, amigos, ahora, la causa de mi vaga tristeza?

Paseo dominical

Cómo, amiga, nos hubiéramos quedado en casa

[cuando había en la luz yo no sé qué

[ebriedad?

Con cierto miedo, sí, a los paseantes tan indignos,

[ay!, de la tarde pero casi inocentes.

Parque Berduc, con niños, con niños pálidos también.

Pero la alegría a esa hora era ligera en todos ellos.

Madres del "Barrio del Consejo", madres mal

[vestidas.

Pero el Domingo todavía radiaba en los canteros

[lujosos del otoño.

Oh, ese sol agonizante sobre algunas paredes

[blancas de allá abajo.

Subían ya por la calle las figuras miserables del

[atardecer

pero el sol se había detenido como un ángel cerca,

[muy cerca, de las casas de lata.

Conocéis esa despedida del sol sobre algunas

[paredes blancas de los barrios más pobres?

Y no olvidéis que era Abril y que el paisaje era, a

[pesar de todo, muy hermoso, dolorosamente

[hermoso…

Las colinas jugaban con las últimas luces

y una casa cimera flotaba ya en el cielo.

Niños o apenas adolescentes de un asilo o de un

[hospital, todos uniformados.

Pegados a las rejas algunos miraban el amarillo

[muerto enredado en los árboles

o acaso la sonrisa del Domingo negado en los

[paseantes.

Otros volvían de la calle, felices, muy felices, de

[correr un momento.

El río estaba fiel al deshojamiento largo, largo, del

[cielo.

Pero una vela blanca y un barco también blanco de

[allá lejos,

eran suyos o eran ya del aire morado?

Un vapor despegaba todo húmedo de diamantes

[hacia el celeste vago…

Descendían la calle serafines de fuego y serafines

[pálidos.

Memorias, oh, qué memorias aquéllos demorados en

[la penumbra de la playa.

Y las casitas aparecían un segundo en la marea

[profunda ahora de las lomas.

BOOK: La rama hacia el este. El álamo y el viento.
6.55Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Dr Pepper Prophecies by Jennifer Gilby Roberts
Linesman by S. K. Dunstall
The Winter War by Philip Teir
The Marriage Prize by Virginia Henley
Out of the Ice by Ann Turner
Innocent Spouse by Carol Ross Joynt
Echo 8 by Sharon Lynn Fisher
Infidelity by Hugh Mackay