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Authors: Kevin J. Anderson

Campeones de la Fuerza (6 page)

BOOK: Campeones de la Fuerza
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Luke extendió su roce invisible hasta las placas de Erredós con la esperanza de producir un potente sonido metálico, suponiendo que al menos haría que el androide se diera cuenta de que allí ocurría algo raro. Se esforzó y empujó con toda su potencia intangible, y sólo consiguió producir lo que le pareció un golpecito casi imperceptible sobre las placas metálicas del androide.

Erredós se detuvo durante un momento, pero el androide enseguida pareció decidir que aquel sonido inexplicado no tenía ninguna importancia y entró en el turboascensor mientras Luke hacía acopio de energías para lanzar otro empujón con la Fuerza. Una vez dentro del ascensor Erredós volvió nuevamente su sensor óptico hacia el cuerpo de su amo y emitió un largo silbido quejumbroso antes de que se cerraran las puertas. Luke oyó el zumbido de la plataforma al ponerse en marcha para volver a los niveles inferiores del Gran Templo.

Luke permaneció inmóvil en el vacío lleno de ecos de la gran sala de audiencias, solo de nuevo y sintiéndose totalmente impotente. Había despertado, sí, pero carecía de sustancia y al parecer no podía hacer nada. Tendría que encontrar otra manera de salir de aquella apurada situación.

Volvió la mirada hacia los tragaluces del techo para contemplar la negrura de la noche sin luna de la jungla, y se preguntó qué podía hacer para escapar de aquella terrible trampa.

4

Chewbacca apremió a los últimos miembros del equipo de las Fuerzas Especiales a subir al transporte de tropas con un ensordecedor rugido wookie lleno de impaciencia. Los otros transportes llevaban todo el día yendo y viniendo de la superficie de Coruscant a una órbita cercana al planeta, desplazando las armas, el equipo y el personal del contingente de asalto que se estaba reuniendo en el espacio.

El grupo de batalla fuertemente armado consistía en una fragata de escolta y cuatro corbetas corellianas, con lo que poseía la potencia de fuego suficiente para ocupar el «tanque de cerebros» secreto imperial, la Instalación de las Fauces, y vencer cualquier resistencia que pudieran oponer los científicos creadores de armas que habían quedado abandonados allí.

Los últimos tres rezagados subieron por la rampa. Llevaban armadura ligera y estaban acabando de asegurarse las mochilas a la espalda. Chewbacca vio cómo los soldados se instalaban en sus asientos y se ponían los arneses de seguridad antes de pulsar el botón DESPEJADA para hacer subir la rampa de abordaje.

—Tu impaciencia no nos está ayudando en nada, Chewbacca —dijo Cetrespeó—. El nivel de tensión ya es considerable, y sólo estás consiguiendo empeorar las cosas. Ya estoy empezando a tener malos presentimientos respecto a esta misión.

Chewbacca respondió con un gruñido gutural sin hacer ningún caso de su comentario. Estaba tan impaciente que alzó en vilo al androide y lo dejó caer con un ensordecedor ruido metálico en el único asiento que aún estaba vacío..., que desgraciadamente se encontraba al lado del de Chewbacca.

—¡Oh, vaya! —exclamó Cetrespeó mientras se apresuraba a ponerse el arnés de seguridad—. Estoy haciendo todo lo que puedo... Ya sabes que no tengo ninguna experiencia en este tipo de asuntos.

Chewbacca se instaló en un asiento que nunca había sido concebido para acomodar a una criatura tan grande, y dobló sus peludas rodillas hasta dejarlas casi al nivel de su pecho. Le hubiese gustado poder estar a bordo del
Halcón Milenario
; pero Han y Leia habían ido a ver a Luke Skywalker, y Chewbacca estaba convencido de que su primer deber era acudir en ayuda de los prisioneros wookies que seguían atrapados en la Instalación de las Fauces y rescatarlos de su cautiverio.

Los otros miembros del equipo de asalto se removieron nerviosamente en sus asientos y miraron a su alrededor, haciendo una última comprobación de sus listas mentales de equipo y procedimientos básicos. Los Comandos de Page, una tropa de élite, tendrían a su cargo la mayor parte de la misión en primera línea, con mucha potencia de fuego de la Nueva República para respaldarles. El Comandante de Operaciones Especiales, el general Crix Madine, había explicado detalladamente la estrategia de la ocupación que se planeaba llevar a cabo a las Fuerzas Especiales. Todos los soldados eran muy competentes y estaban lo suficientemente adiestrados.

Chewbacca estaba deseando que el piloto se diera un poco de prisa y despegara de una vez. Dejó escapar un largo suspiro por entre sus gruesos labios, pensó en Han e intentó no preocuparse. Aun así, Chewbacca no podía olvidar que llevaba mucho tiempo esperando que surgiera una oportunidad de ayudar a los esclavos wookies torturados.

Cuando él, Han y el joven Kyp Durron habían sido capturados por la almirante Daala en la Instalación de las Fauces, Chewbacca había sido obligado a trabajar al lado de los cautivos wookies a bordo de los Destructores Estelares y en la misma Instalación. Los wookies llevaban más de diez años prisioneros dentro del cúmulo de agujeros negros haciendo trabajos peligrosos y agotadores, y ya no eran capaces de oponer ninguna resistencia. Pensar en sus vidas destrozadas hacía que Chewbacca sintiese que le hervía la sangre.

No hacía mucho había hablado ante el Consejo de la Nueva República, contando con la no excesivamente fiable ayuda de Cetrespeó como traductor. Chewbacca había apremiado a los miembros del Consejo a que tomaran la decisión de ocupar la Instalación y liberar a los prisioneros wookies, con lo que también impedirían que los diseños de nuevas superarmas cayeran en manos de los imperiales. Mon Mothma le había prestado su apoyo, y el Consejo había acabado accediendo a su petición.

Los soportes de descenso del transporte fueron subiendo poco a poco con un zumbido mecánico y desaparecieron dentro del casco con un repiqueteo de metal contra metal. El transporte se alzó sobre sus haces repulsores oscilando una leve sacudida y empezó a alejarse de la plataforma de descenso, subiendo por el cielo mientras la metrópolis de Ciudad Imperial brillaba bajo él.

Cetrespeó empezó a hablar consigo mismo. Chewbacca se maravilló al pensar en los extremos de sofisticación que debía de alcanzar el cerebro electrónico del androide para ser capaz de encontrar un motivo de queja a cada momento.

—Sencillamente no entiendo por qué el ama Leia me ordenó que fuese contigo —estaba diciendo Cetrespeó—. Siempre me alegra poder ser útil en lo que sea, naturalmente, pero podría haber ayudado a cuidar de los niños mientras ella visita al amo Luke en Yavin 4. He estado haciendo un buen trabajo como cuidador y guardián de los gemelos. ¿no?

Chewbacca soltó un gruñido.

—Cierto, perdimos a los niños en el Zoo Holográfico de Animales Extinguidos —siguió diciendo Cetrespeó—, pero sólo fue una vez, y además todo terminó bien.

El androide meneó su cabeza dorada.

La aceleración se fue incrementando, y Chewbacca cerró los ojos y le gruñó en wookie al androide que se estuviera callado. Cetrespeó no le hizo ningún caso.

—Me habría gustado mucho poder ver a Erredós en la Academia Jedi del amo Luke —dijo—. Llevo mucho tiempo sin poder hablar con mi contraparte.

Después Cetrespeó cambió de tema sin reducir ni un solo instante la velocidad de su continuo parloteo.

—Francamente, no se de qué se espera que sirva mi presencia en esta misión militar. Nunca he sido muy buen combatiente... No me gustan los combates. Odio el ajetreo y la violencia en todas sus formas, aunque por desgracia he tenido que encontrarme en muchas situaciones movidas.

La inercia empujó a Chewbacca, incrustando su cuerpo en el respaldo de aquel asiento que resultaba tan incómodamente pequeño para él mientras el transporte aceleraba dirigiéndose hacia el grupo de navíos de combate que orbitaba Coruscant.

Y Cetrespeó seguía hablando.

—Puedo comprender la razón por la que se ha querido contar con mi presencia, desde luego —estaba diciendo—. Se supone que debo ayudar en el examen de los datos contenidos en los ordenadores de la Instalación de las Fauces, y supongo que también puedo ser de cierta ayuda a la hora de traducir los lenguajes de los científicos alienígenas, pero estoy seguro de que debe de haber unos cuantos androides más que estén mejor cualificados que yo para llevar a cabo ese tipo de trabajo. El general Antilles se ha llevado consigo todo un grupo de androides decodificadores para que se encarguen de la información codificada, ¿no? Los Comandos de Page son expertos en ese tipo de cosas. ¿Por qué he de ir con vosotros y hacer todo el trabajo más duro? Me parece terriblemente injusto.

Chewbacca ladró una seca orden. Cetrespeó se volvió hacia él con sus sensores ópticos amarillos iluminados por un brillo de indignación.

—No pienso callarme, Chewbacca —replicó—. ¿Por qué debería hacerte caso, especialmente después de que me dejaras la cabeza vuelta del revés en la Ciudad de las Nubes?

»Si hubieras abierto la boca durante los preparativos de esta misión especial, podrías haberles convencido de que me dejaran quedar con el ama Leia. Pero pensaste que mi presencia podía resultar de utilidad, así que ahora tendrás que escucharme.

Chewbacca dejó escapar un suspiro de fastidio, extendió una manaza peluda y movió el interruptor de energía incrustado en la parte de atrás del cuello de Cetrespeó. El androide se fue inclinando hacia delante, y el chorro de palabras que brotaba de su altavoz fue surgiendo cada vez más y más despacio hasta que se interrumpió del todo.

Los Comandos de Page sentados en la cabina del transporte de tropas —conocidos por su intenso adiestramiento, fría eficiencia y total y absoluta profesionalidad— se volvieron hacia Chewbacca y aplaudieron su acción.

El general Wedge Antilles contemplaba el espacio desde el puente de mando de la fragata de escolta
Yavaris
. La luz del sol se reflejaba en los cascos metálicos de las naves que formaban su flota. Había solicitado el mando de aquella misión porque quería volver al lugar en el que Qwi Xux había pasado una parte tan grande de su existencia, aquel complejo de investigación donde podían estar ocultos los secretos de su memoria perdida.

La
Yavaris
era una nave excelente, y resultaba altamente temible en el combate a pesar de la apariencia de fragilidad que le daba la delgada columna vertebral que separaba sus dos componentes primarios. En la popa de la fragata había una estructura con forma de caja que contenía los motores sublumínicos e hiperespaciales y los reactores de energía que abastecían no sólo a los motores, sino también a doce baterías turboláser y doce cañones láser. En el otro extremo de la varilla de conexión y a bastante distancia de los motores se encontraba la sección de control, mucho más grande y formando ángulo hacia abajo. La segunda estructura contenía el puente de mando, los alojamientos de la tripulación, los sistemas sensores y los hangares de carga que transportaban dos escuadrones de cazas X para el ataque.

La fragata de escolta llevaba unos novecientos soldados veteranos a bordo, mientras que el resto de la flota de Wedge —cuatro corbetas corellianas— transportaba cuatrocientos soldados más, cien a bordo de cada navío.

Wedge deslizó una mano por su oscura cabellera apartándola de la frente y tensó su cuadrada mandíbula. El último transporte de tropas ya había establecido la conexión de atraque con la fragata, y estaba enviando al resto de los incursores cuidadosamente seleccionados que formaban el contingente de ataque.

Han Solo había informado de que la Instalación de las Fauces ya no estaba protegida por los Destructores Estelares de la almirante Daala, que habían salido del cúmulo de agujeros negros para sembrar el caos y la destrucción en la galaxia. La valiosísima información sobre las superarmas y los científicos que vivían en la Instalación carecían de defensas..., probablemente. Aun así, Wedge estaba preparado para encontrarse con alguna que otra sorpresa y no olvidaba que iba a vérselas con un grupo de diseñadores de armas imperiales.

Wedge conectó el intercomunicador del puente de mando de la
Yavaris
.

—Preparados para la partida —dijo.

Las cuatro corbetas se colocaron alrededor de la fragata de escolta en una formación de diamante. Wedge vio un palpitar de luz blanco azulada delante de él cuando las hileras de potentes motores cobraron vida de repente.

Los gigantescos motores de las corbetas eran el doble de grandes que la sección de camarotes y la estructura de control en forma de cabeza de martillo. Años antes la princesa Leia viajaba a bordo de una corbeta cuando fue capturada por el Destructor Estelar de Vader y éste le exigió que devolviera los planos de la
Estrella de la Muerte
que había robado.

Wedge contempló cómo el delicado encaje de luces que era el lado nocturno de Coruscant se iba alejando de la flota a medida que los navíos salían de la órbita e iniciaban un rápido ascenso en ángulo, dejando atrás las estaciones de atraque y los enormes espejos parabólicos que dirigían los rayos de sol amplificados hacia el planeta para calentar las gélidas latitudes superiores.

Le habría gustado que Qwi se quedara a su lado para presenciar la partida, pero estaba en su camarote repasando cintas de información en una incesante labor de estudio. Su memoria se negaba a volver, y Qwi estaba decidida a llenar los espacios en blanco lo más deprisa posible recuperando la información que había perdido.

También sentía una profunda repulsión ante los planetas vistos desde una trayectoria orbital. Wedge había necesitado muchas preguntas cariñosas y mucha delicada insistencia antes de que Qwi acabara diciéndole que le recordaban su infancia, cuando había sido mantenida como rehén a bordo de una esfera de adiestramiento orbital bajo la implacable tutela de Moff Tarkin. Qwi había sido obligada a presenciar cómo un grupo de Destructores Estelares de la clase Victoria destruía las colmenas en las que vivía su gente cada vez que algún estudiante no conseguía superar un examen.

Pensar en todas las cosas terribles que el Imperio había hecho a la delicada y hermosa Qwi hizo que Wedge apretara los dientes.

—¿Preparados para entrar en el hiperespacio? —preguntó volviéndose hacia el puente de mando.

—Curso fijado, señor —respondió el oficial de navegación.

Wedge se juró que haría cuanto estuviera en sus manos para llenar de alegría la vida de Qwi... en cuanto hubieran tomado la Instalación de las Fauces.

—En marcha —dijo.

Qwi Xux estaba sentada delante de la pantalla, inmóvil en su camarote sin ventanas de los niveles inferiores protegidos de la
Yavaris
con la mirada clavada en ella mientras sus grandes ojos color índigo parpadeaban lentamente. Estaba repasando un archivo detrás de otro, absorbiendo la Información con tanto entusiasmo como una esponja del desierto de Tatooine absorbía las gotitas de humedad.

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