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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Osada (4 page)

BOOK: Osada
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—Así se hará, señor —afirmó Tyrosian. Luego vaciló un instante—. Lo siento, señor.

Geary también titubeó un momento. Esta vez, mientras asentía con la cabeza, estaba seguro de que su expresión era sincera.

—Gracias, capitana. Ya lo sabía. Por eso sigue al mando de la
Hechicera
y de la división de auxiliares, y por eso confío en que va a realizar un buen trabajo en ambos cargos.

En cuanto desapareció la imagen de Tyrosian, cerró los ojos durante un instante, deseando haber manejado bien el asunto, e intentando averiguar si realmente quería decir lo que había dicho, o si solo había entrado en el juego político. Mostrarle una apariencia falsa al enemigo podía jugar un papel tan importante a la hora de vencer como las divisiones de acorazados. No era algo que le importase demasiado. No obstante, cuando tenía que hacer lo mismo con sus oficiales, no había conseguido que le resultase tan fácil. ¿Creía realmente en Tyrosian o solo la veía como la menos mala de las opciones? Y aunque así fuese, ¿de qué serviría decírselo?

Venga, deja de darle vueltas. Hay trabajo que hacer
. Los ojos de Geary se abrieron y volvieron al visor, que mostraba el sistema estelar Baldur. No estaba seguro de cómo iban a poder conseguir las materias primas de los síndicos, pero sí de quién tendría que hacerlo. Al rato, apareció la imagen de la capitana de los infantes de marina.

—Coronel Carabali, tengo una tarea para sus tropas.

Ahí vamos otra vez
. Geary se preparó, y entró en la sala en la que se reunía con los capitanes de la flota. No era demasiado grande. En la mesa que había dentro solo había espacio para unas doce personas sentadas cómodamente. Sin embargo, el software de conferencias virtuales de la flota hacía que tanto la sala como la mesa pareciesen suficientemente grandes como para albergar a todos los capitanes de la flota. Pese a haber aguantado numerosas reuniones allí, Geary todavía no sabía si era una bendición o una maldición.

Se sentó a la cabeza, mirando a ambos lados. Aparentemente, cerca de él se sentaban los oficiales de mayor rango, dispuestos de forma lineal en orden decreciente, de modo que en el lado opuesto se situaban los comandantes de menor rango. Solo había otra persona físicamente presente en la sala, la capitana Desjani, que parecía tan poco entusiasmada con la reunión como el mismo Geary, aunque a este último se le notaba menos.

La ausencia del capitán Numos y de la capitana Faresa, que se sentaban cerca de él y eran como una piedra en el zapato, tampoco lo tranquilizaba demasiado. Los antiguos oficiales al mando de la
Orión
y la
Majestuosa
estaban arrestados, pero incluso así eran una constante fuente de molestias. A Geary le bastaba con ojear la mesa para percibir unas miradas que, o bien se mostraban cautelosas, o bien escondían las opiniones que pudiesen tener. Por suerte, también había oficiales que evidenciaban una casi adoración, aunque le resultase desagradable, hacia
Black Jack
Geary, de igual manera que otros creían menos en su leyenda y más en el hombre que había llevado la flota tan lejos. Y él tampoco ayudaba precisamente, ya que se preguntaba cuánto tiempo pasaría antes de que cometiese un error tan grave que hiciese que toda esa fe se esfumase ante la realidad de su falibilidad humana.

—Bienvenidos a Baldur —comenzó diciendo Geary. En cuanto pronunció esas palabras, se dio cuenta de que ese era el título de un famoso documental de hace un siglo. Nadie más reaccionó, por lo que probablemente fue el único en recordarlo. Tampoco es que fuese sorprendente, claro—. Había planeado que fuésemos sobre el plano del sistema hasta el siguiente punto de salto, pero, como de costumbre, los planes han cambiado.

En cuanto Geary presentó ante sí un visor, se escuchó un murmullo de interés en la gran mesa de reuniones virtuales. En el centro flotaba una representación de la brillante estrella amarilla llamada Baldur, con los planetas importantes que el sistema estelar poseía, y con símbolos que representaban actividad o instalaciones síndicas diseminadas por el sistema.

—Tenemos que hacer una visita a las instalaciones mineras síndicas de la cuarta luna del segundo gigante gaseoso. —Un símbolo aumentó su brillo—. Las auxiliares necesitan reponer algunos materiales básicos, y vamos a sacarlos de ahí. O mejor dicho, nuestros infantes de marina van a hacerlo.

Geary apuntó con su cabeza hacia la imagen de la coronel Carabali.

Carabali, al igual que Geary, fue puesta al mando cuando su superior fue asesinado por los síndicos durante las negociaciones. Por ser una marine, no había dejado que esto le intimidase lo más mínimo cuando trataba con los demás oficiales de la flota. En aquel momento hablaba con la cadencia seca y precisa de un portavoz.

—Nos preocupa que los síndicos puedan sabotear o contaminar las reservas que necesitamos —comenzó a decir.

—¿Por qué? —la interrumpió alguien.

Geary clavó sus ojos en quien lo había preguntado. Era la comandante Yin, como oficial al mando de la
Orión
, una clara protegida del capitán Numos. Yin parecía algo nerviosa, pero aun así también beligerante; una imitación, quizá involuntaria, de la actitud de Numos.

—Si dejase que la coronel terminase su exposición, obtendría la respuesta —afirmó Geary, que se percató de que su voz había sonado más dura de lo que pretendía.

Carabali miró a su alrededor y luego prosiguió.

—Los materiales en cuestión son materiales traza. La flota ha podido confirmar la existencia de las reservas que necesitamos en esas instalaciones mineras después de analizar el informe de tráfico del sistema, y de evaluar lo que podemos ver de dichas instalaciones desde aquí. Teniendo en cuenta que el pequeño tamaño de dichas reservas hace bastante fácil que las saboteen o las contaminen, el capitán Geary me pidió que planease una incursión diseñada para sorprender a los que ocupasen, o posiblemente defendiesen, las mencionadas instalaciones.

Carabali hizo una pausa, y el capitán Tulev, del crucero de batalla
Leviatán
, aprovechó para realizar una pregunta sin malicia, al menos aparentemente:

—¿Sorprenderlos? ¿Cómo vamos a hacer eso?

Entonces fue Geary quien respondió:

—Tenemos que engañar a los síndicos, hacer que confundan nuestras intenciones. Nos verán llegar, pero tenemos que hacer que crean que avanzamos solo para destruir las instalaciones, no para saquearlas.

Manipuló varios controles y aparecieron una serie de arcos sobre la representación del sistema estelar Baldur, girando de punto en punto entre planetas y asteroides.

—Avanzaremos desde los bordes de Baldur y seguiremos hacia el interior, pasando por encima de las instalaciones síndicas que nos encontremos y destruyéndolas con fuego de lanzas infernales a corta distancia.

Esta vez fue el capitán Casia, del acorazado
Conquistadora
, quien dijo lo que pensaba, poniendo mala cara:

—Eso no tiene sentido. Ni siquiera los síndicos se van a creer que estamos dispuestos a llegar a corta distancia solo para dispararles, cuando, simplemente, podríamos lanzar cargas cinéticas desde lejos.

Geary consultó su información para confirmar lo que sospechaba, que la
Conquistadora
formaba parte de la Tercera División de Acorazados, que también incluía a la
Orión
y a la
Majestuosa
. El capitán Casia no había destacado en anteriores reuniones, quizá eclipsado por la presencia de Numos y Faresa. No recordaba nada que le hiciese pensar que el capitán era como los otros dos, por lo que respondió sin asumir una posición contraria.

—Tampoco sería una locura pensar que a la flota le quedan pocos proyectiles cinéticos. De hecho, nos quedan pocos debido a todas las cargas que utilizamos en Sancere. Además, tampoco existe ninguna amenaza importante en este sistema. En estas circunstancias, tiene mucho sentido conservar las cargas cinéticas y emplear lanzas infernales. Así los síndicos pensarán que nos quedan menos de las que realmente tenemos, lo que nos podría beneficiar de algún modo en el futuro.

Casia se mordió el labio de forma casi imperceptible. Geary pudo atisbar que la imagen del capitán Duellos, de la nave
Osada
, dirigía una mirada desdeñosa, casi de menosprecio, al oficial. Después de un largo rato, que podría atribuirse sin más a la distancia que separaba al
Intrépido
de la
Conquistadora
, Casia negó con la cabeza, sorprendido.

—¿Cómo que nos quedan pocas cargas cinéticas? ¿Qué han estado haciendo las naves auxiliares?

—Fabricar células de combustible, capitán Casia —afirmó Duellos en un tono que hizo ruborizarse al oficial—. Entiendo que prefiere poder maniobrar antes que arrastrarse por el espacio con las reservas llenas de cargas cinéticas, ¿no?

Geary pudo adivinar fácilmente el estatus de Casia dentro de la flota fijándose en la reacción de los demás oficiales. Muchos sonrieron ante el comentario de Duellos, mientras que otros parecieron tomarse a mal tal actitud. Era extraño, sobre todo teniendo en cuenta que Geary no lo recordaba causando problemas en ninguna otra ocasión. ¿Por qué habían decidido los descontentos ponerse de su lado?

Geary golpeó la mesa con el puño con la intención de evitar más comentarios.

—Gracias, capitán Duellos. ¿Tiene alguna otra pregunta, capitán Casia?

—Sí, sí que tengo otra pregunta —repitió para enfatizar sus palabras—. Entiendo que necesitamos esos materiales porque las auxiliares no se han provisto adecuadamente en Sancere. Se ha puesto en peligro a toda la flota, y no se ha hecho nada al respecto.

Hubo una pausa durante la que Geary vio a la capitana Tyrosian ponerse tensa.

—¿Eso es una afirmación o una pregunta? —inquirió.

—Eh... ambas.

—Bien, pues le aseguro —afirmó finalmente Geary— que he tratado este tema con la capitana Tyrosian, y sigue teniendo mi confianza como comandante de la división de auxiliares.

—¿Qué le dijo? —le interpeló Casia.

Geary no pudo evitar poner cara de pocos amigos. De hecho, mantuvo la expresión mientras miraba al oficial. Sabía qué era lo que estaba sucediendo, un tipo de debate que sería impensable en la flota que él había conocido. Ya no consistía solo en discutir los planes que llevar a cabo, sino en desafiar al comandante de la flota e intentar manipular el apoyo con el que contaba. En cualquier momento Casia iba a pedir una votación, empeñándose en que Geary relevase a Tyrosian de su puesto.

Y eso no iba a pasar mientras él estuviese al mando.

—Capitán Casia —dijo en su tono de voz más frío—. No suelo discutir en público las conversaciones privadas que tengo con mis oficiales. Lo que he hablado con la capitana Tyrosian queda entre ella y yo, del mismo modo que lo que hable con usted quedará entre nosotros.

—Merecemos saber qué va hacer al respecto, estar seguros de que va a tomar alguna medida eficaz.

—¿Está usted cuestionando mi autoridad al mando de esta flota, capitán Casia? —preguntó Geary con un tono que resonó en la sala.

Se hizo el silencio durante un rato. Acto seguido, se escuchó al capitán Tulev hablar, casi como si lo hiciese para sí mismo.

—Los síndicos ya han aprendido en Kaliban, en Sancere y en Ilión que el capitán Geary es un comandante bastante eficaz.

Entonces Yin se unió a la conversación, con voz temblorosa.

—La tradición de la flota nos hablan de debate y de consenso entre los capitanes. ¿Qué tiene de malo continuar con esa tradición? ¿Por qué iba a estar el capitán Geary en contra de mantener las tradiciones que han conseguido que esta flota siga luchando?

La capitana Desjani había estado callada hasta ese momento, pero explotó ante el ataque que estaba sufriendo su superior:

—¡El capitán Geary cree en ello firmemente! ¡Nos ha recordado tradiciones que habíamos olvidado!

—¡Él estableció esas tradiciones hace un siglo! —afirmó otra voz. Para sorpresa de Geary, era la comandante Gaes, de la
Loriga
—. ¡Lucha! Y lo que es más importante, ¡sabe cómo hacerlo! ¡Y no ha enviado la flota a ninguna trampa de los síndicos!

La clara referencia al desastre de Vidha detuvo el debate durante unos instantes. Tanto Casia como Yin miraban a la comandante Gaes fijamente, pero a ella no parecía importarle. Después de decidir seguir al capitán Falco con una fuerza rebelde formada por naves de la Alianza, y ver que eran destrozadas en Vidha, Gaes probablemente no toleraría a quien apoyase el tipo de actitudes hacia Geary que los habían abocado a aquello.

Casia negó con la cabeza y dijo:

—Estamos en una posición complicada. La flota no puede permitirse estar a merced de aquellos que se han posicionado como favoritos del comandante, sin importar su valía.

—Suficiente.

Geary vio que todo el mundo se giró para mirarlo fijamente, y dedujo que debió de ser por el tono de su voz, por lo que intentó cambiarlo en un esfuerzo por sonar más como un comandante y menos como un dios encolerizado. Para parecerse menos a Black Jack.

—Capitán Casia, esta flota tiene demasiada experiencia con oficiales incapaces de cumplir con su responsabilidad. No toleraré que alguien así ocupe un cargo importante. ¿Queda claro?

Casia se puso rojo, pero no dijo nada.

—Así pues, ¿tiene intención de acusar a algún oficial de los presentes de no ser competente para comandar su nave?

Sabía que estaba intimidando a aquel hombre, acosándolo, que estaba obligándolo a retroceder. Geary era consciente de ello. No debía usar su autoridad de ese modo. Tenía que liderar a aquellos oficiales, no avasallarlos. Pero en ese instante estaba más que harto y cansado de la política y de los oficiales de alto rango que parecían disfrutar de aquel politiqueo incluso cuando ponía en peligro la seguridad de la flota.

—Dígame, capitán —insistió Geary.

Al responder, la voz de Casia sonó ahogada.

—No.

—Soy el comandante de la flota y su oficial superior, capitán Casia.

—Sí... señor.

—Gracias.

Relévalo justificadamente ahora mismo, sin más. Fíjate en Casia con Numos y con Faresa, y con el capitán Kerestes y el loco de Falco, arrastrando también a la comandante Yin. ¿Por qué tengo que seguir aguantando a estos idiotas? A esta flota le iría mejor si no estuviesen por el medio interfiriendo. Ojalá dejasen de cuestionarme
...

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