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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Intriga, Policíaco, Relato

Cuatro días de Enero (28 page)

BOOK: Cuatro días de Enero
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—Jaume vive arriba, en una buhardilla…

Subió por ella y abrió la trampilla de madera. No pudo evitar que cayera del otro lado e hiciera temblar aquellas paredes silenciosas. Por las diversas ventanitas, huecos acristalados que daban al techo inclinado de la casa, penetraba la mañana con todas sus fuerzas, con un sol espléndido amortiguado por el frío gélido y persistente.

Primero vio el camastro.

Los libros.

Lo que quedaba de la vida de Jaume Cortacans.

Después le vio a él.

Debía de llevar muerto unas horas, no demasiadas. Colgaba de una de las vigas superiores igual que un muñeco de feria, inanimado, con la cabeza doblada sobre el nudo que envolvía su garganta y los pantalones aún con restos de su excreción final. Estaba vuelto hacia él, así que pudo verle el rostro.

Parecía sonreír, a pesar de todo.

La última ilusión.

Miquel Mascarell se acercó a su lado y le tocó. Estaba ya frío. Miró a su alrededor buscando algo y localizó el sobre encima del revuelto camastro. Se sentó en él, lo tomó, lo abrió y extrajo la hoja de papel, escrita a mano, con letra clara, minuciosa. La letra de una persona paciente, inteligente, que quería ser leída.

Tal vez respetada.

Leyó:

Querido padre, espero que seas tú quien me encuentre aquí cuando me busques, porque tarde o temprano lo harás. Lo espero y lo deseo. Me gustaría ver tu cara. Me gustaría escuchar tu despedida. No confío demasiado, ni siquiera en que llores. Nunca he sido el hijo que querías, ni el que necesitabas, ni el que esperabas. No te diré que lo siento. Tú tampoco has sido el padre que quería, ni el que necesitaba, ni el que esperaba. Pese a lo cual te he querido siempre, ¿sabes? A mi modo, por encima de tu desprecio, tratando de comprender lo duro que habrá sido para el gran Pasqual Cortacans Morell haber tenido un hijo incapacitado y con ideas tan distintas a las tuyas.

Quería a Patro, padre. La quería. Y tú me la quitaste. Te bastó con chasquear un dedo. ¿Crees que no lo sé? Supongo que eso ya no importa, pero necesito que sepas que moriré pensando en ella, en lo único bueno que le ha sucedido a mi vida en estos últimos tiempos. Será mi última imagen terrena. Sin embargo no me quito la vida por amor, ¡ojalá, qué romántico! Me la quito porque no me gusta lo que viene, porque no podré soportar el hedor de tanta mierda como nos van a echar encima, porque tú y los tuyos podéis quedaros con vuestra España, pero no con nosotros. Me voy, pero me consta que otros no lo harán, y volverán, y un día descubriréis que sois como los cuatro jinetes del Apocalipsis cuando os creéis los ángeles custodios del paraíso.

Qué ciegos estáis.

Nos habéis quitado todo, pero mi vida me la quito yo.

No creo en el cielo, así que te espero en el infierno, padre.

Tu hijo, mal que te pese,

JAUME

La leyó dos veces. La primera para entenderla. La segunda para que lo atravesara. Se quedó en aquel camastro dos o tres minutos y luego guardó la hoja de papel en el sobre, lo dejó sobre la cama y se incorporó.

Pensó en bajar a Jaume de allí, por piedad.

No lo hizo.

Era su grito final.

Cuando dejó la casa, doblado por el peso de los dos cestos, comprendió que, pese a la comida del sótano, ya no iba a regresar a ella.

37

Al cruzar la Diagonal, al límite de sus fuerzas por el peso de los cestos y a muy pocos pasos de su casa, los vio.

El desfile de la victoria.

La entrada de las tropas franquistas en la ciudad.

Miquel Mascarell se detuvo, para descansar, para no renunciar al dolor, para no escapar de la realidad como había hecho Jaume Cortacans, para ser testigo de la historia, aunque la historia pronto comenzara a no dejar testigos.

Todavía llevaba la pistola encima. Sin balas.

Tenía que arrojarla a una cloaca.

Y su credencial.

Tenía…

Miró a los que saludaban a los vencedores, felices, no supo si por el fin de la guerra o por su éxito bélico. Allí, desfilando como héroes, estaban los que habían subvertido el orden constitucional y la democracia, traicionando a la República y al pueblo de España. Allí, con su arrogancia, el fascismo volvía a dominar por la fuerza. Y ese mismo pueblo los vitoreaba. Hombres, mujeres, niños… Rostros famélicos y rostros iluminados, rostros que cantaban y rostros que gritaban. Se sorprendió de las muchas chicas, como Patro, como Merche, que se abrazaban a los soldados. Se sorprendió de que después de dos años y medio años de incertidumbres, bombardeos y sangre derramada, alguien pretendiera hacer borrón y cuenta nueva.

Incluso Roger volvió a su mente.

«Vete a casa, papá», le dijo.

Miquel Mascarell no se movió.

Probablemente si hubieran aterrizado seres de otro planeta la recepción habría sido igual, entusiasta.

—Los primeros han sido fuerzas de la 5.ª Brigada de Navarra, apoyados por carros de combate de la 4.ª Compañía que han entrado por Vallvidrera —oyó decir a un enterado—. Luego han bajado hasta Pedralbes. También han entrado por Esplugues de Llobregat, Collblanc, La Torrassa y La Bordeta hacia Sants y Hostafrancs. La única resistencia ha corrido a cargo de unas secciones de máquinas del 125 batallón de ametralladoras y de cuatro carros de combate rusos y dos blindados en la Bonanova. En cuanto lleguen al Tibidabo y bajen por la Rabassada y suban a Montjuïc para alzar la bandera, esto habrá terminado.

—Estás tú muy informado —dijo otro hombre a su lado.

—Claro —se jactó el primero—. Si yo te contara…

Había banderas españolas.

¿Dónde las escondieron durante aquel tiempo?

Eran como los Cortacans, los Niubó y otros. El enemigo interior. Ni todas las purgas, ni toda la locura desatada en julio del 36 había podido con ellos. Los Cortacans ponían velas a Dios y al diablo. Nunca perdían.

Aunque siempre quedara una última bala para ellos.

«Ven», escuchó ahora la voz de Quimeta.

Las vanguardias de los cuerpos de ejército de Navarra y Marroquí seguían caminando por la Diagonal.

Miquel Mascarell contuvo las lágrimas cuanto pudo. Se agachó, recogió los dos cestos, tiró de ellos hacia arriba y le dio la espalda a los soldados, a la locura, al delirio de una Barcelona desconocida que se entregaba en cuerpo y alma a los vencedores.

Al llegar a la calle Còrsega no pudo contenerlas.

Siguió caminando.

Vio su casa, su mundo, y a Quimeta en el balconcito, esperándolo pese al frío.

Tenían comida para unos buenos días, y por la noche…

No sabía si era el último instante de su mundo o el primero de otro, para el que ellos dejaban de contar, pero acabó decidiendo que eso lo pensaría más adelante.

Después de todo ya no tenía ninguna prisa.

Agradecimientos

Gracias a Francisco González Ledesma por sus orientaciones y recuerdos, a Virgilio Ortega por su ayuda, a María Fabra Muntané y a María Ángeles Costa por su testimonio vivo. Gracias a los periódicos de la época, especialmente
La Vanguardia
, y también a
El Socialista
,
Frente Rojo
y
Solidaridad Obrera
. Muchos fragmentos históricos, declaraciones, palabras y frases puestos en boca de los personajes de la novela han sido extraídos tanto de documentos hallados en internet como del libro
La vida cotidiana durante la Guerra Civil. La España republicana
(Planeta, Barcelona, 1975, 2004), de Rafael Abella, y del libro
Memorias de un combatiente de las Brigadas Internacionales. El Frente Popular abrió las puertas a Franco
(Editorial PRT), de M. Casanovas, seudónimo de Mieczyslaw Bortenstein (1907-1942), este último escrito en marzo de 1939 (versión digital PRT-Izquierda Revolucionaria, España, edición web Marxist Internet Archive 2004).

El esbozo de esta novela fue preparado entre Amsterdam y Curaçao, sobre una idea nacida en algún momento de fines del siglo XX; fue escrita en Barcelona, en enero, febrero, marzo y agosto de 2006.

Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura para su préstamo público en Bibliotecas Públicas, de acuerdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la ley de Propiedad Intelectual.

Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 26 de julio de 1947) es un escritor español, conocido sobre todo por sus obras de literatura infantil y juvenil, aunque es también un notable estudioso de la música rock (estuvo, por ejemplo, entre los fundadores del programa «El gran musical», y ha publicado numerosos estudios al respecto).

A los doce años, escribió su primera novela larga, de 500 páginas. En 1970 abandonó los estudios y el trabajo para profesionalizarse plenamente como comentarista musical. Es el creador de varias revistas, como Popular 1 y Super Pop, y del Trivial Pursuit de rock. En 2009 ha superado ya los 9 millones de libros vendidos en España. Hoy es un experto en música rock. Tiene una extensa obra y ha obtenido multitud de premios (más de treinta), ya sea en idioma castellano o en idioma catalán (Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, Vaixell de Vapor, Gran Angular, Edebé, Columna Jove, Joaquim Ruyra, CCEI, A la orilla del viento, entre otros muchos). Recientemente ha creado una fundación con su nombre, destinada a promover la creación literaria entre los jóvenes de lengua española. También ha creado la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra para Latinoamérica con sede en Medellín, Colombia.

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