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Authors: Baltasar Gracián

Tags: #Ensayo, Filosofía

El arte de la prudencia (11 page)

BOOK: El arte de la prudencia
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192. Si das mucha paz, recibirás mucha vida.
La clave del feliz vivir es dejar a los demás vivir. Los pacíficos, más que vivir, reinan, pues su bondad produce la confianza por la que son respetados y queridos, y se les escucha. El secreto de todo es oír y ver, pero no opinar. Día sin pleito, noche de buen sueño. Vivir mucho y vivir con gusto es vivir doble, y es fruto de la paz. Todo lo consigue quien no se mete en nada de lo que no le importa. No hay mayor despropósito que tomarlo todo a propósito. Y la peor necedad es que hieras los sentimientos de quien no lo merece, y que no pongas en su sitio a quien te falta.

193. Pon atención al que aparenta engañarse, buscando salirse con la suya.
No hay mayor astucia que aguzar la atención. Contra el entendido, un buen entendedor. Algunos aparentan engañarse ellos mismos y entregarte inconscientemente su negocio. Así, te ponen a trabajar a su favor (creyendo tú que trabajas para ti) y te ponen a quemarte las manos por sacar sus castañas del fuego.

194. No exageres tus sueños de triunfo.
Y más cuando comienzas tu carrera. Todos tendemos a exagerar la grandeza de los triunfos que planeamos, y esta actitud es más frecuente en los que menos capacidad tenemos. Se imagina uno alcanzar la máxima maravilla. Si te creas una gran esperanza, y ésta no se cumple, será un tormento causado por tu vana imaginación golpeada por la verdadera realidad. Corrige con la cordura esos desaciertos de la mente, y aunque desees lo mejor, siempre espera lo peor, para tomar con ecuanimidad y calma lo que venga. Es correcto aspirar a lo excelso para conseguir lo alto, pero no tanto que produzca un sobresalto. Al empezar tu labor, es importante que tengas esto presente. De este modo, no caerás en presumir llegar más lejos de lo que te permite tu experiencia. No hay en el mundo mejor medicina contra las necedades que la reflexión. Empéñate en conocer bien el tipo de actividad que realices y hasta dónde llegan tus capacidades en ese momento. A cabeza caliente, mente fría.

195. Valora a todos, que de cualquiera puedes aprender.
Ninguno hay que no pueda ser maestro tuyo en algo, como no hay quien no supere en algún aspecto a quien sea su jefe. Saber aprovechar lo mejor de cada uno es una útil sabiduría. El hombre sabio valora a todos, pues reconoce las mejores partes de cada uno, y sabe lo que cuesta hacer las cosas bien. El necio desprecia a todos porque ignora dónde está lo bueno y valioso, y por eso casi siempre yerra, y selecciona lo peor.

196. Conoce en qué oficio eres estrella, y descubrirás tu estrella.
No hay nadie tan poco dotado que no tenga una vocación especial; y si es poco dotado es por no conocerla. Algunos llegan a ser príncipes poderosos sin saber cómo ni por qué lo consiguieron. Una suerte, una fuerza desconocida, una fuerte vocación les facilitó el logro, y después sólo tienen que trabajar para ayudarla y conservarla. Otros son alcanzados por la gracia de ser sabios. Muchos son mejor recibidos en un país que en otro, o en una ciudad mejor que en otra. También hay gente que se siente más feliz en una profesión que en otras, a pesar de ambas gustarle igual, y tener semejantes méritos y habilidades. El azar se mueve como quiere y cuando quiere. El deber tuyo es conocer la tuya, así como medir el alcance de tu inteligencia, para saber dónde puedes perder o ganar. Aprende a seguir y ayudar tu destino, tu azar, tu suerte, tu estrella. No trates de cambiarla, pues sería equivocar el camino de tu destino que te llama.

197. Nunca cargues con los necios.
Asociarse con los necios es un error de quien no los conoce, y un grave error de quien los conoce y no se separa de ellos. Son personas peligrosas para las relaciones superficiales, y muy dañinas para los negocios que requieren confianza y discreción. Y aunque durante un tiempo contengan su resentimiento y la envidia de lo ajeno, más temprano que tarde, hacen o dicen algo que te hará daño. Piensa que si tardaron, fue para hacerla más grande y perjudicial. Quien no tiene prestigio, jamás podrá ayudar al prestigio ajeno. Son infelices e inconformes, y son un sobrepeso que lleva quien carga al necio. La única cosa buena que tiene un necio es que sus errores sirven de experiencia a los sabios, por haberlas oído decir, o por haber sufrido el escarmiento de asociarse a ellos.

198. Viaja, que todo extranjero es bienvenido.
Haz como algunas naciones, que buscando progresar se han separado de los que les dieron origen, para lograr la grandeza. La patria donde naciste es en ocasiones un obstáculo para tu progreso, pues los que comparten tu nacionalidad pueden tener envidia de ti, porque siendo su compatriota, eres más culto y sabio. Y se ocupan de destacar más las debilidades con que comenzaste, que la grandeza que has alcanzado. Hasta un alfiler puede hacerse importante al pasar de un mundo a otro, y un vidrio puede despreciar al diamante, si se muda adonde sea más útil. Todo lo extranjero es estimado, ya sea por el misterio que lleva lo que vino de lejos, ya porque lo vemos hecho y derecho, sin haber conocido las vicisitudes de su crecimiento. Hay gentes que fueron la burla de su país, y hoy son lo más honorable del mundo, logrando la admiración de las personas de su tierra y de los extranjeros, sólo por haberse trasladado. Nunca venerará bien la escultura a aquel que conoció el tronco muerto de donde salió. Aprende a viajar, a trasladarte, a trasplantarte.

199. Haz que te vean como sensato, en vez de entrometido.
La mejor vía para conseguir que te aprecien es tener méritos. Y si te ocupas de elevar tus valores, es seguro que lo lograrás. La entereza sola, no basta. La simpatía sola es indigna, si no haces el esfuerzo por perfeccionarla, pues las cosas que no han sido trabajadas siempre están en su forma primitiva. Si tu esfuerzo no las perfecciona, perderás reputación. Tan importante es que merezcas estar en un lugar, como el saber introducirte.

200. Esfuérzate por tener algo a qué aspirar.
Para que no seas desdichado y desesperanzado, aún siendo feliz en el momento. El cuerpo respira por ser cuerpo, pero suspira por llegar a ser espíritu. Si posees todo, todo te producirá descontento. Incluso el sabio más grande estaría muy triste si no tuviera algo más que desee aprender, alguna curiosidad qué aclarar. La esperanza de lograr algo más, da aliento a la vida, y alcanzarlo es la felicidad. Cuando premies a alguien, nunca le des la satisfacción completa. Si no tienes nada qué desear, todo te producirá temor y frustración. Desdichada dicha la del que no desea, pues donde termina el deseo, empieza el descenso.

201. Recuerda: son tontos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen.
Es tan grande la cantidad de tontos en el mundo, que cuando alguien muestra una pizca de sabiduría, impresiona de modo tal que parece provenir de las alturas divinas. Pero el más tonto es el que cree no ser tonto, y acusa a los demás de serlo. Para ser sabio, no basta parecerlo ni que uno piense que lo es. Hay algunos que creen engañar a los demás haciéndose pasar por sabios, sin darse cuenta de que la gente ha notado sus torpezas. A pesar de que el mundo está lleno de tontos, ninguno cree serlo, y peor aun: ni lo sospechan. Reflexiona bien antes de actuar y hablar, para que no seas uno de ellos.

202. Es bueno que seas correcto en palabras y obras.
Siempre debes hablar a favor del bien y a actuar con honradez. Uno muestra tu alto espíritu y el otro tu gran corazón, y los dos sumados indican que tienes alma superior. Ha de haber perfecta correspondencia entre palabras y obras, semejante al hombre y la mujer, que están hechos uno para el otro y van unidos. No es malo que admires a otros, pero es mejor que te ganes tú la admiración. Es fácil decir y difícil hacer, pero en ti el hablar y actuar siempre han de ir juntos. Las obras son lo más importante en la vida de un hombre, y su palabra es el brillo que las embellece. Las palabras vuelan, los hechos quedan. Las buenas acciones son el fruto de quien bien piensa. Por eso las grandes hazañas son propias de los sabios.

203. Conoce bien a los más notables de tu tiempo.
No son muchos. Fíjate que hay una sola Ave Fénix en todo el mundo, un solo comandante en un ejército, un solo gran líder en una organización, y un sabio surge cada 100 años, dice la máxima. Siempre ha habido un solo rey. Los mediocres son comunes, son muchos en cantidad pero con poca calidad. Las eminencias, las mentes preclaras, abundan poco, porque además de tener inteligencia, deben cultivarla para poder ser notables. Y cuanto más reconocidos son, más difícil es tratar de alcanzarlos. Muchos reyes antiguos trataron de alcanzar la fama de esos gigantes que fueron Alejandro y César, pero fue en vano, pues es imposible hacerse reconocer con simples palabras, que no son más que aire sin los hechos que las avalen. Por eso, son pocos los Sénecas, y un solo Apolo ha logrado la fama.

204. Haz lo fácil como si fuese difícil, y lo difícil, como fácil.
Así manda el buen sentido: Lo fácil trabájalo como si fuese difícil para que la confianza no te conduzca al descuido, y éste al fracaso. Lo que más puede impedirte hacer algo fácil es darlo como hecho, como si no requiriera atención y esfuerzo para hacerse. Todo lo contrario, si pones mucha energía en trabajar lo fácil, te será doblemente fácil hacerlo. Frente a las tareas grandes y difíciles, no te detengas a pensar que son grandes y difíciles, pues eso puede restarte ánimo para culminarlas. Ponles el mismo esmerado esfuerzo y atención que pusiste a lo fácil, y que hizo doblemente fácil lo que era fácil. Con esa fuerza tenaz, se te hará fácil lo difícil.

205. Será más posible lograr lo que buscas, si no le das demasiada importancia.
Una táctica efectiva para alcanzar tus metas es no afanarse en exceso por ellas. Cuando más te desesperas por alcanzarlas, no las consigues, y luego, cuando menos las ansías, vienen a tus manos. Las cosas que te propones son como los sueños, que mientras más tratas de recordarlos, más huyen de tu memoria. Y más fácil los recuerda aquel a quien no le interesa recordarlos. Huyen de quien los persigue y persiguen a quien les huye. También contra tus competidores, el desprecio e indiferencia son excelentes formas de devolver sus ataques. Ya lo dicen los sabios: “Nunca te defiendas escribiendo, pues un escrito puede ser fácilmente usado luego contra ti, más que a tu favor”. No caigas en la mediocridad de los indignos, que por no tener nada propio qué aportar, se dedican a atacar a los que han hecho obras notables, por querer desprestigiarlos. Si uno de ellos argumentase contra ti, no le hagas caso. Hay muchos mediocres que nadie conociera si no los hubiesen enfrentado los grandes hombres a los que atacaron. No hay venganza más poderosa que el olvido: los sepulta en el polvo de la nada. Algunos insensatos pretenden hacerse famosos, por haber destruido las maravillas del mundo. En vez de responder a quienes murmuran, es mejor ignorarlos. Contradecirlos te rebaja al nivel del murmurador, y eso perjudica, pues bajas a su desprestigio. Mejor es que te sientas feliz por tener detractores, que son como la sombra, que destaca más la luz. Tu fama anula al que te difama.

206. Si hay vulgares en tu sociedad o familia, sé discreto, no lo digas.
Hay vulgares hasta en la misma excelsa Corinto, lo mismo que en la familia más decente. Este defecto debe guardarse de las puertas hacia adentro, con discreción. Pero el más vulgar de los vulgares es quien lo dice a todo el mundo, que es como los pedazos de un espejo roto, cuyo brillo hace más fácil que conozcan la rotura. El hablador es necio, censurador e impertinente: discípulo de la ignorancia, padrino de la torpeza y sobrino de la murmuración. No escuches al parlanchín, que no sabe lo que dice y menos lo que piensa. Es importante que aprendas a identificarlo y alejarte de él. Para que no estés entre quienes le hacen el juego al ponerle atención, ni seas objeto de sus murmuraciones. El necio es vulgar, y quienes lo acompañan son igualmente necios y vulgares.

207. Piensa dos veces antes de actuar.
Es mejor seguir ciertas reglas que actuar al azar. Las actuaciones impetuosas y sin cordura, son los deslizaderos por donde caes al fracaso. Tienes más riesgo de precipitarte en un instante de furia o contentura que en muchas horas de meditación. Por querer resolver algo demasiado rápido, puedes pasarte la vida luchando con el problema. Los astutos siempre tratarán de tentarte para ver tus reacciones y así conocerte y dominarte. Y si eres de los que se precipitan, evita que el astuto conozca esta debilidad, pues tratará de usarla cada vez con más frecuencia, para desesperarte y vencerte. Responde siempre pensando y repensando las cosas. Mientras más prontitud te pidan, tómate, de ser posible, más tiempo. Sólo una buena cantidad de reflexión sirve de freno para evitar que se desboque el caballo de la pasión, y excelente persona es quien sabe montarlo sin caerse. Quien imagina el peligro, va con calma y cuidado. La palabra es liviana para quien la arroja, pero es pesada para quien la recibe y pondera. Así que sopésala bien antes de decirla, para que luego no te pese haberla dicho.

208. Bueno es que seas sabio y sereno hasta el último día de tu vida.
Es frecuente que los sabios al momento de morir pierdan la cordura. Contrario les ocurre a los necios, durante toda la vida y hasta su muerte hay que estar aconsejándolos. Son tantos los errores de los necios, que les causan la muerte. Están, por su carencia de serenidad, siempre en desequilibrio: unos mueren por tener demasiado conciencia de sus torpezas, y otros por no tener conciencia de ellas. Unos mueren a causa de saber que son necios, y otros por no saber que lo eran. Necio es el que muere por estar lleno de consejos a los que no hizo caso. Algunos tontos mueren por haber adquirido conocimiento, y otros viven por ignorarlos. Pero son tantos los necios y tontos, que por más que mueran, siempre serán pocos los que mueran.

209. No quieras lo que todos quieren y sé feliz con lo que tienes.
Si eres así eres dueño de una muy especial sensatez. Es muy necesaria para el novato que empieza su carrera, pues algunos, inconformes con lo que tienen, han caído en la trampa de desesperarse por alcanzar lo que otros poseen. Está mal que no estés contento con tu suerte y carrera, aun sabiendo que ha sido buena. Igual de mal está lo contrario: que estés conforme con tu capacidad, aunque sepas que es mediocre. Otro error que debes evitar es codiciar la dicha ajena y aborrecer la que te ha tocado. Muchos tienen la necedad de alabar las cosas del ayer o las de otros países, como si todo lo pasado y lo lejano fuese mejor que lo de hoy y aquí. Tan torpe es el que ríe por todo como el que sufre todo.

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