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Authors: Chuck Palahniuk

Tags: #Humor, Intriga

Pigmeo (24 page)

BOOK: Pigmeo
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Mientras recita esta profunda conferencia, las manos del aclamado mariscal de campo manipulan la hebilla del cinturón propio. Liberan el cinturón. Extraen la correa de cuero del cinturón por completo de la cintura de los pantalones. Los dedos de su mano agarran la tela del blusón allí donde se encuentra constreñida dentro de la cintura. Tiran de los bajos del blusón hacia arriba hasta que lo liberan del pantalón y los faldones del blusón quedan colgando sueltos, afectados por muchas arrugas.

El distinguido mariscal de campo narra una lección valiosa cosechada durante incontables violaciones dolorosas. Ensamblada durante degradantes cópulas mantenidas con un número enorme de senadores americanos, gobernadores estatales y jefes del Estado mayor de la defensa.

Las medallas de oro que le cubren el músculo cardíaco le reconocen al mariscal de campo el haber soportado tantas humillaciones.

Al momento siguiente, las rodillas del mariscal de campo se flexionan y su torso se inclina para que sus manos puedan desatar los cordones de una bota. Las manos desanudan los cordones de la segunda bota. Los pies del reverenciado mariscal de campo se elevan para liberarse y abandonar ambas botas vacías.

Desde la era moderna, explica el reputado mariscal de campo, la depravada nación de Estados Unidos da acogida a semejantes degenerados. América se jacta mediante frecuentes desfiles públicos que hacen ostentación de la sodomía. Si no se genera vergüenza ni miedo, la amenaza histórica de sacarlos a la luz ya no es eficaz para producir la extorsión.

Los dedos de las manos del sabio mariscal de campo liberan el cierre de la cintura del pantalón. Las piernas salen del pantalón del uniforme. Dobla con gran cuidado los pantalones y los coloca encima de las botas. Deja a un lado las botas y los pantalones.

—Una cosa importante —dice el aclamado mariscal de campo, ataviado únicamente con blusón y calzoncillos interiores de bikini. Los calzoncillos interiores de bikini son de un insulso color oliváceo. Revelando unas piernas flacas densamente recubiertas de pelos exuberantes, nos dice—: Posteriormente a la estimulación dactilar del ano americano, los agentes siempre tienen que lavarse las manos...

Y ofrece a todos los agentes cubre-manos de látex. Les ofrece gelatina lubricante transparente y sin color.

El mariscal de campo exclama que los diablos americanos no sienten aprensión hacia ningún acto genital posible. Se pasan la vida insertándose roedores por el túnel del recto, incluso los actores de cine más famosos. Los falos y orificios de las víboras estadounidenses siempre están trufados de una textura de multitud de nódulos, siempre están tan nudosos como criaturas marinas, anémonas o pepinos de mar, de tan cubiertos que se encuentran de una densa capa de verrugas venéreas.

—El resultado de unos abusos tan frecuentes —dice el mariscal de campo— es que los orificios americanos están perpetuamente enfermos. —Dice—: Siempre son portadores de infecciones.

Las manos del respetado mariscal de campo todavía no extraen el bikini propio.

Tanek pasa los cubre-manos de látex y pasa la gelatina, se la distribuye a Otto, que se la distribuye a Sheena, luego a Oleg y a Vaky, hasta que todos los agentes se encuentran equipados.

En secreto, la máquina interior de pensar del agente-yo, sin voz alta, dice: «... carbono... cerio... cesio...».

—Es crucial —dice el mariscal de campo— ser capaces de localizar al instante la próstata o la esponja uretral para estimularlas con vigor. —El bikini sigue en su sitio, enmascarando los genitales, y el mariscal de campo continúa—: La nación americana es víctima de una cultura del deseo...

De acuerdo con la conferencia, todo el esfuerzo de Estados Unidos va encaminado a incitar el deseo, a infligir ansia e inspirar demandas. Todos los días las ratas americanas ofrecen un exceso de objetos para adquirir. Un exceso de fórmulas para el éxito. Una selección demasiado enorme de religiones, vocaciones y estilos de vida. Nunca existe la posibilidad de realizar una elección. Y el resultado es que no hay felicidad, siempre se está pugnando por la persecución del siguiente objetivo. Por la siguiente posesión o experiencia o compañero reproductivo.

Enganchando el dedo en la cinturilla elástica del bikini, el mariscal de campo explica la naturaleza superior de esta patria. Aquí, el Estado no promueve ninguna opción existente. Limita todas las posibles elecciones de cada ciudadano. Proporciona la selección más simple y mejor de residencia, educación, carrera y pareja. Un contingente de funcionarios estatales sabios e informados no permite que el ciudadano se vea confundido por el estrés de las oportunidades, por el estrés de las sorpresas ni de las ambiciones elevadas. A fin de infligir una felicidad mayor, esta patria canaliza a todos los ciudadanos por la ruta de un solo camino correcto en la vida. Únicamente se puede aplicar toda la energía vital al propósito más noble. No hay un caos de variedades enormes. No hay ningún tumulto generado por las elecciones personales.

—En el día futuro —dice el mariscal de campo —demostraremos el método correcto de alojar el condón oculto dentro de la mejilla facial para poder usarlo durante la felación al presidente americano. —Dice—: A fin de contener la explosión de la semilla del presidente. —Dice—: Resulta muy eficaz preservar el propio atuendo.

El mariscal de campo cita al eminente general militar y valeroso visionario Idi Amin, diciendo:

—«No se puede correr más deprisa que una bala».

En este día de hoy, las manos del mariscal de campo se agarran el elástico del bikini. Extraen un muslo del mismo. A continuación extraen el segundo muslo para dejar al descubierto unos muy ilustres genitales colgando por debajo de los faldones del blusón, mientras su pecho continúa engalanado con muchas medallas de oro. Para triunfar en América, los agentes deben convertirse en participantes sexuales superiores. En la cultura demoníaca de los despóticos Estados Unidos, los agentes deben alcanzar el estatus de objetos que exciten el mayor deseo.

El cuello del respetado mariscal de campo efectúa una rotación, Sus hombros efectúan una rotación. Su torso efectúa una rotación para hacer que su cuerpo entero deje las nalgas marchitas expuestas ante los agentes reunidos en el ejercicio de formación.

Este agente emite una inhalación diminuta, luego una exhalación diminuta, y por fin repite el ciclo. Su músculo cardíaco reverbera deprisa. Las manos del agente-yo tiemblan con pequeñas convulsiones. Con terror secreto, el agente-yo recita sin voz: «... cobalto... cobre... curio...».

En el día de hoy estudiamos la ubicación de la próstata. En el día siguiente, el clítoris. En el segundo día siguiente, los pezones. Estudiamos la estimulación de los labios. La estimulación del escroto. Desarrollamos el servicio más eficaz de pervertir el pene y la vagina. Para perpetrar la venganza contra los depredadores americanos, todos los agentes deben graduarse como expertos en dar placer a todos los pedófilos a fin de extorsionarlos después.

Todos los agentes observan el ojete arrugado, el cagadero espantoso del importante mariscal de campo, y cómo constriñe la pequeña circunferencia. Agarrota el nudo diminuto. Luego lo expande y lo relaja hasta que el músculo escurridizo de color rojo se abre plenamente como una flor. A continuación repite el constreñimiento y la relajación y continúa realizando esas pulsaciones.

Las vísceras del agente-yo sufren una convulsión y un espasmo. El esófago es inundado por un sabor amargo de exceso de ácidos digestivos. La nuez de Adán salta por culpa del esfuerzo de tragar tanta bilis estomacal.

Esta patria presenta una libertad total de falta de opciones. El único deber inevitable: la aniquilación.

Sería posible que las piernas del agente-yo dieran un salto desde su pupitre y aterrizaran matando con la Patada del Canguro, zas-pum, dejando al mariscal de campo en coma y permitiendo que este agente se escapara del aula. Que huyera del Estado.

Cita: «No se puede correr más deprisa que una bala».

Este agente está condenado a disfrutar para siempre del alivio de esa trampa.

Todos los estudiantes se colocan al instante el cubre-manos de látex mientras el mariscal de campo se pone en cuclillas para exponer el tejido rosado y arrugado correspondiente a la lección de hoy. Proporcionando acceso al mismo. Y en el mismo momento, la voz del mariscal de campo convoca el nombre del agente inicial para que se preste voluntario.

COMUNICADO VIGESIMOSEXTO

Empieza aquí el informe vigesimosexto del agente-yo, número 67, asistiendo a la tortura viviente del «coro juvenil de swing». Ya ha iniciado la construcción del arma de destrucción masiva XXXXX. Después del éxito de la reciente incursión para obtener la neurotoxina letal XXXXX. El método de dispersión efectivo XXXXX. Para que conste en acta, en el momento presente el agente-yo está imitando las expresiones faciales de regocijo de sus compañeros-estudiantes mientras estos vociferan las letras de sus canciones propagandísticas. Todos elogian el Estado Unido agrícola denominado Oklahoma, un entorno primitivo donde se emplea fuerza de trabajo equina para arrastrar cierto vehículo con ruedas estropeado con flecos decorativos superfluos.

Este agente está posicionado entre las hileras de estudiantes, las filas múltiples organizadas según los tonos de la voz, segregadas, y soporta la orden que ha recibido de colocarse entre las voces agudas de las estudiantes femeninas. La voz del agente-yo emite vociferaciones únicamente en las porciones correspondientes a los chillidos más agudos de la letra. Que describe un carruaje resplandeciente execrado con flecos colgados. Corderos melosos. Tallos del cereal maíz crecidos a una altura comparable a la de los ojos de los paquidermos. Una letra demencial y pestilente. Las órdenes son no hacer muecas mientras se vociferan esas palabras dementes.

Para que conste en acta, la mayoría de las palabras de gran tamaño impresas a tinta en el periódico de noticias americano de hoy anuncian que el progenitor masculino de Trevor Stonefield ha sido arrestado por el Estado, acusado de abusos sodomitas contra su propio hijo. Una tosca imagen en tinta presenta a Glen Stonefield derramando abundante agua por los ojos mientras es colocado en cautiverio por los agentes de la ley. La hembra Stonefield también derrama agua por los ojos y presiona con las palmas de las manos femeninas sobre ambas mejillas faciales de su macho, con los músculos de las pantorrillas femeninas contraídos para posicionarse en equilibrio sobre las puntas de los pies y los labios fruncidos estirados hasta que sus labios están muy a punto de establecer contacto con los labios del progenitor masculino. El Stonefield masculino forcejea contra sus ataduras. Las manos femeninas atrapan durante un momento final la cara masculina.

Mientras todos vociferan los atributos del estado de Oklahoma, el agente-yo lleva dicha fotografía extraída de la página impresa, doblada y metida dentro del pantalón. Los dedos de este agente leen con el tacto y palpan la tinta de las caras de los progenitores afligidos. En secreto, los labios del agente-yo citan dentro de su cabeza al implacable líder y despiadado tirano Adolf Hitler: «No es la verdad lo que importa, sino la victoria».

Ahogada entre los berridos de elogio al maíz bamboleante y a las reses posicionadas de manera que parecen estatuas, una voz susurrante dice:

—¿Pigmeo?

La voz femenina de la hermana-huésped, la gata sigilosa, dice:

—La otra noche... —Dice—: En Acción de Gracias... —La hermana está posicionada inmediatamente detrás de este agente, sepultada en medio de las voces femeninas de tono agudo. La dulce exhalación de la hermana sacude la oreja de este agente.

La voz de la hermana queda camuflada entre el estruendo de todas las loas a la gloriosa ciudad de Kansas. A su modernidad. Menudos gritos de presunción. Menuda arrogancia americana. Mucho orgullo retumbante por un edificio rascacielos consistente en siete plantas. Por los retretes contenidos en el interior de la residencia en lugar de una mera fosa exterior excavada para albergar las heces. Los risueños jóvenes americanos braman con enorme egocentrismo por semejantes progresos recientes.

Con la voz ahogada por el revuelo de toda esa propaganda obligatoria de celebración, la hermana-gata dice:

—O sea, ¿me mangaste los cartuchos de impresora que te pedí?

Sin efectuar ninguna rotación del cuello para mirar a la hermana-gata a los ojos, este agente inclina el cráneo hacia delante y hacia atrás y repite el gesto para que su cabeza diga «sí». Con los dedos escondidos dentro del pantalón para acariciar la foto de las caras húmedas de los progenitores Stonefield. Y al mismo tiempo, para acariciar el levantamiento turgente del arma de este agente.

La voz de aliento dulce de la hermana dice:

—Creo que le has causado a mi hermano lesiones cerebrales con tantas drogas... —Dice—: Aunque en su caso es difícil saberlo.

Rodean a este agente los cráneos vociferantes de múltiples hembras viables para la reproducción: la antigua delegada de Noruega, la antigua delegada de Palau y la delegada de Zambia. Negroide. Mongoloide. Caucasiana. La señora Melones de Huerta. La señora Peras en Dulce. Todas sus vaginas albergan el tesoro escondido de un precioso cargamento de óvulos hambrientos de semillas masculinas. Todo un ejército de futuros soldados, médicos, agentes políticos e ingenieros civiles, suprimido a fin de que las hembras berreen canciones que promocionan el enorme avance cultural de la ciudad de Kansas. Que se jactan de los degenerados bailes de cabaret sin ropa. De los teléfonos públicos.

Qué corrupta es la malvada y vil cultura liberal americana. Qué pretencioso es Estados Unidos.

Al momento siguiente, otra voz femenina dice en tono susurrante:

—Atención, camarada.

Es la voz de la agente Magda, que se ha posicionado detrás de este agente. Con el oído delante de la hermana-gata, Magda dice:

—Es necesario realizar test de uso de la neurotoxina letal, antes de la Operación Estrago...

Y en el mismo momento, la hermana-gata dice:

—¿Me
besaste
? —Dice—: Quiero decir, mientras yo estaba dormida...

La voz de Magda susurra:

—Es necesario exponer a un sujeto a la prueba para calcular los efectos de la toxina fatal.

El aliento de la hermana-gata emite un aroma dulce a goma de látex de mascar. El aliento de Magda emite olor a los dientes sucios de la agente.

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