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Authors: François Truffaut

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El cine según Hitchcock (3 page)

BOOK: El cine según Hitchcock
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En América, los mayores progresos en el arte de la dirección cinematográfica fueron alcanzados entre 1908 y 1930 por D. W. Griffith, principalmente. La mayor parte de los maestros del cine mudo, tales como Stroheim, Murnau, Lubitsch, todos influenciados por Griffith, están muertos. Otros, aún vivos, ya no trabajan.

Los cineastas americanos que han debutado después de 1930 no han intentado siquiera explotar la décima parte del territorio roturado por Griffith, y no me parece exagerado afirmar que desde la invención del sonoro, Hollywood no ha dado a luz ningún gran temperamento visual, con excepción de Orson Welles.

Creo sinceramente, que si de la noche a la mañana el cine se viese privado de toda banda sonora y volviese a ser el
cinematógrafo arte mudo
que fue entre 1895 y 1930, la mayor parte de los directores actuales se verían obligados a cambiar de oficio. Por ello, si contemplamos el panorama de Hollywood en 1966, Howard Hawks, John Ford y Alfred Hitchcock se nos aparecen como los únicos herederos de los secretos de Griffith y ¿cómo pensar sin melancolía que cuando sus carreras concluyan habrá que hablar de «secretos perdidos»?

No ignoro que algunos intelectuales americanos se asombran de que los cinéfilos europeos, y en particular los franceses, consideren a Hitchcock como un
autor de films
en el sentido que se entiende el término cuando se habla de Jean Renoir, Ingmar Bergman, Federico Fellini, Luis Buñel o Jean-Luc Godard.

Al nombre de Alfred Hitchcock los críticos americanos oponen el de otros, prestigiados en Hollywood desde hace veinte años; sin que sea necesario entablar una polémica citando nombres, hay que decir que es aquí donde se plantea el desacuerdo entre el punto de vista de los críticos neoyorkinos y el de los parisinos. Con talento o sin él, ¿cómo considerar a los grandes nombres de Hollywood, a los
coleccionistas
de oscars, sino como simples
ejecutantes
cuando les vemos, al capricho de las modas comerciales, pasar de un film bíblico a un western psicológico, de un fresco guerrero a una comedia sobre el divorcio? ¿Qué les diferencia de sus colegas, los directores de teatro, si, al igual que ellos, de un año para otro terminan un film basado en una pieza de William Inge para comenzar otro adaptado de un voluminoso libro de Irwin Shaw, a la vez que preparan un Tennessee Williams Picture?

Como no experimentan ninguna necesidad imperiosa de introducir en su trabajo sus propias ideas sobre la vida, sobre la gente, sobre el dinero, sobre el amor, son tan sólo especialistas del
show business
, simples técnicos. ¿Pero son grandes técnicos? Su perseverancia en no utilizar más que una minúscula parte de las extraordinarias posibilidades que puede ofrecer un estudio de Hollywood a un realizador, nos hace ponerlo en duda. ¿En qué consiste su trabajo? Organizan una escena, colocan a los actores en el interior del decorado y filman la totalidad de la escena —es decir, del diálogo— de seis u ocho formas diferentes, variando los ángulos de la toma: de frente, de costado, desde arriba, etc. A continuación repiten todo el proceso, cambiando esta vez los objetivos utilizados y la escena es filmada entera en plano general, luego enteramente en plano más corto, a continuación íntegramente en primer plano.

No se trata de considerar como impostores a estos grandes nombres de Hollywood. Los mejores de ellos tienen una especialidad, algo que saben hacer muy bien. Algunos dirigen magníficamente a las estrellas y otros tienen olfato para descubrir talentos desconocidos. Algunos son guionistas particularmente ingeniosos, otros, grandes improvisadores.

Algunos destacan organizando escenas de batalla, otros, dirigiendo una comedia intimista.

En mi opinión, Hitchcock les sobrepasa porque es más completo. El es un especialista no de este o aquél aspecto del cine, sino de cada imagen, de cada plano, de cada escena. Le gustan los problemas de construcción del guión, pero también el montaje, la fotografía, el sonido. Posee ideas creadoras sobre todo y de todo se ocupa muy bien, incluso de la publicidad, ¡pero eso ya lo sabe el mundo entero!

El hecho de que domine todos los elementos de un film e imponga en todos los estadios de la realización ideas que le son personales, hace que Alfred Hitchcock posea realmente un estilo y todo el mundo admitirá que es uno de los tres o cuatro directores actualmente en ejercicio que se pueden identificar contemplando durante algunos minutos cualquiera de sus films.

Para comprobar esto no es necesario escoger una escena de suspense; el estilo «hitchcokiano» se reconocerá incluso en una escena de conversación entre dos personajes, simplemente por la calidad dramática del encuadre, por la manera realmente única de distribuir las miradas, de simplificar los gestos, de repartir los silencios en el transcurso del diálogo, por el arte de crear en el público la sensación de que uno de los dos personajes domina al otro (o está enamorado del otro, o celoso del otro, etc.), por el de sugerir, al margen del diálogo, toda una atmósfera dramática precisa, por el arte, en fin, de conducirnos de una emoción a otra a gusto de su propia sensibilidad. Si el trabajo de Hitchcock me parece tan completo es porque veo en él búsquedas y hallazgos, el sentido de lo concreto y el de lo abstracto, el drama casi siempre intenso y, a veces, el humor más fino. Su obra es a la vez comercial y experimental, universal como
Ben Hur
de William Wyler y confidencial como
Fireworks
de Kenneth Angers.

Un film como
Psycho (Psicosis)
, que ha reunido masas de espectadores en todo el mundo, sobrepasa, sin embargo, por su libertad y su salvajismo a esos pequeños films de vanguardia que algunos artistas jóvenes ruedan en 16 mm. y que ninguna censura autorizaría jamás. Determinada maqueta de
North by Northwest (Con la muerte en los talones)
, determinado trucaje de
The Birds (Los pájaros)
tienen la calidad poética del cine experimental que practican el checo Jiri Trinka con marionetas, o el canadiense Norman Mac Laren con sus pequeños films dibujados directamente sobre película.

Vértigo, North by Northwest, Psycho
, tres films que han sido constantemente imitados durante los últimos años. Estoy convencido de que el trabajo de Hitchcock, incluso entre aquellos cineastas que no están dispuestos a admitirlo, influencia desde hace largo tiempo a una gran parte del cine mundial. Esta influencia directa o subterránea, estilística o temática, beneficiosa o mal asimilada, se ha ejercido sobre realizadores muy distintos entre sí, como, por ejemplo, Henri Verneuil
(Gran golpe en la Costa Azul)
, Alain Resnais
(Muriel; La Guerre est finie)
, Philippe de Broca
(El hombre de Río)
, Orson Welles
(Elextranjero)
, Vincente Minelli
(Undercurrent)
, Henri- Georges Clouzot
(Las diabólicas)
. Jack Lee Thomson
(El Cabo del Terror)
, René Clément
(A pleno sol; Eldía y la hora)
. Mark Robson
(El Premio)
, Edward Dmytryk
(Espejismo)
, Robert Wise
(La casa de la colina; The Haunting)
, Ted Tezlaff
(La Ventana)
, Robert Aldrich
(¿Qué fue de Baby Jane?)
, Akira Kurosawa
(El infierno del odio)
, William Wyler
(El Coleccionista)
, Otto Preminger
(El rapto de Bunny Lake)
, Roman Polanski
(Repulsion)
, Claude Autant-Lara
(El Asesino)
, Ingmar Bergman
(Prisión; El manantial de la doncella)
, William Castle
(Homicidio; etc.)
, Claude Chabrol
(Les Cousins; L'Oeil du Malin; Marie Chantai contra el Dr. Ka)
, Alain Robbe-Grillet
(L'Inmortelle)
, Paul Paviot
(Retrato Robot)
, Richard Quine
(Un extraño en mi vida)
, Anatole Litvak
(Le Couteau dans la Plaie)
, Stanley Donen
(Charada;Arabesco)
, André Delvaux
(L'Homme au crânerasé)
, François Truffaut
(Fahrenheit 451)
, sin olvidar, naturalmente, la serie de «James Bond» que representa con nitidez una caricatura grosera y torpe de toda la obra hitchcockiana y muy en particular de
North by Northwest
.

Si tantos cineastas, desde los más dotados hasta los más mediocres, observan atentamente los films de Hitchcock, es porque reconocen en ellos la existencia de un hombre y de una carrera asombrosos, de una obra que examinan con admiración o con envidia, con celos o con provecho, pero siempre con pasión.

No se trata de admirar la obra de Alfred Hitchcock con arrobo, ni de decretarla perfecta, irreprochable y sin fallo alguno. Pienso solamente que esta obra ha sido hasta ahora tan gravemente subestimada que conviene, antes que nada, colocarla en su verdadero lugar, uno de los primeros. Luego ya habrá tiempo de abrir una discusión restrictiva, máxime cuando el propio autor, como se podrá comprobar, no se priva de comentar muy severamente una gran parte de su producción.

Los críticos británicos, que en el fondo no perdonan a Hitchcock su exilio voluntario, hacen bien maravillándose aún, treinta años después, del ímpetu juvenil de
Lady Vanishes (Alarma en el expreso)
, pero es vano lamentar lo que ha pasado ya, lo que debía necesariamente pasar. El joven Hitchcock de
Lady Vanishes
, jovial y lleno de ardor, no hubiese sido capaz de filmar las emociones experimentadas por James Stewart en
Vértigo
, obra de madurez, comentario lírico sobre las relaciones entre el amor y la muerte.

Uno de estos críticos anglosajones, Charles Higham, ha escrito en la revista FILM QUARTERLY que Hitchcock sigue siendo
«un guasón, un cínico astuto y sofisticado»
, y habla de
«su narcisismo y su frialdad…»
, de
«su burla despiadada»
que jamás es
«una burla noble»
. El señor Higham piensa que Hitchcock siente
«un profundo desprecio por el mundo»
y que su habilidad
«se despliega siempre de la forma más hiriente cuando tiene un comentario destructor que proporcionar»
.

Creo que Higham pone de relieve un punto importante, pero que equivoca el camino cuando pone en duda la sinceridad y la gravedad de Alfred Hitchcock. El cinismo, que puede ser real en un hombre fuerte, no es más que una fachada entre los seres sensibles. Puede disimular un gran sentimentalismo, como era el caso de Eric von Stroheim, o un simple pesimismo, como es el caso de Alfred Hitchcock.

Louis-Ferdinand Céline dividía a los hombres en dos categorías, los
exhibicionistas
y los
mirones
y es evidente que Alfred Hitchcock pertenece a la segunda categoría. Hitchcock no participa en la vida, la mira. Cuando Howard Hawks rodó
Hatari
satisfizo su doble pasión por la caza y por el cine; Alfred Hitchcock sólo vibra con el cine y expresa muy bien esta pasión cuando responde así a un ataque moralista contra
Rear Window (La ventana indiscreta): «Nada hubiese podido impedirme rodar este film, pues mi amor al cine es más fuerte que cualquier moral.»

El cine de Alfred Hitchcock no siempre exalta pero siempre enriquece, aunque sólo sea por la temible lucidez con que denuncia las ofensas que los hombres hacen a la belleza y la pureza.

Si se quiere aceptar la idea, en la época de Ingmar Bergman, de que el cine no es inferior a la literatura, yo creo que habría que clasificar a Hitchcock —aunque, a fin de cuentas, ¿para qué clasificarle?— en la categoría de los artistas inquietos como Kafka, Dostoievsky, Poe.

Estos artistas de la ansiedad no pueden, evidentemente, ayudarnos a vivir, pues su vida es ya de por sí difícil, pero su misión consiste en obligarnos a compartir sus obsesiones. Con ello, incluso y eventualmente sin pretenderlo, nos ayudan a conocernos mejor, lo que constituye un objetivo fundamental de toda obra de arte.

F. T.

1

La infancia — El Comisario me encerró — Los castigos corporales — Yo dije: Ingeniero — Llegó el día — Un film inacabado:
Number thirteen

Woman to woman
(De mujer a mujer) — Mi futura mujer… — Michael Balcon me preguntó… —
Pleasure garden
(El jardín de la alegría) — Cómo transcurrió mi primer día de rodaje —
The mountain eagle
(El águila de la montaña).

FRANÇOIS TRUFFAUT
Señor Hitchcock, usted nació en Londres el 13 de agosto de 1899. De su infancia, sólo conozco una anécdota, la de la comisaría. ¿Es una anécdota real?

ALFRED HITCHCOCK
Sí. Yo tenía quizá cuatro o cinco años… Mi padre me mandó a la comisaría de policía con una carta. El comisario la leyó y me encerró en una celda durante cinco o diez minutos diciéndome: «Esto es lo que se hace con los niños malos.»

F.T.
¿Y qué había hecho usted para merecer esto?

A.H.
No puedo imaginármelo; mi padre me llamaba siempre su «ovejita sin mancha». De verdad no puedo imaginar lo que había podido hacer.

F.T.
Parece que su padre era muy severo.

A.H.
Era muy excitable. Mi familia adoraba el teatro; formábamos un grupito bastante excéntrico, pero yo era lo que se llama un niño bueno. En las reuniones familiares, permanecía sentado en mi rincón sin decir nada; yo miraba, observaba mucho. Siempre he sido el mismo y sigo siéndolo. Era todo lo contrario de expansivo, y muy solitario también. No recuerdo haber tenido jamás un compañero de juego. Me divertía solo e inventaba mis juegos.

Muy joven aún, me internaron en Londres en una institución de jesuítas, el «Saint Ignatius College». Mi familia era católica, lo que en Inglaterra constituye casi una excentricidad. Probablemente durante mi estancia con los jesuítas el miedo se fortaleció en mí. Miedo moral a ser asociado a todo lo que está mal. Siempre he permanecido apartado de ello.

¿Por qué? Por temor físico, quizá. Tenía terror a los castigos corporales. Entonces existía la palmeta. Creo que los jesuítas la utilizan todavía. Era de goma muy dura, no se administraba de cualquier manera, no; era una sentencia que se ejecutaba. Te decían que pasaras por el despacho de un cura al final de la jornada. Este cura inscribía solemnemente tu nombre en un registro con la mención del castigo que debías sufrir, y todo el día vivías en esta espera.

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