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Authors: Camilla Läckberg

Tags: #Policíaco

Los vigilantes del faro (32 page)

BOOK: Los vigilantes del faro
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—Ven conmigo —dijo Torbjörn, y se levantó. Paula lo siguió. Cuando hubiese terminado, su deuda con él sería enorme.

-E
spero que no te tomaras a mal lo de esta mañana —dijo Erling. No se atrevía a mirarla a los ojos.

Vivianne removía la comida con el tenedor y no le contestó. Como siempre que caía en desgracia con ella, sentía que todo el cuerpo se le retorcía de desesperación. Desde luego, no debería haber mencionado lo que dijo Bertil. No se explicaba cómo se le había ocurrido. Vivianne sabía lo que hacía, y él no debería inmiscuirse.

—Cariño, no estarás enfadada conmigo, ¿verdad? —Le acarició la mano.

Ella no respondió, y Erling no sabía qué hacer. Por lo general sabía ganársela, pero Vivianne llevaba de un humor de perros desde aquella conversación.

—¿Sabes?, parece que vendrá mucha gente a la fiesta de inauguración del sábado. Todos los famosos de Gotemburgo han confirmado su asistencia. Los famosos de verdad, no los de segunda clase como el Martin, el de
Supervivientes
. Además, he conseguido que venga a cantar el grupo Arvingarna.

Vivianne frunció el ceño.

—Yo creía que venía Garage.

—Tendrán que ser teloneros. No podemos decirles que no a los Arvingarna, como comprenderás. Menudo éxito de público son siempre… —Erling empezó a olvidarse de su abatimiento. Ese era el efecto que siempre surtía en él el Proyecto Badis.

—Nosotros no recibimos el dinero hasta el miércoles de la semana que viene. Espero que lo hayas tenido en cuenta. —Vivianne levantó la vista del plato; parecía más suave.

Erling continuó encantado por ese camino.

—No pasa nada. El ayuntamiento lo adelantará por ahora, y la mayoría de los proveedores han aceptado esperar un poco con las facturas, dado que nosotros figuramos como garantes. Así que de eso no tienes que preocuparte.

—Menos mal. Pero el que se encarga de todo eso es Anders, así que me figuro que él estará al corriente.

Lo dijo esbozando una sonrisa, y Erling sintió un cosquilleo en el estómago. Después del almuerzo se sintió muy angustiado por su metedura de pata, y un plan empezó a cobrar forma en su cabeza. No comprendía cómo no se le había ocurrido antes. Pero por suerte, él era un hombre de acción, y sabía cómo hacer que todo saliera a pedir de boca sin grandes preparativos.

—Cariño —dijo.

—Mmm… —respondió Vivianne, llevándose a la boca una cucharada del guiso vegetariano que había preparado.

—Llevo un tiempo queriendo preguntarte una cosa…

Vivianne dejó de masticar y levantó la vista despacio. Por un instante, Erling creyó ver un atisbo de temor en sus ojos, pero desapareció enseguida y supuso que habrían sido figuraciones suyas. Los nervios, sin duda.

Torpemente, se arrodilló junto a la silla de Vivianne y sacó una cajita del bolsillo de la chaqueta. «Joyería y Relojería Nordholm», decía en la tapa, de modo que no era preciso tener mucha imaginación para adivinar lo que contenía.

Erling carraspeó un poco. Era un momento decisivo. Con la mano de Vivianne entre las suyas, le dijo con voz solemne:

—¿Querrías concederme el honor de darme tu mano? —Aquella pregunta que tan elegante le había sonado en la cabeza, resonó ahora ridícula. Así que lo intentó de nuevo—. O sea, estaba pensando que podríamos casarnos.

No quedó mucho mejor, y Erling oyó cómo le martilleaba el corazón en el pecho mientras esperaba en silencio su respuesta. En realidad, no abrigaba la menor duda de cuál sería, pero claro, nunca se sabe. Las mujeres son tan caprichosas…

Vivianne estuvo callada más rato de la cuenta, y a Erling empezaban a dolerle las rodillas. La cajita le temblaba en la mano, y ya notaba un tirón desagradable en la zona lumbar.

Finalmente, Vivianne respiró hondo y respondió:

—Pues claro, Erling, claro que vamos a casarnos.

Erling sacó aliviado el anillo de la cajita y se lo puso en el dedo. No era particularmente caro, pero Vivianne no era muy dada a esas cosas tan mundanas, así que ¿por qué malgastar una gran suma en un anillo? Además, se lo habían dejado a buen precio, pensó satisfecho. Y, por si fuera poco, pensaba sacarle partido esa misma noche. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que empezaba a ser preocupante, pero esa noche iban a celebrarlo.

Se levantó y le crujieron los huesos cuando se sentó otra vez. Alzó triunfal la copa y brindó con Vivianne. Por un instante, creyó advertir de nuevo aquella expresión extraña en sus ojos, pero desechó la idea y tomó un trago de vino. Aquella noche no pensaba dormirse.

-¿E
stán todos reunidos? —preguntó Patrik. Era una pregunta retórica, desde luego. No eran tantos como para no poder contarlos de una rápida ojeada, y solo trataba de acallar el murmullo que había en la cocina.

—Sí, estamos todos —dijo Annika.

—Bueno, pues tenemos unas cuantas cosas que repasar. —Patrik sacó el gran bloc en el que iban anotándolo todo en las reuniones—. En primer lugar: los niños siguen mejorando y parece que no habrá secuelas.

—Gracias a Dios —dijo Annika, visiblemente aliviada.

—Estaba pensando que podemos dejar el asunto del hallazgo de la cocaína para el final y ver primero todo lo demás que ha ocurrido durante el día. ¿Qué sabemos del contenido del maletín?

—Todavía no sabemos nada en concreto —respondió Paula rápidamente—. Pero esperamos tener algo pronto.

—Había un montón de documentos financieros —explicó Gösta mirando a Paula—. Y como no los entendemos, se los hemos dejado a Lennart, el marido de Annika, que les echará un vistazo antes de que los enviemos a nuestros expertos.

—Bien —dijo Patrik—. ¿Cuándo podrá Lennart darnos alguna información?

—Pasado mañana —respondió Paula—. En cuanto al móvil, no contenía nada interesante. El ordenador lo tienen los técnicos, pero sabe Dios cuándo podrán decirnos algo.

—Es muy frustrante, pero no podemos hacer nada. —Patrik se cruzó de brazos. Lennart, miércoles, anotó en el bloc con letras mayúsculas.

—¿Y qué dijo el antiguo amor de Sverin? ¿Tenía algo interesante que contarnos? —preguntó Mellberg. Todos se sobresaltaron y Patrik lo miró sorprendido. Pensaba que Mellberg no tenía la más remota idea de por dónde iba el desarrollo de la investigación.

—Mats fue a verla el viernes, pero se marchó en algún momento de la noche —dijo, y anotó en el bloc la fecha y la hora—. Lo que limita el marco temporal del asesinato. Tuvo que ocurrir, como muy pronto, la noche del sábado, lo que coincide con el ruido que oyó el vecino. Esperemos que la información de Pedersen nos permita establecer la hora exacta.

—¿Y os pareció sospechosa? ¿Nada de viejos trapos sucios? —prosiguió Mellberg.
Ernst
, que estaba tumbado a sus pies, reaccionó al tono de voz del amo y levantó la cabeza lleno de curiosidad.

—Yo no describiría a Annie como sospechosa, aunque un poco ausente, quizá. Ahora vive en la isla con su hijo, y parecía que Mats y ella llevaban años sin saber el uno del otro, eso coincide con la versión de sus padres. Supongo que esa noche estuvieron reviviendo viejos tiempos.

—¿Y por qué se iría en plena noche? —dijo Annika, y se volvió automáticamente a Martin, que la miró ofendido. En la actualidad, él era un padre de familia decente, pero hubo un tiempo en que tuvo una vida amorosa de lo más activa, cuyos objetivos cambiaban todas las semanas, razón por la que aún tenía que aguantar alguna que otra broma. Desde que Pia apareció en su vida, le dio la espalda a todo aquello y no se había arrepentido jamás.

Ahora se sentía fatal cuando recordaba aquella época.

—A mí no me parece tan raro, ¿no? A veces uno prefiere evitar la charla de la mañana, una vez que ha conseguido lo que quería. —Todos lo miraban sonrientes, y Martin se encogió de hombros—. ¿Qué pasa? Los tíos son como son. —Se sonrojó y parecía que se le hubieran encendido las pecas de la cara.

Patrik no pudo evitar sonreír también, pero se puso serio enseguida.

—Con independencia de los motivos, ahora sabemos que se fue a casa la noche del viernes. Así que nos queda la cuestión de adónde habrá ido a parar el bote. Tuvo que volver en él.

—¿Habéis mirado en Blocket.se, el portal de ventas? —Gösta alargó el brazo en busca de una galleta, que mojó en el café.

—Yo estuve mirando ayer en varios sitios web de anuncios, pero no encontré nada —dijo Patrik—. Hemos denunciado la desaparición y he avisado a Salvamento Marítimo para que estén atentos.

—A mí me parece una coincidencia muy extraña que haya desaparecido ahora, precisamente.

—Pues sí, ¿y hemos examinado el coche? —Paula se irguió en la silla y miró a Patrik.

—Sí, Torbjörn y sus hombres lo han revisado. Estaba en el aparcamiento, delante del portal de Mats. No han encontrado nada.

—Vaya —dijo Paula, y se recostó de nuevo en la silla. Creía que se les había escapado, pero al parecer, Patrik lo tenía todo bajo control.

—¿Qué habéis averiguado en Gotemburgo? —dijo Mellberg, y le pasó una galleta a
Ernst
.

Patrik y Martin se miraron.

—Pues sí, ha resultado ser un viaje muy productivo. ¿Quieres hablarles tú de la reunión en la oficina de Asuntos Sociales, Martin?

Su decisión de darle más protagonismo a su joven colega surtió un efecto inmediato. A Martin se le iluminó la cara. Informó con claridad de lo que habían averiguado acerca de Fristad en su conversación con Sven Barkman, y sobre cómo funcionaba su colaboración. Tras una mirada inquisitiva a Patrik, continuó con la visita a las oficinas de Fristad.

—Por ahora, no sabemos si había contra Mats alguna amenaza a consecuencia del trabajo que realizaba en la asociación. La responsable de Fristad nos aseguró que no tenía conocimiento de ninguna amenaza, pero veamos la documentación que tenemos sobre las mujeres a las que ayudó la asociación durante el último año en que Sverin trabajó con ellos. Son unas veinte.

Patrik asintió animándolo, y Martin continuó.

—Sin más información, es imposible saber si será interesante seguir indagando en alguno de ellos. Tomamos notas y escribimos los nombres de las mujeres cuya persona de contacto era Mats, y tendremos que seguir investigando. Pero no os podéis imaginar lo deprimente que ha sido leer los documentos de todas aquellas carpetas. Muchas de esas mujeres han vivido un infierno que no podemos ni concebir… En fin, es difícil describirlo. —Martin guardó silencio, un tanto turbado, pero Patrik lo comprendía perfectamente. A él también lo había conmovido la historia de las mujeres cuyo destino había atisbado someramente.

»Nos preguntábamos si no deberíamos hablar con el resto de los empleados. Y quizá también con alguna de las mujeres a las que ayudó Fristad cuando Mats trabajaba allí. Pero puede que no sea necesario. Tenemos la declaración de un testigo que puede ayudarnos a avanzar. —Hizo una pausa para aumentar la tensión y comprobó que todos estaban atentos a la continuación—. El asunto de la agresión me ha parecido extraño desde el principio. Así que Martin y yo fuimos a la casa donde vivía Mats en Gotemburgo. El incidente tuvo lugar delante del portal, como sabéis, y bastó una charla con uno de los vecinos para averiguar que no fue una pandilla de chicos, como declaró Mats. Según el vecino, testigo del suceso, se trataba de una pandilla bastante más madura. Moteros, fue la palabra que empleó.

—Joder —dijo Gösta—. Pero ¿por qué iba a mentir Sverin sobre eso? ¿Y por qué no lo dijo antes el vecino?

—En cuanto al vecino, por lo de siempre. No quería inmiscuirse, tenía miedo. Falta de conciencia ciudadana, en otras palabras.

—¿Y Sverin? ¿Por qué no dijo la verdad? —insistió Gösta.

Patrik meneó la cabeza.

—No lo sé. Quizá fuera sencillamente porque él también tenía miedo. Pero estas pandillas no suelen atacar a la gente en plena calle, así que tiene que haber algo más.

—¿Pudieron identificarlos? —preguntó Paula.

—Un águila —respondió Martin—. El vecino dijo que llevaban un águila en la espalda. Así que no debería ser muy difícil averiguar quiénes son.

—Habla con los colegas de Gotemburgo, seguro que ellos pueden facilitarnos esa información —dijo Mellberg—. Es lo que vengo diciendo desde el principio, un tío nada de fiar, el tal Sverin. Si estaba metido en algún negocio con esos tipos, no me extraña que acabara en el depósito con la cabeza llena de plomo.

—Bueno, yo no iría tan lejos —dijo Patrik—. No tenemos ni idea de si Mats tenía algo que ver con ellos, ni de cómo. Y hasta ahora nada indica que haya estado involucrado en algo delictivo. Yo había pensado que empezáramos por preguntar en Fristad si allí conocen a esa banda y si han tenido contacto con ellos. Y, como dice Bertil, hablaremos con los colegas de Gotemburgo para ver qué saben. Sí, ¿Paula?

Paula tenía la mano en alto.

—Verás —dijo vacilante—, es que hoy he acelerado un poco el asunto… No envié el sobre al laboratorio, sino que se lo llevé a Torbjörn Ruud. Ya sabéis cuánto tardamos en recibir los resultados si les mandamos algo; lo ponen a la cola y…

—Sí, lo sabemos. Continúa —atajó Patrik.

—Estuve hablando con Torbjörn y puede decirse que le he pedido un favor. —Paula se retorció en la silla, insegura de la acogida que tendría su iniciativa—. Sencillamente, le he pedido que haga una comparación rápida entre las huellas de la bolsa y las de Mats —dijo, y exhaló un suspiro.

—Continúa —dijo Patrik.

—Coinciden. Ha encontrado las huellas de Mats en la bolsa de cocaína.

—Lo sabía —dijo Mellberg con un gesto triunfal—. Drogas y relación con bandas delictivas. Ya tenía yo la sensación de que no era trigo limpio.

—Bueno, yo sigo pensando que debemos tranquilizarnos un poco —insistió Patrik, aunque parecía preocupado.

No paraba de darle vueltas a la cabeza y trató de encontrar alguna lógica en todo aquello. Hasta cierto punto, se veía obligado a reconocer que Mellberg tenía razón, pero ante todo, sentía deseos de protestar enérgicamente por la descripción que hacía de Mats Sverin. Sencillamente, no era esa la idea que se había formado de él cuando habló con sus padres, con Annie y con los compañeros de trabajo. Aunque siempre había tenido la sensación de que había algo raro, no podía creerse aquella nueva imagen de Mats.

—¿Torbjörn estaba totalmente seguro?

—Sí, segurísimo. Naturalmente, vamos a enviar el material al laboratorio, hay que confirmarlo oficialmente, pero Torbjörn podía garantizar que Mats Sverin tuvo la bolsa en sus manos.

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