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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Ciencia ficción, Novela

Inmunidad diplomática (31 page)

BOOK: Inmunidad diplomática
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—En la Cabina de Carga Número Dos. La Selladora y el magistrado están conmigo.

—¿Nadie ha intentado entrar ni salir de la nave desde que subimos a bordo? ¿No han salido por ningún motivo?

—No.

—¿Entiende la necesidad de permanecer así hasta que sepamos a qué demonios nos estamos enfrentando?

—¿Qué, cree que estoy lo bastante loco para llevar una plaga infernal a mi propia Estación?

Touché
.

—Muy bien, jefe. Ya veo que pensamos lo mismo respecto a este asunto.

«Segundo paso. Alertar a las autoridades médicas de tu distrito.» A todas ellas.

—Voy a informar de esto al almirante Vorpatril y solicitar ayuda médica. Supongo que la Estación Graf tendrá sus propios protocolos de emergencia.

—En cuanto deje usted libre mi comunicador.

—Bien. En cuanto sea posible, pretendo romper los tubos de sellado y apartar un poco la nave de su zona de atraque, sólo para asegurarnos. Si usted o la Selladora quieren advertir al control de tráfico de la Estación, además de dar permiso a la lanzadera que envíe Vorpatril, tanto mejor. Mientras tanto… le insto urgentemente a que selle las compuertas entre su cabina y esta sección central hasta que… hasta que sepamos más. Busque los controles atmosféricos de su cabina y pónganse en circulación interna, si pueden. Yo no… he decidido todavía qué hacer con esta maldita unicápsula. Naism… Vorkosigan fuera.

Cortó la comunicación y contempló con angustia la fina pared que lo separaba de Bel. ¿Hasta qué punto sería una barrera anti-biocontaminación eficaz la piel de una unicápsula sellada? Probablemente lo era bastante, aunque no la hubieran fabricado para tal fin. Una nueva y horrible idea de dónde buscar a Solian, o más bien los restos orgánicos del teniente que pudieran quedar, asomó ineludiblemente la imaginación de Miles.

Con esa deducción llegaron una nueva esperanza y un nuevo terror. Solian había sido eliminado hacía semanas, probablemente a bordo de aquella misma nave, en un momento en que pasajeros y tripulación se movían libremente entre la Estación y la nave. No había estallado ninguna epidemia todavía. Si Solian había sido disuelto con el mismo método de pesadilla que los compañeros de Gupta, dentro de una unicápsula, que luego había sido plegada y quitada de en medio… dejar a Bel en la cápsula con los sellos sin romper podría mantener a todo el mundo perfectamente a salvo.

A todo el mundo, por supuesto, excepto a Bel…

No estaba claro si el periodo de incubación o de latencia de la infección era regulable, aunque lo que Miles estaba viendo ahora sugería que sí. Seis días para Gupta y sus amigos. ¿Seis horas para Bel? Pero la enfermedad o el veneno o el artilugio biomolecular, fuera lo que fuese, había matado rápidamente a los jacksonianos cuando se activó, en sólo unas cuantas horas. ¿Cuánto tiempo tenía Bel hasta que la intervención fuera inútil? ¿Antes de que los sesos del herm empezaran a convertirse en una borboteante masa gris por todo su cuerpo…? ¿Horas, minutos, era ya demasiado tarde? ¿Y qué intervención podía ayudar?

«Gupta sobrevivió a esto. Por tanto, es posible sobrevivir.» Su mente se aferró a ese hecho como un pitón se clava en una superficie rocosa. «Agárrate y escala, muchacho.»

Se llevó el comunicador a los labios y llamó por el canal de emergencia al almirante Vorpatril.

Vorpatril respondió casi inmediatamente.

—¿Lord Vorkosigan? El escuadrón médico que solicitó llegó a la estación cuadri hace unos minutos. Deberían presentarse ante usted de un momento a otro para ayudarle con el reconocimiento de su prisionero. ¿No se han presentado todavía?

—Puede que lo hayan hecho, pero ahora estoy a bordo de la
Idris
, junto con el soldado Roic. Y, por desgracia, junto con la Selladora Greenlaw, el magistrado Leutwyn y el jefe Venn. Hemos ordenado que sellen la nave. Parece que tenemos a bordo un incidente de biocontaminación.

Repitió la descripción de Bel que le había dado a Venn, con unos cuantos detalles más.

Vorpatril soltó una imprecación.

—¿Envío una cápsula personal para recogerlo, milord?

—De ninguna manera. Si hay algo contagioso suelto por aquí…, circunstancia que no está descartada todavía…, ya es, hum, tarde.

—Le enviaré al escuadrón médico de inmediato.

—A todos no, maldición. Quiero que algunos de los nuestros se queden con los cuadris, examinando a Gupta. Es de la mayor urgencia averiguar por qué sobrevivió. Como puede que tengamos que estar aquí durante un tiempo, no comprometa a más hombres de los necesarios. Pero envíeme a los más listos. Con trajes bioprotectores para Nivel Cinco. Puede enviar con ellos todo el equipo que quiera a bordo, pero nada ni nadie saldrá de esta nave hasta que este asunto esté resuelto.

O hasta que la epidemia se los lleve a todos… Miles tuvo una visión de la
Idris
remolcada y abandonada lejos de la Estación, una tumba intocable para todos los que estaban a bordo. Un sepulcro jodidamente caro, por si servía de consuelo. Se había enfrentado a la muerte antes y, una vez al menos, había perdido, pero la solitaria fealdad de ésta le hizo estremecerse. Sospechaba que no habría posibilidad de hacer trampas con ninguna criocámara, esta vez. No para las últimas víctimas, desde luego.

—Voluntarios solamente, ¿me comprende, almirante?

—Le comprendo —dijo Vorpatril, sombrío—. Me pongo en marcha, lord Vorkosigan.

—Bien. Vorkosigan fuera.

¿Cuánto tiempo tenía Bel? ¿Media hora? ¿Dos horas? ¿Cuánto tiempo tardaría Vorpatril en agrupar aquel nuevo contingente de voluntarios médicos y su compleja carga? Más de media hora, de eso estaba seguro. ¿Y qué podrían hacer cuando llegaran?

Además de haber sido alterado genéticamente, ¿qué tenía Gupta que no tuvieran los demás?

¿Su tanque? Respiraba por branquias… Bel no tenía branquias, de eso no había ninguna ayuda. El agua fría fluyendo sobre el cuerpo de rana, las manos palmípedas, a través de las branquias llenas de sangre, helando su sangre… ¿Era posible que aquel biodisolvente del infierno fuera sensible al calor o lo activara la temperatura?

¿Un baño de agua helada? La visión asomó a su mente y sus labios esbozaron una feroz sonrisa. Una técnica poco sofisticada, pero probablemente rápida para reducir la temperatura corporal, eso seguro. Él podía garantizar personalmente los efectos. «Gracias, Iván.»

—¿Milord? —preguntó Roic, preocupado por su aparente parálisis.

—Tenemos que correr como el diablo. Ve a la cocina y mira a ver si hay hielo. Si no hay, pon en marcha la maquinaria que haya a toda potencia. Luego reúnete conmigo en la enfermería. —Tenía que moverse rápido, ser listo—. Puede que allí tengan trajes bioprotectores.

Por la expresión del rostro de Roic, no entendía nada, pero al menos siguió a Miles, quien salió corriendo pasillo abajo. Subieron en el ascensor los dos pisos hasta el nivel que albergaba la cocina, la enfermería y las zonas de recreo. Más agotado de lo que se atrevía a reconocer, Miles indicó a Roic el camino y corrió a la enfermería situada en el fondo de la cabina central. Una frustrante pausa mientras tecleaba el código de acceso, y entró en la pequeña enfermería.

Las instalaciones eran exiguas: dos pequeños pabellones, aunque ambos con capacidad de biocontención de al menos Nivel Tres, más una sala de reconocimiento equipada para cirugía menor que también albergaba la farmacia. Las intervenciones quirúrgicas importantes y los heridos graves eran trasladados a una de las naves militares de escolta, equipadas con enfermerías mejor equipadas. Sí, uno de los cuartos de baño tenía una bañera esterilizable para tratamientos; Miles imaginó a los infelices pasajeros con infecciones de piel chapoteando allí dentro. Armarios llenos de equipo de emergencia. Los abrió todos. Encontró el sintetizador sanguíneo, un cajón lleno de misterioso y escalofriante instrumental diseñado tal vez para pacientes femeninas y una estrecha plataforma flotante para transporte de pasajeros, de pie, al fondo de un alto armario, con dos trajes bioprotectores, ¡sí! Uno demasiado grande para Miles, el otro demasiado pequeño para Roic.

Podía ponerse el que le quedaba demasiado grande: no sería la primera vez. El otro, imposible. No tenía justificación poner en peligro a Roic, así que…

Roic llegó corriendo.

—He encontrado la nevera, señor. Por lo visto nadie la desconectó cuando evacuaron la nave. Está repleta.

Miles sacó su aturdidor y lo colocó sobre la mesa de reconocimiento, y empezó a meterse en el traje bioprotector.

—¿Qué demonios está haciendo, milord? —preguntó Roic, alarmado.

—Vamos a traer a Bel aquí. O, al menos, lo voy a traer yo. Los médicos querrán ponerlo en tratamiento aquí, de todas formas. —Si había tratamiento—. Tengo una idea. A ver si podemos hacer unos primeros auxilios rápidos y burdos. Creo que Guppy sobrevivió porque el agua de su tanque mantuvo su temperatura baja. Ve a ingeniería. Intenta encontrar un traje de presión que te venga bien. Si… cuando lo encuentres, házmelo saber, y póntelo de inmediato. Luego reúnete conmigo donde está Bel. ¡Vamos!

Roic, el rostro decidido, se puso en marcha. Miles usó los preciosos segundos para correr a la cocina, llenar una bolsa de basura de plástico con hielo, arrastrarla hasta la enfermería en la plataforma flotante. Vertió el hielo en la bañera. Luego fue por una segunda bolsa. Entonces sonó su comunicador de muñeca.

—He encontrado un traje, milord. Me viene justo, creo. —La voz de Roic osciló cuando, presumiblemente, movió el brazo. Un sonido de roce y un leve gruñido indicaron que la prueba había tenido éxito—. Cuando termine de ponérmelo, no podré usar mi comunicador de muñeca, seguro. Tendré que ponerme en contacto con usted a través de un canal público.

—Tendremos que vivir con eso. Contacta con Vorpatril a través de tu traje en cuanto estés sellado; asegúrate de que sus médicos puedan comunicarse cuando traigan su cápsula a una de las compuertas externas. ¡Asegúrate de que no intenten pasar por la misma cabina donde los cuadris se han refugiado!

—Sí, milord.

—Nos vemos en Reparaciones Menores.

—Sí, milord. Me pongo el traje.

El canal quedó mudo.

Lamentándolo, Miles cubrió su comunicador de muñeca con el guante izquierdo del traje bioprotector. Se metió el aturdidor en uno de los bolsillos sellables del muslo, y luego ajustó el flujo de oxígeno con unos golpecitos en el indicador de control de su brazo izquierdo. Las luces del visor del casco le indicaron que estaba aislado de su entorno. La leve presión positiva dentro del traje demasiado grande lo hinchó hasta dejarlo algo gordo. Se dirigió hacia el tubo elevador con aquellas botas demasiado anchas, tirando de la plataforma flotante.

Roic bajaba por el pasillo cuando Miles terminaba de meter la plataforma por la puerta de Reparaciones Menores. El traje de presión del hombre de armas, marcado con los números de serie del Departamento de Ingeniería de la
Idris
, resultaba tan protector como el atuendo de Miles, aunque sus guantes eran más gruesos y más incómodos. Miles le indicó que se inclinara hacia él, tocando con su visor el casco de Roic.

—Vamos a reducir la presión de la unicápsula para desinflarla en parte, luego subiremos a Bel a la plataforma flotante y lo llevaremos arriba. No voy a abrir la cápsula hasta que estemos en el pabellón con las barreras moleculares activadas.

—¿No deberíamos esperar a los médicos de la
Príncipe Xav
, milord? —preguntó Roic, nervioso—. Estarán aquí muy pronto.

—No. Porque no sé si es demasiado tarde. No me atrevo a abrir la cápsula de Bel en la atmósfera de la nave, así que voy a tratar de unir un tubo a otra cápsula como desagüe. Ayúdame a buscar cinta aislante, y algo que usar como tubería.

Roic le dirigió un gesto bastante frustrado de obediencia, y empezó a rebuscar en los bancos y cajones.

Miles se asomó de nuevo a la portilla.

—¿Bel? ¡Bel! —gritó a través del visor y la piel de la cápsula. Su voz sonó apagada, sí, pero tendría que haber sido audible, maldición—. Vamos a trasladarte. Aguanta.

Bel permanecía inmóvil, al parecer, desde hacía unos minutos, todavía con la mirada vidriosa y pasiva. Tal vez no fuera la infección, trató de animarse Miles. ¿Con cuántas drogas lo habían atacado la noche anterior para obtener su cooperación?

Asaltado por Gupta, estimulado para recuperar la consciencia por el ba, repleto de hipnóticos, posiblemente, para el trayecto hasta la
Idris
y el engaño a los guardias cuadris. Tal vez pentarrápida después, y algunos sedantes para dejarlo tranquilo mientras el veneno actuaba, ¿quién sabía?

Miles arrojó al suelo otra de las cápsulas. Si el residuo de Solian estaba dentro, bueno, aquello no iba a contaminarla más, ¿no? ¿Habrían pasado desapercibidos los restos de Bel el mismo tiempo que los de Solian, si Miles no hubiera llegado tan pronto? ¿Cuál era el plan del ba? Asesinar y eliminar el cadáver en un solo movimiento…

Se arrodilló junto a la unicápsula de Bel y abrió el panel de acceso a la unidad de control de presurización. Roic le tendió un tubo de plástico y tiras de cinta. Miles envolvió, rezó y giró varias válvulas de control. La bomba de aire vibró suavemente. El contorno redondo de la cápsula se suavizó y arrugó. La segunda cápsula se expandió, después de haber estado flácida y arrugada. Miles cerró válvulas, cortó tubos, selló, deseó tener unos cuantos litros de desinfectante que rociar alrededor. Mantuvo el tejido apartado del bulto que era la cabeza de Bel mientras Roic pasaba al herm a la plataforma.

La plataforma se movió a ritmo rápido: Miles habría deseado correr. Consiguieron llevar la carga a la enfermería, al pequeño pabellón, lo más cerca posible del estrecho cuarto de baño.

Miles indicó a Roic que se acercara de nuevo.

—Muy bien. Tú te quedas aquí. No hace falta que los dos entremos ahí. Quiero que salgas de la habitación y conectes las barreras moleculares. Luego quiero que estés preparado para ayudar en lo que sea necesario a los médicos de la
Príncipe Xav
.

—Milord, ¿está seguro de que no quiere que lo hagamos al revés?

—Estoy seguro. ¡Vete!

Roic, reacio, salió. Miles esperó hasta que las líneas de luz azul que indicaban que las barreras habían sido activadas cobraron vida en la puerta, y entonces se inclinó para abrir la cápsula y apartarla del cuerpo tenso y tembloroso de Bel. Incluso con los guantes puestos, sintió que la piel de Bel estaba abrasadoramente caliente.

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